miércoles, 29 de enero de 2014

El mapa del cielo


Observando el cielo en un momento determinado, puede establecerse el llamado "mapa del cielo". Si tal mapa se realiza en función de la fecha de nacimiento de un individuo, obtenemos una "carta astral".

Las palabras o expresiones que se emplean de forma habitual no tienen el mismo sentido que comúnmente se les ha atribuido. Cuando hablamos de astrología, circulan tal cantidad de informaciones falsas e ideas preconcebidas que no está nunca de más aclarar ciertos puntos del zodiaco. Además, la astrología entronca tanto con la ciencia como con el arte. Se reconoce a menudo su categoría de ciencia, sin saber muy bien cómo ni porqué. Incluso, los más escépticos en este tema afirman que la astrología es una falsa ciencia, pero una ciencia igualmente. En cambio, todo o casi todo el mundo parece ignorar que es también un arte, el cual requiere unas cualidades, como la intuición, la inspiración, la imaginación y la interpretación, por parte de la persona que la ejerce. Una buena parte de la astrología supone poseer ciertas cualidades humanas, requiere generosidad y un espíritu espontáneo y solidario con los demás, que en ningún caso debe restringir, forzar, limitar, separar o dividir. El conocimiento de la astrología no tiene por qué convertirse en un muro entre los demás y uno mismo, sino que debe ser como una infinidad de puertas o posibilidades, abiertas al mundo exterior. Finalmente, las investigaciones astrológicas proporcionan cierto júbilo, un gusto por el descubrir, aprender y conocer. Si éste no es el caso, más vale no interesarse por ella.

EL MAPA DEL CIELO

Tal júbilo, impaciencia y entusiasmo un tanto infantiles pueden sentirse elaborando un zodiaco y estableciendo un mapa del cielo. ¿Qué es un mapa del cielo? Para un astrólogo, es un esquema constituido por un zodiaco donde figuran los 12 signos astrológicos, en cuyo interior se inscriben las posiciones exactas de los astros reveladas por las Efemérides, a partir de una hora, día, mes año y lugar determinados.

El profano se preguntará, observando una partitura, cómo es posible que a partir de un lenguaje incomprensible para él, salga una melodía. En cuanto al músico, siguiendo las notas inscritas en la partitura, captará con naturalidad una melodía, unos acordes y unas armonías. Para un astrólogo preparado y con cierta experiencia en datos astrológicos es lo mismo: puede leer un mapa de un vistazo. Sin embargo, leer es una cosa, pero interpretar es otra. Uno lee para sí mismo, pero interpreta para los demás. De la misma manera, un músico cuando lee una partitura se conforma con descifrarla. Si quiere interpretarla, el siguiente paso será expresar sus sentimientos y emociones personales, íntimos, y recurrirá a sus cualidades sensibles, intuitivas y artísticas para comunicarse con su auditorio. Es evidente que el dominio de una técnica y su habilidad instrumental le serán muy útiles. La calidad de un buen intérprete se juzga tanto por su sensibilidad como por su habilidad y virtuosismo.

Lo mismo ocurre con el astrólogo. Distintos astrólogos pueden establecer un mismo mapa del cielo para un momento dado, así como leerlo mecánicamente. Pero en cuanto a la interpretación, ésta será más o menos interesante en función de lo que comunique y revele cada uno de ellos.

No olvidemos que, en la Antigüedad, no se permitía adquirir conocimientos astrológicos sin ser un iniciado. En efecto, nuestros antepasados no ponían en duda que los principios de la observación de los movimientos de los astros en el cielo y en el interior del zodiaco habían sido estudiados y experimentados por otros hombres; pero también estaban convencidos de que sus propios antepasados, al actuar así, habían tenido una revelación. Para ellos, la astrología tenía un carácter sagrado o divino.

El mapa del cielo es para el astrólogo como la partitura para el músico.




domingo, 26 de enero de 2014

Las Casas (II)



LAS 12 CASAS O DOMICILIOS

  • La Casa I o ascendente revela la expresión del individuo, su carácter, su yo, su apariencia. Su manera de decir "yo" procede de los elementos indicados por esta Casa.
  • La Casa II revela la expresión del instinto de conservación del individuo, su toma de posesión del medio natural, sus adquisiciones, su relación con los bienes materiales y el dinero.
  • La Casa III revela las relaciones del individuo con su medio social, sus costumbres, su inteligencia práctica, su sociabilidad y la naturaleza de sus intercambios con los demás.
  • La Casa IV revela las bases de la existencia del individuo, su familia, su país de origen, raíces, relaciones de parentesco, su hogar y su hábitat.
  • La Casa V revela la expresión de la energía vital del individuo, sus sentimientos, placeres, capacidad de creación, de producción, su capacidad de amar, de procrear, sus relaciones con los niños.
  • La Casa VI revela la relación del individuo con la vida material del día a día, con su cuerpo, sus aptitudes de trabajo y capacidad de preservar su bienestar y salud.
  • La Casa VII revela su capacidad de adaptación con los demás, sus disposiciones para la unión y asociación. Aquí, el individuo dice "¡nosotros!".
  • La Casa VIII revela la expresión del instinto de vida y muerte del individuo, su capacidad de regeneración, de reponerse, de captar los elementos exteriores que va a heredar, su comportamiento frente al cambio y la muerte.
  • La Casa IX revela el potencial de inteligencia superior del individuo, sus aptitudes para ensanchar su horizonte intelectual, social o geográfico, su tendencia a la aventura y los viajes.
  • La Casa X revela la expresión de la voluntad de independencia social y existencial del individuo, su capacidad de exponerse, asumir responsabilidades y triunfar.
  • La Casa XI revela la capacidad del individuo para emitir juicios objetivos, que le permitirá encontrar un equilibrio psicológico y afectivo. Informa de las relaciones de amistad y sobre su capacidad para elaborar y concretar sus proyectos.
  • La Casa XII revela la expresión de la fuerza moral y espiritual del individuo, su comportamiento cuando se enfrenta a una prueba, su facultad de abstracción y su capacidad para transformarse y evolucionar.




miércoles, 22 de enero de 2014

Las Casas


Llamamos Casa a cada uno de los 12 sectores que dividen la esfera local -es decir, el globo terrestre representado en función de una hora y lugar geográfico determinados- a partir de los polos y del horizonte. Seis de estos sectores se encuentran siempre sobre el horizonte, los otros seis se encuentran sistemáticamente por debajo. El sistema de cálculo de estos sectores, llamados Casas, utilizado normalmente por los astrólogos fueron pasando poco a poco de las consideraciones de orden colectivo a la preocupación por los individuos, su personalidad, destino y devenir.

SECTORES TERRESTRES Y CELESTES

Los sectores que cortan la esfera local y se sitúan en los 360 grados del zodiaco se llaman "sectores terrestres". En efecto, como se ha visto, se establecen a partir de una hora y lugar geográfico terrestre, que permiten situar el horizonte, es decir, la línea de la salida y la puesta del sol ese día concreto y según el lugar de nacimiento. Por oposición, los signos del zodiaco son los llamados "sectores celestes", ya que obviamente están inscritos en la rueda zodiacal situada en la esfera celeste. Sin embargo, la idea de sector terrestre y sector celeste tiene un significado propio en la interpretación que se debe hacer de las posiciones de las Casas, por un lado, y los signos del zodiaco, por otro.

Así, las Casas revelan la vida existencial o material de un individuo, su integración en la vida social y su individualización. En cambio, los signos del zodiaco revelan las grandes tendencias fundamentales de la expresión natural de un ser, su personalidad y las analogías, que presenta con los elementos de la naturaleza.

En efecto, los signos del zodiaco están íntimamente asociados a las estaciones y períodos del año que les corresponden. En cuanto a las Casas, representan un instante fijo en la esfera local. A partir de ahí, simplificando un poco, podemos decir que los primeros revelan la naturaleza y la vida del ser y las segundas nos informan de su existencia en la Tierra. Los astros situados en los signos del zodiaco o las combinaciones astros/signos nos informan de la psicología profunda del ser, las bases de su personalidad. Los astros que se encuentran en las Casas o en combinaciones astro/Casa indican cómo se manifiesta y expresa la persona en la vida social y en su realidad material, además de mostrar características inherentes al individuo.

LOS DOMICILIOS

A los sectores terrestres se les ha llamado Casas. No obstante, al principio, se les llamaba "domicilios" o "moradas", palabra esta última procedente del latín morari, que significa "tardar", "retrasar", "pararse", "retener" y que ha tomado el sentido de quedarse, permanecer, vivienda, domicilio y casa. Por otra parte, la palabra "domicilio" proviene del latín domicilium, palabra que estaba emparentada con dominari: dominar, adueñarse, dirigir, reinar. El dominus era el dueño de la casa. Ahora bien, dominari tiene su raíz etimológica en domus, que significaba "casa". Así, los 12 domicilios que hoy llamamos "Casas" forman juntos la gran casa del zodiaco. Ésta se divide, pues, en 12 domicilios distintos y específicos. Con el fin de no crear confusión les llamaremos Casas, nombre que reciben actualmente. De todas formas, para ser fieles a los grandes principios enunciados por los astrólogos antiguos subrayemos que la carta astral dividida en 12 signos del zodiaco y 12 domicilios se puede comparar a una casa -es decir, forma un todo coherente y homogéneo-, que es la casa de un ser, cuyo mapa del cielo estamos realizando y estudiando. A partir de ahí, si para entender la psicología profunda del ser en cuestión, disponemos de 12 signos del zodiaco, 12 Casas, 10 astros y 2 puntos ficticios, el eje de los Nodos lunares y la Luna negra, que podemos analizar en cada punto, uno por uno, no debemos olvidar que la interpretación de una carta astral será la síntesis de todas estas informaciones que juntas forman un todo indisociable.


lunes, 20 de enero de 2014

El Medio Cielo y el Bajo Cielo (II)


EL MEDIO CIELO

El Medio Cielo -o cúspide de la Casa X- es el punto preciso de tu carta astral, donde se encuentra tu cabeza, el punto más alto de tu cuerpo.

Astrológicamente, es el punto exacto donde el Sol está en su cenit; es decir, el punto donde el Sol estará a medio día, en ese día determinado.
Es, pues, el punto culminante de una carta astral.

Su posición en la carta astral de un individuo permite valorar y entender cómo este individuo obtendrá fácil o difícilmente una autonomía, expresará o manifestará su voluntad de independencia. Así, los planetas que se encuentran a veces situados en este sector nos dan informaciones importantes y revelan casi siempre las cualidades y defectos importantes de un ser. Podemos considerar el Medio Cielo como el símbolo del destino social de un ser, del mismo modo que el ascendente es una representación del yo y la apariencia. A partir de ahí, esta relación entre la expresión de la voluntad de independencia, por un lado, y el destino social, por otro, puede parecer, a simple vista, paradójica o antinómica. Ahora bien, de esta forma podemos ver cómo un ser, cumpliendo su destino social, adquiere una cierta independencia moral y material frente al contexto natural y familiar en el que ha crecido y evolucionado.

EL BAJO CIELO

Este medio natural y familiar se revela en el punto exactamente opuesto, en el zodiaco y la carta astral, al Medio Cielo. El Bajo Cielo es el angular o cúspide de la Casa IV.

Así como el Medio Cielo es el cenit del Sol, el Bajo Cielo es lógicamente su nadir, es decir, el lugar preciso donde se encontraba este astro a medianoche aquel día.

Cuando te mires al espejo de tu carta astral lo tendrás que entender como el punto del zodiaco donde se posan tus pies, allí donde se encuentran tus raíces, tus orígenes, la fuente, donde están inscritos el principio y el fin de tu vida social.

Por extensión, muchas veces se dice que el Bajo Cielo y el Medio Cielo -según el signo del zodiaco bajo el que se sitúan en la carta astral, obviamente- revelan el entorno familiar, el contexto social, las condiciones materiales y psicológicas en las cuales el ser en cuestión ha vivido su infancia y vivirá al final de su vida. Se trata de las bases de la existencia.

De ahí que el eje Medio Cielo-Bajo Cielo resulte tan importante en una carta astral como el eje ascendente-descendente.

Y, de la misma manera que podemos resumir esquemáticamente este último eje con la fórmula "yo y los demás", podemos definir el primer eje como "mi independencia y mi familia". Finalmente, se puede observar que estos dos ejes forman una cruz en el interior del zodiaco y la carta astral.



domingo, 19 de enero de 2014

El Medio Cielo y el Bajo Cielo


El Medio Cielo (Medium Coeli) representa la independencia del yo, el sitio privilegiado en la presencia social de un ser, y el bajo Cielo (Inmum Coeli), las bases de su existencia. Juntos forman un eje fundamental en la carta astral

Observar y consultar los planetas que aparecen en el zodiaco -tal como están en un mapa del cielo-. Es un poco como mirarse en un espejo.

En efecto, el zodiaco nos devuelve nuestra propia imagen o, más exactamente, nos muestra la imagen de nuestro doble.

No es, pues, a causa de ser nativos de tal o cual signo del zodiaco, ni por hallarse bajo tal otro ascendente, por lo que nuestro ser (revelado por la posición del Sol) y nuestro aspecto (revelado por la posición del ascendente) son como son.

En otras palabras, ni los planetas, ni las Casas, ni los demás elementos de nuestra carta astral ejercen alguna influencia sobre nosotros: son lo que nosotros somos, no a la inversa.

EL ZODIACO COMO UN ESPEJO

El zodiaco es un espejo. La carta astral es el espejo del individuo; se ha calculado sólo para él.

Así pues, observando cualidades o defectos inherentes a su comportamiento y a su carta astral veremos tal o cual configuración astral que las revelan.

Sabiendo esto, cuando un astrólogo da su interpretación de una carta, no se debe sentir, pues, que el reflejo del consultante (o la imagen de su doble) nos llega deformado. Si se tiene este sentimiento es que la interpretación realizada no es correcta o que el astrólogo interfiere al observar, haciendo intervenir sus propios juicios y valores.

En efecto, tenemos que mostrarnos tolerantes y solidarios cuando realizamos la interpretación de una carta astral. Y, a ser posible, dar una visión objetiva al hacer el análisis y al hacer la síntesis de los elementos inscritos en la carta, aunque sepamos que siempre serán subjetivos, ya que todos somos personas y no objetos.

En realidad, cuando observas tu carta astral te encuentras de pie, cara a cara, frente a un espejo.

Pero en vez de esperar que el espejo te devuelva tu reflejo exacto, se trata de reconocer a tu doble, que está representado por los signos y símbolos inscritos en la carta astral.

Tu cabeza está entonces representada por el Medio Cielo, tu mano derecha por el ascendente y tus pies por el Bajo Cielo.

Dicho de otra manera, en el espejo de tu carta astral tu ojo derecho no mira a tu ojo derecho, ni tampoco tu ojo izquierdo mira a tu ojo izquierdo, sino que es tu ojo derecho el que escruta al izquierdo de tu doble y tu ojo izquierdo que se enfrenta al ojo derecho de tu doble.

Esta precisión es de gran importancia si admitimos que el universo, tal como lo vemos, tal como está representado en el zodiaco, y con mayor motivo en nuestra carta astral, es un universo a la inversa, una especie de doble del mundo visible.




sábado, 18 de enero de 2014

El ascendente y el descendente


El ascendente es el yo, la apariencia externa. El descendente es la unión, la asociación con los demás. Juntos forman la base de la personalidad.

Soy Libra, ascendente Tauro. ¿Qué significa esto? La posición del ascendente se calcula a partir del día, mes, año, hora y lugar de nacimiento, igual que la posición del Sol y todos los astros que figuran en una carta astral. Pero, así como las posiciones del Sol y los astros se indican en las Efemérides día a día, no ocurre lo mismo en el caso del ascendente.

¿Por qué se dice "sale, ha salido o saldrá"? Porque un nacimiento puede producirse tanto de día como de noche, a mediodía o a medianoche, por la mañana o por la tarde. Entonces, es una carta astral, si la hora de la salida del Sol:

Este último es uno de los 360 grados del zodiaco que aparece en el horizonte oriental, en el momento de nacer: se calcula, concretamente, en función de la hora y el lugar de nacimiento. En otras palabras, es el punto exacto del zodiaco donde sale el Sol, ha salido o saldrá, en el preciso instante y según el lugar en que nace una persona.

  • coincide con la hora del nacimiento, el ascendente será el punto preciso del zodiaco donde sale el Sol;
  • es anterior a la hora del nacimiento, el ascendente será el punto preciso del zodiaco donde salió el Sol;
  • es posterior a la hora del nacimiento, el ascendente será el punto preciso del zodiaco donde saldrá el Sol.

El descendente es el punto diametralmente opuesto a este grado, al horizonte occidental, allí donde se pone el Sol, se ha puesto o se pondrá, también según los casos.

En resumen, podemos decir que el punto del zodiaco donde se encuentra el ascendente (salida del Sol) y el del descendente (puesta de Sol) forman un eje que representa el horizonte.

Por ejemplo, el ascendente de una persona nacida en el momento de la salida del Sol siempre se sitúa en el mismo signo del zodiaco que su Sol natal, mientras que el descendente, evidentemente, se encuentra en el signo opuesto. A la inversa, el ascendente de una persona nacida en el mismo instante en que se pone el Sol, siempre se sitúa en el signo opuesto al de su Sol natal que, a la vez, se sitúa cerca del descendente.

¿DE DÓNDE VIENE EL ASCENDENTE?

Los primeros sacerdotes-astrólogos de Mesopotamia no realizaban una carta astral a partir de la hora de nacimiento de una persona en particular, ya que las consideraciones y preocupaciones de entonces no eran individuales, sino colectivas. Mucho más tarde, algunos sacerdotes caldeos emigraron a Grecia llevando consigo notables conocimientos de matemáticas, geometría y astronomía. Uno de ellos, Beroso, historiador y astrólogo, se instaló en la isla de Kos (en el Dodecaneso), donde fundó la primera escuela de astrología, en el siglo II a.C. Pero ¿fue allí donde se aplicó por primera vez el principio de la astrología llamada genetlíaca (aquella que se basa en la posición de los astros en el momento del nacimiento de un individuo)?

Sin duda no, pero a partir de esta época, la dedicación fue plena y, desde aquel momento, en Grecia, el destino del individuo se convirtió en un descubrimiento y preocupación importantes, que marcarían la mentalidad greco-romana, latina y luego la de la Edad Media y el Renacimiento. Hoy todavía se habla de nuestro signo zodiacal y ascendente.

LA IMPORTANCIA DEL ASCENDENTE EN UNA CARTA ASTRAL

Prácticamente, a partir del ascendente (o extremo o cúspide de la Casa I) en el zodiaco se puede averiguar las posiciones de las demás Casas.

De esta manera, se podrá casi siempre definir el físico, el aspecto, los rasgos de la cara, el aire, la forma de andar, a partir de la posición del ascendente del signo, teniendo siempre en cuenta al mismo tiempo la situación del regente del signo donde se encuentra el ascendente.

Por ejemplo, para definir la morfopsicología o el comportamiento físico y moral de una persona con ascendente Sagitario, y comprender su apariencia, hay que tener en cuenta las características del ascendente en esta carta astral, claro está, pero también las que provienen de su regente (Júpiter), que no tendrán el mismo significado según se trate de Géminis, Leo, Escorpio o Capricornio...

Pero su situación en un signo es igualmente importante, porque nos informa del aspecto, la apariencia física y psicológica de un ser o, si se quiere, de su morfopsicología.



miércoles, 15 de enero de 2014

Los 7 astros primordiales y los 3 astros secundarios (III)


JÚPITER

Es la expresión y la manifestación de la alegría de vivir del individuo, el yo expansivo. Una vez afirmado, el individuo aspira a poseer el mundo que le rodea, dando libre curso a su alegría de vivir, abriéndose y gozando de los bienes de este mundo, al tiempo que adopta un estilo de vida y una forma de expresión que le son propios.

SATURNO

Es la expresión y la manifestación de la maduración del individuo, el yo racional y objetivo. El ser toma conciencia de sus limitaciones. Reúne, sintetiza, concentra, interioriza. Madura. Adquiere conciencia de sí mismo, rigor, dominio de los elementos propios de su destino, que distingue de su libre albedrío. Mide las consecuencias de sus deseos y de sus actos. Descubre sus verdaderas motivaciones. Va a lo esencial. Es, al fin, un individuo íntegro.

URANO

Es la expresión y la manifestación del espíritu de independencia del individuo, el yo impulsivo. Consciente de sus límites, este ser es capaz de distinguirse de sus semejantes revelando su individualismo activo, su fuerza de decisión, su autonomía. Puede ahora despegarse de las contingencias y obligaciones morales o sociales. Es dinámico, comprensivo, solidario con los demás. En lo referente al individuo, Urano corresponde siempre a un punto de ruptura entre él y su pasado, que lo deja libre para realizarse, siendo él mismo.

NEPTUNO

Es la expresión y la manifestación del poder de transformación del individuo, el yo receptivo. Gracias a esta receptividad psíquica aportada por Neptuno, el ser va a ser capaz de adaptarse a todas las situaciones. Ahora se encuentra con más posibilidades de hacerlo, ya que se ha convertido en un individuo libre, independiente, íntegro. Por un fenómeno de ósmosis, que resulta a la vez de la identificación y de la diferenciación, se adapta a las corrientes exteriores, hacia las cuales se muestra receptivo. Se transforma gracias a ellas. Descubre en él mismo otra dimensión, una conciencia mucho más amplia y sutil de sí mismo y del mundo, que le permite abarcar y amalgamar la realidad exterior y su vida interior. A partir de entonces, puede tener fe en sí mismo.

PLUTÓN

Es la expresión y la manifestación del potencial de creatividad del individuo, su yo impulsivo. El acto de creación es mágico, instintivo, irreprimible. Llevado por el ciclo de la vida y de la muerte, ofrece la posibilidad de hacer y deshacer, de producir y de destruir. El poder de creatividad del individuo se confronta con el misterio de la vida y de la muerte, de su propia vida y de su propia muerte -a la que conjura creando, produciendo-, y de la cual debe tomar consciencia un día u otro, para aprender a regenerarse o concienciarse.



lunes, 13 de enero de 2014

Los 7 astros primordiales y los 3 astros secundarios (II)


Estrellas, planetas o satélites, los astros tienen un sentido, una identidad, una función. Inscritos en una carta astral, revelan los diversos componentes de la personalidad.

En la jerarquía celeste que rige el zodiaco, el Sol es una estrella, la Luna un satélite; Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno son planetas, como también lo son Urano, Neptuno y Plutón. Y todos son astros.
Por ejemplo, el Sol situado en el signo de Aries, Cáncer o Libra, conserva siempre sus atributos solares, pero se impregna más o menos de las cualidades reveladas por cada uno de estos signos, según si su naturaleza está en afinidad u oposición con ellas.

Pero, Urano, Neptuno y Plutón deben considerarse aparte; pues, si su situación en una carta astral está lejos de ser desdeñable, la información que aportan corresponde más bien al ambito de las corrientes colectivas, mientras que los otros siete indican cualidades propias del individuo como tal.

En cualquier caso, todos tienen significados particulares, distintos, originales, que, según su situación en el zodiaco, se combinan con las cualidades inherentes a cada uno de los 12 signos astrológicos.

De tal modo, un nativo de Aries -cuyo Sol se encuentra en este signo- manifiesta una voluntad activa, impulsiva, entusiasta.

Sin embargo, un nativo de Cáncer está dotado de una voluntad sensitiva, receptiva, dulce, y un nativo del signo de Libra revela una voluntad sutil, equilibrada y contemplativa.

EL SOL

Es la expresión y la manifestación de la voluntad instintiva del individuo, la personalidad en vías de realización. Es la esencia del ser, el núcleo alrededor del cual se estructuran los componentes de su personalidad. La voluntad instintiva es lo que el individuo desea espontáneamente, sin reflexionar, lo que suscita en él afinidades y atracciones, indiferencias y repulsiones.

LA LUNA

Es la expresión y la manifestación de la sensibilidad del individuo, el yo sensible. Con la ayuda de sus cinco sentidos (la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto), el individuo toma consciencia de su personalidad, del mundo que le rodea, que percibe e interpreta a su manera. Así, la imagen que se forja de él mismo y de su entorno es fruto de su imaginación.

MERCURIO

Es la expresión y la manifestación de la inteligencia del individuo, el yo cerebral y subjetivo. Una vez establecido el contacto sensible con el mundo, el individuo lo aprehende, es decir lo toma, lo capta. La imagen se hace idea. La idea se hace espejo. El espejo refleja y devuelve la imagen, suscitando la "reflexión". La inteligencia busca entonces instrumentos que le faciliten la comunicación con el mundo exterior y la relación con los demás. Mercurio es el instrumento de comunicación y de sociabilidad del ser.

VENUS

Es la expresión y la manifestación de los sentimientos y de las motivaciones del individuo, el yo emocional. Ser sentimental es combinar la expresión de los sentidos y la sensibilidad (lo sentido) con la de las actividades cerebrales (lo mental). Sin embargo, si el sentimiento tiene algo de cerebral, el amor es más espontáneo, más instintivo (cualidades solares). El amor pone en movimiento al ser, lo conduce a expresar sus emociones y sus motivaciones.

MARTE

Es la expresión y la manifestación de la afirmación del "ego" y del poder de acción del individuo, el yo activo. Para diferenciarse, el individuo debe afirmarse, imponer sus elecciones, sus iniciativas, actuar. El poder de acción es el instrumento mediante el cual el ser manifiesta su empuje entusiasta hacia la vida, se exterioriza, concreta sus ideas, alcanza sus objetivos, cumple sus promesas, satisface sus deseos.




Los 7 astros primordiales y los 3 astros secundarios


Los siete astros regentes del zodiaco son: el Sol, la Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Son los astros primordiales que componen la jerarquía celeste del zodiaco, tal como la concibió el hombre de la Antigüedad, según un principio sutil y coherente, una interpretación de la composición del universo que, en aquellos tiempos, hubiéramos podido llamar científica. Hay que considerarlos primordiales, ya que son los elementos constitutivos esenciales, los mecanismos fundamentales del zodiaco.

Los tres astros secundarios del zodiaco son: Urano, Neptuno y Plutón, localizados por los astrónomos en los años 1781, 1846 y 1930, respectivamente. En el siglo XX principalmente, y para ser más exactos: los astrólogos los añadieron a los planetas conocidos; pero no tenemos ninguna prueba tangible de que el hombre de la Antigüedad haya conocido la existencia de éstos. Sin embargo, podemos suponerlo por muchas razones; aunque no quede constancia de su presencia en el zodiaco. Ahora bien, se ha de señalar que el zodiaco, tal como fue creado en su origen, no tiene ninguna necesidad de acoplar elementos básicos suplementarios. Urano, Neptuno y Plutón revelan unas informaciones complementarias a las ofrecidas por los 7 astros primordiales. De este modo, Urano ejerce una regencia secundaria sobre el signo de Acuario, junto a Saturno, su regente. Neptuno es regente secundario de Piscis, junto a Júpiter, su regente. Finalmente, Plutón es el regente secundario de Escorpio, junto a Marte, su regente.



sábado, 11 de enero de 2014

Los dioses y los astros


Para el hombre de la Antigüedad, el cielo era la morada de los dioses. Las constelaciones, y luego los astros, se convirtieron en las figuras de estos dioses.

Bajo una aparente inmovilidad, todo se mueve continuamente sobre nuestras cabezas. Este simple hecho, del cual el hombre de la Antigüedad tomó conciencia, y que el hombre moderno supo demostrar científicamente, confirma que en nuestro mundo terreno todo es ilusión. En efecto, creemos ver un cielo perpetuamente idéntico a sí mismo, donde todo parece estar en el mismo lugar; pero si lo observamos atentamente, nos daremos cuenta de que se mueve y se transforma ante nuestros ojos. Suponemos, del mismo modo, que nos encontramos en un punto fijo: con los pies en la tierra. Pero, en realidad, la Tierra gira sobre sí misma y alrededor del Sol, que a su vez se desplaza por la Vía Láctea (nuestra galaxia), la cual, asimismo, avanza en el universo.

DE LAS CONSTELACIONES A LOS DIOSES

Si permanecemos inmóviles en un punto concreto del planeta, nunca veremos girar a la Tierra. Tendremos la impresión de que son el cielo, los astros y las estrellas los que se desplazan alrededor nuestro. 

Imaginemos al hombre de la Antigüedad en esta situación. Este movimiento de los astros, del cual fue un testigo privilegiado, no podía dejarle indiferente. Al ver el cielo "moverse", transformarse ante sus ojos, ora luminoso, ora oscuro, con una cadencia relativamente regular y aparentemente autónoma; al ver la lluvia, la nieve, el granizo, el rayo caer del cielo, pensó, evidentemente, que éste estaba poblado por seres superiores, dotados de un poder sobrenatural. Así nacieron los dioses.
Al observar el cielo, nuestros antepasados vieron en él unas figuras formadas por grupos de estrellas: las constelaciones. A partir de entonces, los dioses tuvieron rostro. Luego, tuvieron nombre.
Una vez individualizados y aislados, se les atribuyó una identidad y cualidades. Cobraron vida, estaban más presentes, más cerca de nosotros y el hombre pudo entonces comunicarse con ellos. El contacto estaba establecido.

DE LOS DIOSES A LOS ASTROS

A partir de entonces resultó evidente que la presencia de uno u otro astro en el cielo, y en un periodo determinado del año, coincidía con la aparición de ciertos fenómenos cíclicos a su vez, que se producían en la Tierra o en la vida social de los individuos. Y es que el hombre siempre ha sentido la necesidad de dar un sentido a su vida. Ejemplos sencillos: la aparición del Sol coincide con la del día, la luz, el calor, la sequedad; la aparición de la Luna es simultánea a la de la noche, la oscuridad, el frío o la humedad... Ahora bien, precisamente a partir de esta bipolaridad luz/oscuridad, de esta cadencia día/noche, fue ideado el zodiaco, esa rueda ficticia inventada por el hombre de la Antigüedad para observar los movimientos de los astros, predecir su aparición o su desaparición, sus influencias y sus probables o fatales consecuencias. Los primeros astrólogos fueron, por tanto, adivinos, es decir, hombres que, gracias a sus observaciones, tenían el poder de adivinar las decisiones de los dioses.



DE LOS ASTROS A LOS HOMBRES

A lo largo de los siglos -ya que todo esto no fue asimilado en un día-, el zodiaco, o el universo de los dioses, fue el espejo panorámico de las ideas, de los sentimientos, de las pasiones divinizadas por los hombres. Así, todo lo que ocurre en el zodiaco, las informaciones que allí se pueden leer y extraer, resultan de nuestras propias proyecciones y de nuestra imaginación, de nuestra conciencia o más exactamente de las de nuestros antepasados, cuyo pensamiento y espíritu están mucho más cerca de los nuestros de lo que podemos creer. Para el hombre de la Antigüedad, entrar en el universo del zodiaco es elevarse al nivel de los dioses, pero sobre todo era entrar de lleno en el territorio del conocimiento inmediato y espontáneo del mundo cotidiano y, de un modo más sutil, más profundo también, de la consciencia individualizada. Entrar en el universo del zodiaco y consultar los astros, es decir, a los dioses es lanzarse al descubrimiento del mundo y de uno mismo.

LA CAPACIDAD DE ADMIRACIÓN

¿Cómo no quedar admirados cuando contemplamos el gran espectáculo de un cielo estrellado? ¿No nos da el cielo la impresión de ser un inmenso océano sin límite, que envuelve a la Tierra, y en cuyas aguas nuestro planeta parece una isla? El hombre de la Antigüedad razonaba de este modo cuando nombraba las Aguas Inferiores, y cuando se imaginaba poéticamente que, en su origen, durante la creación del mundo, las Aguas Superiores y las Aguas Inferiores se disociaron. En las Aguas Superiores, los astros, esas grandes naves del espacio tripuladas por los dioses, viajaban siguiendo las órbitas, o círculos, relativamente inmutables alrededor de la Tierra; se desplazaban en el zodiaco para anunciar, con regularidad, el retorno de fenómenos naturales con los cuales, a lo largo de los siglos, fueron identificados. Los astros adquirieron una identidad. Se les atribuyeron cualidades naturales y luego, humanas que les correspondieron perfectamente.




jueves, 9 de enero de 2014

Signos del zodiaco y las estaciones: otoño e invierno


Guiados por los movimientos de las estrellas en el cielo y por el ritmo de las estaciones de la Tierra, los antiguos crearon el zodiaco, donde se integran los grandes ciclos del universo y de la naturaleza.

Desde el equinoccio de primavera, el 21 de marzo (instante en que el Sol entra en el signo de Aries), hasta el equinoccio de otoño, el 21 de septiembre (momento exacto en que el Sol penetra en el signo de Libra), los días son más largos que las noches. Luego, el proceso se invierte. La Tierra entra en su ciclo otoñal e invernal, durante el cual las noches son cada vez más largas, hasta llegar al solsticio de invierno (el 21 de diciembre), el día cuya noche es la más larga del año.

Como es sabido, este ritmo de calor y frío, y el equilibrio entre ambos, son esenciales para la vida en la Tierra. Muy esquemáticamente, se puede observar que un niño nacido en el período cálido del año, durante el cual el cielo es más benévolo y el clima más suave, no tendrá la misma constitución física ni la misma resistencia que un niño nacido en pleno invierno, cuando la temperatura exterior se encuentra bajo cero. Esta diferencia extrema resultaba probablemente más evidente y observable hace unos cien mil años; pues la vida en la Tierra era entonces más primitiva y la supervivencia de la especie humana dependía estrechamente de sus relaciones con el medio. A partir de estas observaciones, nació el principio de la astrología, que se basa en las estrechas relaciones y las coincidencias reveladas y manifestadas a través de elementos que no tienen vínculos aparentes entre sí, pero que si se los compara pueden entonces asociarse simbólicamente al nacimiento, la existencia y el destino de un ser. Los nombres mismos de los hombres, en las sociedades primitivas, se escogían a menudo según la relación entre el nacimiento del niño y la manifestación de un fenómeno natural o de un hecho extraordinario producido en dicho instante.

EL OTOÑO

Su elemento dominante es la Tierra. El día del equinoccio de otoño la noche vuelve a reinar. Aparentemente, el Sol se aleja de la Tierra; pero en realidad, se trata, naturalmente, de la situación contraria: es la Tierra la que se aleja del Sol en este período del año. Mientras tanto, el astrólogo observa los fenómenos celestes desde nuestro planeta. Se contenta con anotar lo que advierte. Ahora bien, desde el lugar en que se encuentra no ve la Tierra moverse, sino el Cielo. A lo largo de los días otoñales, aumenta el frío. La humedad reaparece. La tierra ya no se muestra fértil como en primavera; pero se hace más receptiva. Aspira a ser fecundada. Todo lo que viene de la tierra ha de volver a ella: tal es el gran principio inmutable de la vida en la Tierra y, en este sentido, se puede decir que se autofecunda. En el otoño, entra en una fase de fermentación, de regeneración. Actúan sus fuerzas secretas, sus recursos y sus riquezas interiores.



Séptimo signo del zodiaco: Libra, segundo signo de Aire

La naturaleza se encuentra en una fase de transición suave. Fluctúa entre los calores del verano, que todavía están cercanos, y la humedad de principios del otoño. El aire seco se humedece un poco más cada día. Mientras que la tierra roturada y labrada reposa, el hombre trabaja en el justo reparto de los frutos que le ha dado: unos atienden a las necesidades vitales, otros vuelven a sembrarse para la siguiente producción. Esta distribución corresponde totalmente a la que hace Libra.

Octavo signo del zodiaco: Escorpio, segundo signo de Agua

Bajo el efecto del frescor creciente, la naturaleza se va despojando de su abrigo verde. Sólo se puede alimentar de ella misma para subsistir. Consume sus bienes más valiosos para regenerarse. Para poder cosechar, es necesario sembrar, acción que implica seleccionar y sacrificar la mejor semilla con el fin de obtener una cosecha abundante. Este último sacrificio realizado para renovarse corresponde a Escorpio.

Noveno signo del zodiaco: Sagitario, tercer signo de Fuego

El frío ya aparece. Sin embargo, la tierra ha sabido conservar en lo más hondo de sí misma la potencia del calor del verano, gracias al cual la semilla se abre. Este calor oculto, invisible en la superficie, es una promesa para el futuro. A partir de este momento, el Fuego se hace continuo e íntimo. Es el Fuego del hogar, alrededor del cual los hombres se reúnen para calentarse cuando se acercan los fríos. Es generoso, tranquilizador, estimula las energías profundas: Es el Fuego de Sagitario, que crea y reúne.

EL INVIERNO

Su elemento dominante es el Agua. Al solsticio de invierno corresponde la noche más larga del año. Bajo el efecto del aire frío, la lluvia se transforma en nieve, la humedad en hielo. Es el reino del agua helada.



Décimo signo del zodiaco: Capricornio, tercer signo de Tierra

El frío sigue penetrando la tierra, hiela su superficie, la endurece. El animal hiberna en su cubil. El hombre se refugia en su casa. La semilla se repliega para sobrevivir al frío mortal. La naturaleza, agredida por la temperatura, pasa a la defensiva. Esa actitud que aísla y obliga a no contar más que con uno mismo es la de Capricornio.

Undécimo signo del zodiaco: Acuario, tercer signo de Aire

Los vientos fríos barren continuamente la superficie terrestre. Las noches se hacen más cortas y la fría humedad de la tierra se empieza a evaporar. El aire está ahora más helado que la tierra. A partir de entonces, la semilla que resistió al frío recobra la vida y arraiga. Mientras tanto, revela su autonomía, gracias a la cual en la próxima primavera podrá surgir de nuevo. Se trata de la expresión de la voluntad de independencia de Acuario.

Duodécimo signo del zodiaco: Piscis, tercer signo de Agua

Los días son más largos que las noches. La temperatura exterior aumenta. Bajo los efectos benéficos del Sol renaciente, llega la época del deshielo. Las aguas fluyen torrenciales. La tierra se carga de humedad. Las aguas freáticas se reconstituyen bajo el suelo. Las fuentes, los arroyos y los ríos crecen..., y a veces se desbordan. La tierra húmeda es intensamente receptiva. Cambian los paisajes. Es la era de las metamorfosis, de la comunión y de la exaltación de las cualidades sensibles de la naturaleza. Es la era de Piscis.




miércoles, 8 de enero de 2014

Signos del zodiaco y las estaciones: primavera y verano


A cada signo, su estación; a cada estación, sus signos. Los 12 signos astrológicos se suceden en el zodiaco al ritmo de la naturaleza.

En el zodíaco, los 12 signos astrológicos se agrupan de 3 en 3, en cada una de las 4 estaciones:

Primavera: Aries, Tauro, Géminis
Verano: Cáncer, Leo, Virgo.
Otoño: Libra, Escorpio, Sagitario.
Invierno: Capricornio, Acuario, Piscis.

Están también agrupados de 3 en 3, según los 4 elementos:

Fuego: Aries, Leo, Sagitario.
Tierra: Tauro, Virgo, Capricornio.
Aire: Géminis, Libra, Acuario.
Agua: Cáncer, Escorpio, Piscis.

Recordemos que el zodiaco, el instrumento del astrólogo, es un sistema de lectura creado por el hombre de la Antigüedad para reunir y codificar sus conocimientos, su visión del mundo y de la vida. Para entender la estructura fundamental del zodiaco, hay que descubrir y señalar las analogías existentes entre cada una de las 4 estaciones del año y cada uno de los 12 signos astrológicos, instalados en el zodiaco a partir de la observación de los fenómenos de la naturaleza.

LOS ELEMENTOS: FUEGO, TIERRA, AIRE Y AGUA

Los componentes fundamentales del universo, que son los 4 elementos del zodiaco, están asociados a los estados de la materia: fuego o incandescencia, tierra o sólido, aire o gaseoso, agua o líquido. También coinciden con los 4 principios: caliente, seco, húmedo y frío, y con los 4 temperamentos: colérico, melancólico, flemático y sanguíneo. Desde Hipócrates (médico griego del siglo V a.C.) hasta Tolomeo (sabio griego del siglo II a.C.), el gran principio de los 4 elementos, que constituyen el zodiaco, y de sus correlaciones, fue aplicado a la medicina y a la astrología. El fuego, que combina el calor y lo seco, es el elemento de Aries, Leo y Sagitario; la Tierra, amalgama del frío y lo seco, es el elemento de Tauro, Virgo y Capricornio; el Aire, compuesto de calor y de lo húmedo, es el elemento de Géminis, Libra y Acuario; finalmente el Agua, mezcla de lo frío y de lo húmedo, es el elemento de Cáncer, Escorpio y Piscis.



LA PRIMAVERA

El Aire es su elemento dominante. La primavera es la estación del despertar, de la eclosión, del renacimiento, de la renovación de la naturaleza. Bajo el efecto del Sol, que calienta la Tierra, y de los días más largos que las noches, en primavera el agua que ha impregnado la tierra durante el invierno se evapora y la humedad desaparece en el aire, que va haciéndose más liviano.

Primer signo del zodiaco: Aries, primer signo de fuego

La humedad se evapora. Los capullos van brotando mientras otros se abren y los tallos de las plantas empiezan a crecer.
En la naturaleza, todo es impulso hacia el futuro, hacia la vida, hacia la luz del sol. ¡Audacia, comienzo, entusiasmo, aparición, son las palabras clave de Aries!

Segundo signo del zodiaco: Tauro, primer signo de Tierra

Bajo el aire que se va calentando, la tierra firme, todavía húmeda, es fértil. La hierba y las plantas se nutren de la sal de la tierra y disfrutan de los primeros efectos benéficos del sol. Es la era de la procreación, de la fecundidad, de la vida sana, generadora y natural, características propias del signo Tauro.

Tercer signo del zodiaco: Géminis, primer signo de Aire

Los días son mucho más largos que las noches. El Sol se eterniza en el cielo. Nos acercamos al solsticio de verano. Las temperaturas son agradables, el aire es ligero. Podemos vagar. Es lo que está haciendo la naturaleza, que ofrece su gran espectáculo de floración, cuya variedad corresponde perfectamente al signo de Géminis.

EL VERANO

El Fuego es su elemento dominante. En el solsticio del verano, el primer día de esta estación, el sol se halla en su cenit. Cuenta el verano con los días más largos del año. Sus benéficos rayos favorecen el crecimiento de la naturaleza, y la tierra puede ofrecer sus riquezas.

Cuarto signo del zodiaco: Cáncer, primer signo de Agua

A partir de ahora, la tierra se va secando. El agua del invierno se ha evaporado totalmente. La tierra tiene sed. El agua de la superficie terrestre (océanos y ríos) se recalienta. La naturaleza necesita frescura, ternura, placidez..., todas estas características pertenecen a Cáncer.

Quinto signo del zodiaco: Leo, segundo signo de Fuego

La tierra está seca. El aire quema. Los fulgores del Sol ofrecen toda su potencia. Las flores y las frutas están maduras, impregnadas de sus rayos. Podemos recógelas. La naturaleza es rica, generosa y la cosecha abundante, calificativos que atribuimos a Leo.

Sexto signo del zodiaco: Virgo, segundo signo de Tierra

El sol ya declina. Los días se hacen más cortos. Es la época de la vendimia, del almacenamiento de las cosechas. La tierra recupera sus derechos: se ara, se poda, se labra. Reconocemos, aquí, el sentido del orden y las facultades de discernimiento y previsión propias del signo de Virgo.



martes, 7 de enero de 2014

Constelaciones, signos del zodiaco y calendario


En el gran decorado del cielo y de las estrellas, los hombres vieron y dibujaron figuras y símbolos. De esta manera, y gracias a su fértil imaginación, nacieron los 12 signos del zodiaco, a partir del cual establecieron el calendario.

Se ignora el origen exacto del zodiaco, pero se sabe que se sitúa hacia finales del milenio V a.C., en Sumeria. En cambio, no hay dudas en cuanto a la universalidad del principio del zodiaco, cuyo símbolo, una rueda dividida en 12 sectores iguales, está presente en todas las civilizaciones y en todas las épocas, en los cinco continentes.

LAS CONSTELACIONES

El telón de fondo del zodiaco está formado por las constelaciones.

Se sabe hoy que nada está fijo en el universo. Pero, visto desde la Tierra, no se puede negar que algunos astros aparentan o crean la ilusión de una cierta inmovilidad.

Siguiendo el ritmo de las estaciones, y a lo largo de los años y de los siglos, el mismo cielo estrellado vuelve a aparecer de manera cíclica e inmutable ante nuestros ojos.

Fue, pues, sobre este telón de fondo formado por constelaciones donde los sacerdotes astrólogos de Sumeria pudieron observar, seguir y medir los movimientos "aparentes", primero de la Luna -evidentemente, las estrellas son sólo visibles por la noche- y luego los del Sol, aunque mucho más tarde.

De esta manera se distribuyeron las constelaciones en 28 sectores correspondientes a las 28 fases mensuales de la Luna. La primera rueda zodiacal, o zodiaco de las constelaciones, fue constituido a partir de las fases lunares.

Más tarde, y basándose en la estrella Sirio, situada en la constelación del Can Mayor y cuya luminosidad es la más potente que se puede observar desde la Tierra, crearon un gran arco (Sirio significa la estrella del arco), alrededor del cual se desplazaba el Sol.

Se trata de representaciones simbólicas, que evocan animales o personajes míticos y que seguramente fueron imaginadas por los sacerdotes astrólogos de Mesopotamia, a partir de un grupo de estrellas fijas.

ZODIACO DE LOS SIGNOS Y ZODIACO DE LAS CONSTELACIONES

Aunque el zodiaco de los signos astrológicos haya sido creado sobre el telón de fondo de las constelaciones, no debe confundirse con el zodiaco de las constelaciones. Es cierto que, a lo largo de la era de Aries, es decir durante más o menos los dos milenios anteriores a nuestra era, se tendía a confundir los dos zodiacos. Sin embargo, hoy se sabe que en el zodiaco de las constelaciones figura la franja de las estrellas visibles que rodea a la Tierra, mientras que en el zodiaco de los signos astrológicos figura la posición relativa entre el Sol y la Tierra.

LOS ORÍGENES DE LOS SIGNOS DEL ZODIACO

Sin lugar a dudas, fue hacia principios del milenio II a.C. cuando se creó el zodiaco.

En efecto, se encuentran rastros de éste en las tablillas caldeas del siglo XII a.C. Cada signo del zodiaco, correspondiente a un mes del año, estaba representado por uno de los 12 símbolos que hoy se conocen, con ciertas variantes, y que informaba sobre los mitos y las creencias ancestrales que presidieron la creación del zodiaco.

A partir del movimiento aparente del Sol dentro de los 360 grados de la rueda zodiacal, se creó el año zodiacal o solar. Desde entonces, se ha podido fácilmente dividir el año en 12 partes de igual duración -los meses-, siguiendo los desplazamientos del Sol de un sector del zodiaco a otro. Puesto que cada signo forma un ángulo de 30 grados, y el Sol recorre 1 grado por día, cada mes zodiacal fue del mismo modo dividido en 30 días.

Los astros que constituyen la jerarquía celeste y divina, y que se desplazan en el universo del zodiaco, son siete: el Sol, la Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno.

A cada uno de ellos se le atribuyó un día y, juntos, formaron los siete días de la semana.

¿DE DÓNDE PROVIENEN LOS SIGNOS DEL ZODIACO?

Se trata de 12 figuras simbólicas, que los hombres de la Antigüedad imaginaron al observar los grupos de estrellas. Vieron formas, dibujos, caras, seres naturales y sobrenaturales a partir de los cuales constituyeron, a lo largo de los siglos, una jerarquía celeste y un bestiario divino. Estos grupos de estrellas se convirtieron en constelaciones, de las cuales 12 forman el zodiaco, palabra griega que significa "círculo de animales y almas".



lunes, 6 de enero de 2014

El zodiaco (II)


LAS PRIMERAS REPRESENTACIONES DEL UNIVERSO

Entre los milenios IV y III a.C., en la época sumeria -durante la cual fueron establecidos los primeros sistemas astrológicos-, se concebía el Universo como una inmensa bola vacía compuesta de dos hemisferios, y cuyo centro era la Tierra; por encima se hallaba el Cielo y por debajo el Infierno. Según esta interpretación del mundo, los antiguos mesopotámicos imaginaron que los dos hemisferios se unían en la línea del horizonte, donde se fundían el Cielo y las aguas de las cuales emergía la Tierra. Según este criterio y desde su perspectiva, las estrellas y los planetas se desplazaban desde lo Inferior hacia lo Superior y desde lo Superior hacia lo Inferior, por encima y por debajo del plano del horizonte de la superficie del mar, en esta enorme bola del universo en cuyo centro estaba ubicada la Tierra. ¡Ciertamente, la imagen de esta esfera nos hace pensar en el zodiaco!

EL ZODIACO, LA HERRAMIENTA DEL ASTRÓLOGO

La controversia que enfrenta con frecuencia a astrónomos y astrólogos contemporáneos se basa a menudo en la estructura misma del zodiaco y en su posible falta de rigor científico.

Astronómicamente, es cierto que los signos del zodiaco a los cuales nos referimos no están situados en un lugar preciso. De hecho, nada es inmutable bajo la bóveda celeste. Así, el punto de partida del zodiaco de la Antigüedad ya no se corresponde exactamente con el que podemos observar hoy en día. En el mismo zodiaco hay una diferencia de algunos grados. Pero este hecho no debe ser considerado como una restricción ni debe conducirnos a replantear los fundamentos básicos del zodiaco, ni el sistema astrológico creado por nuestros predecesores.

Es conveniente considerarlo únicamente como un entramado de datos de lectura, una herramienta útil para la observación del desplazamiento de los astros y necesaria para averiguar su ubicación en un momento dado. Debemos considerarlo siempre, y a pesar de las imprecisiones que se le puedan achacar, como una herramienta útil del astrólogo sin dejar de olvidar que no existe.



domingo, 5 de enero de 2014

El zodiaco


Para comprender cómo nació el zodiaco, es necesario impregnarse de la mentalidad del hombre de la Antigüedad, que consideraba la naturaleza, el cielo y la tierra como un gran libro abierto cuyos signos debía aprender a interpretar.

El zodiaco es un círculo de 360 grados, compuesto de 12 sectores iguales, de 30 grados cada uno, que son las 12 casas de los 12 signos astrológicos.

En el interior de este círculo ficticio y perfecto, imaginado y colocado alrededor de la Tierra por los hombres de la Antigüedad, se mueven los planetas.

EL ZODIACO Y EL CALENDARIO

Cada signo del zodiaco está situado dentro de uno de los 12 sectores mencionados, conforme a un orden cronológico establecido por el ritmo de las estaciones y por los ciclos del Sol y de la Luna. En efecto, quienes crearon los calendarios -relojes del mundo antiguo- observaron y midieron los ciclos del Sol y de la Luna, es decir, los movimientos repetitivos y relativamente inmutables, que el astro rey, aparentemente, y el satélite de la Tierra realizan alrededor del planeta.


Los calendarios solares y lunares

El calendario solar egipcio estaba dividido en 360 días agrupados en 12 meses de 30 días cada uno. El zodiaco, establecido también según el aparente movimiento del Sol alrededor de la Tierra, estaba por tanto formado por un círculo perfecto de 360 grados. Cada grado del zodiaco correspondía, de este modo, a un día del año solar.
Por otra parte, los caldeos, en el siglo VIII a.C., ya dividieron el día en 12 partes iguales de 2 horas cada una a partir de la salida del Sol. Finalmente, los hebreos dividieron la semana en 7 días, creando de este modo un calendario al tiempo solar y lunar, es decir, establecido según los movimientos aparentes del Sol alrededor de la Tierra y según las fases de la Luna.

EL MAPA CELESTE

El zodiaco es, de este modo, una tabla de coordenadas, un instrumento de medidas creado para observar, seguir y situar los fenómenos celestes que se producen alrededor de la Tierra. En el interior de los 12 sectores del zodiaco, agrupados de 3 en 3 durante cada una de las 4 estaciones del año, podemos fijar un instante preciso de un cielo siempre en movimiento si colocamos con exactitud los planetas y las estrellas. De este modo, podemos elaborar un mapa celeste como si fuera una fotografía del cielo, tomada en un momento determinado observado por el astrólogo. Por otra parte, como el zodiaco está formado por un círculo perfecto de 360 grados que rodea a la Tierra, nos ofrece una visión panorámica del cielo.
Es decir, esto significa que se estudia tanto el cielo visible -el que podemos observar a simple vista o ayudados por un telescopio- como el que simultáneamente se encuentra en el hemisferio opuesto de la Tierra y que, por supuesto, no podemos ver. ¡Al configurar un mapa celeste con la ayuda del zodiaco, el astrólogo actúa exactamente como si tuviera un sexto sentido!



¿PARA QUÉ SIRVE EL ZODIACO?

El zodiaco no existe. En efecto, si levantamos la cabeza y miramos el cielo a cualquier hora del día o de la noche, no veremos zodiaco alguno.
Observando el cielo y los movimientos cronométricos de los astros con regularidad, el hombre de la Antigüedad concibió el zodiaco como un anillo colocado entre la Tierra y el Sol, en cuyo interior se podía ver cómo se desplazaban y circulaban los astros, es decir, las estrellas y los planetas.
Gracias a esta genial invención, podía observar y medir los desplazamientos de los astros al mismo tiempo. En cierto modo, podemos decir que el zodiaco le hacía conocedor, no del cielo en profundidad, sino de los movimientos que los astros producían continuamente, aunque éstos no fueran observables a simple vista o en un tiempo presente. Ayudándose de este instrumento que es el zodiaco, pudo "predecir" con certeza la llegada de tal o cual astro, en un determinado momento del año, en uno u otro sector del cielo y, por lo tanto, en un sector determinado del zodiaco, ya que los movimientos celestes presentan una regularidad cronométrica a lo largo de los siglos. De este modo, lo que un antepasado observó, midió y codificó en un momento preciso, podía hacerse y comprobarse uno, dos o tres siglos más tarde. ¡Hoy en día puede todavía confirmarse la exactitud de algunos fenómenos celestes que fueron observados hace al menos cinco mil años! Desde entonces, afirmando la simultaneidad, por una parte, de la aparición de un astro en un sector del cielo y del zodiaco y, por otra, de la manifestación de uno o varios fenómenos naturales en la Tierra o en su entorno inmediato, el hombre de la Antigüedad pudo prever los fenómenos mencionados y anticipar de forma lógica todas sus consecuencias sobre la naturaleza o sobre su propio espacio vital.
Así pues, y poco a poco, el hombre comprendió los elementos de la naturaleza y fue capaz de mejorar todos los campos de su vida sobre la Tierra.
Evidentemente, se trataba de una ambición científica, estimulada por un afán de conocimiento y por una finalidad práctica.