miércoles, 30 de junio de 2021

Las vidas anteriores

 

¿Tenemos una o varias vidas? ¿Estamos todos destinados a nacer, morir y renacer? ¿De dónde vienen las creencias en vidas anteriores?

Un cuerpo sin alma es algo monstruoso para nosotros. Tenemos miedo a la muerte y sobre todo a su representación física, material o espiritual. Solo hay dos perspectivas  que nos consuelan y nos hacen soñar: la supervivencia de nuestras almas después de su paso por la Tierra y los postulados de la reencarnación, tal como creemos conocerlos. En efecto, gracias a estas dos hipótesis esperamos y consideramos que nuestra alma se encarnará en este mundo y en otras épocas, que ya se ha reencarnado varias veces en el cuerpo de un hombre o una mujer y que adoptará todavía otras envolturas corporales después de la experiencia demasiado breve de nuestra vida actual. Sin embargo, dichas creencias son falsas.

REENCARNACIÓN Y METEMPSICOSIS

Ciertamente, desde la más lejana antigüedad hay testimonio de las creencias en los movimientos y desplazamientos del alma (metempsicosis), de la existencia del alma y su supervivencia fuera del cuerpo de carne y hueso. Se dan en civilizaciones diversas, entre muchas de las cuales no ha habido ningún contacto, transitará o relación. Para los hombres de la antigüedad (sumerios, egipcios, hebreos, griegos) o los doctrinarios de la teoría de la reencarnación (budistas, tibetanos, hinduistas) el alma está solo de paso en esta vida, viene de otro sitio, transitará al más allá y volverá, este ciclo de vidas sucesivas se considera una prueba, una condena eterna, una manipulación dirigida por dioses perversos, ángeles caídos y divinidades que han tomado poderes que no le pertenecen.

EL KARMA



Tanto para los hinduistas como para los budistas, lo que somos, nuestra existencia actual, el medio geográfico, social y cultural en el que nacemos, nuestras cualidades, debilidades, dones, limitaciones, nuestra parte del destino y la de la nuestro libre albedrío, está todo escrito en nosotros desde que nacemos y es el resultado de nuestros actos pasados, cometidos en vidas anteriores. De la misma forma, nuestros pensamientos y actos presentes están contados, están escritos en nosotros y condicionarán nuestra o nuestras vidas futuras, nuestra o nuestras siguientes reencarnaciones. Según esta teoría, es evidente que no estamos en esta Tierra por primera vez, pero también queda patente que existe una especie de Justicia inmanente que sopesa el bien y el mal realizados durante cada una de las reencarnaciones y nos gratifica o no, según el caso. Por otro lado, señalemos que la creencia en la resurrección de los cristianos está muy cerca de las doctrinas de la reencarnación, tal como se anuncian en el hinduismo. Así, la Logion (o sentencia) 41 de Jesús en el Evangelio según Tomás -del que sabemos ahora que se trata del Evangelio original donde se inspiraron los cuatro evangelistas- enseña "... al que tiene en su mano se le dará, y a quien nada tiene, hasta lo poco que tiene, se le quitará".

¿QUÉ ES EL KARMA?

Según el hinduismo, hay una "ley de la causalidad según la cual toda acción (karma) tiene una o varias causas y produce uno o varios efectos o frutos (phala)". Entonces, el vínculo entre karma y phala es comparable al de la causa y el efecto. No se puede evitar hacer el paralelismo entre este principio del karma y una ley física enunciada por Newton, según la cual "la acción y la reacción son iguales y opuestas y van siempre juntas". No hay que decir que después de esta ley, se concibió y fabricó el motor a reacción. El concepto de karma también se puede asociar a la idea de pecado, tan popular en la cultura judeo-cristiana -y que como sabemos actualmente proviene de unos relatos mitológicos mesopotámicos-, y al principio de la herencia genética y psicológica, demostrada por la ciencia moderna. En efecto, en todos los casos, aparece la idea de un capital o potencial adquirido. Del mismo modo, para el astrólogo, el karma o el destino de un ser está escrito en su carta astral. Ahora bien, si está escrito en sí mismo, tiene que salir de algún sitio. Para las teorías de los hinduistas está todo claro: "Según la ley del karma, todo lo que nos afecta hoy, para bien o para mal, es el producto de un encadenamiento de causas de las que hemos sido más o menos responsables, un encadenamiento que empezó incluso antes de nuestro nacimiento en esta vida. Y, asimismo, todo lo que hagamos hoy, tendrá sus consecuencias, sea en esta vida, sea en una o varias vidas futuras", ha escrito el estudioso del hinduismo Jean Herbert.

¿QUÉ PODEMOS HACER CON NUESTRAS VIDAS ANTERIORES?


¿Debemos especular sobre nuestras vidas anteriores o futuras?

Recordemos a la mujer de Lot, el sobrino de Abraham, que se instaló en Sodoma en el valle del Jordán, con su marido e hijos. Huyendo de esta ciudad y desafiando los consejos de su marido, que había sido advertido por el ángel de Yahvé, la mujer se giró para ver Sodoma en llamas y se convirtió en estatua de sal.

A partir de esta leyenda obtenemos la conclusión de que nunca es bueno para el hombre o la mujer recrearse en su pasado.

Aun temiéndolo, se trataría tan solo de nostalgia. Por otro lado, si la noción de karma implica que todo lo que fuimos en el pasado está escrito en nosotros, entonces, todo el bien que hemos hecho y el mal que hemos cometido, lo que somos hoy es una síntesis viviente de todo ello.

 

miércoles, 23 de junio de 2021

El cuerpo astral

 

Remitiéndonos a las fuentes de la creación del cuerpo astral, nos encontramos con la primera aparición del ángel

A menudo oímos a algunas personas hacer alusión a su cuerpo astral que, según sus testimonios,  y los tiene la facultad de separarse de su cuerpo físico y desplazarse en el espacio, a veces, incluso, en el tiempo.

Algunos también pretenden que tienen la capacidad de utilizar su cuerpo astral cuando quieren, simplemente poniéndose en condiciones de hacerlo. Otros, con los pies más en el suelo, sonríen o se burlan de esas afirmaciones, que no se toman en serio.

Pero muchos creen en este tipo de experiencias, aunque no las hayan vivido. Según un sondeo hace algunos años, el 57% de las personas preguntado creía en la existencia de un cuerpo astral y el 82% de ellas estaba convencido de que hay misterios que la ciencia nunca conseguirá resolver ni explicar. Lo creamos o no, debemos admitir que, desde siempre, el hombre sueña a menudo que vuela como un pájaro -se trata de un sueño recurrente y al mismo tiempo común a todos y que tenemos al menos una vez en la vida-, y los hombres voladores siempre han frecuentado nuestra imaginación.

Y aunque, hoy en día, nos haga sonreír el ver en viejas copias de películas de principios de siglo XX a hombres que, identificándose con Ícaro, se tiran desde lo alto de edificios o de montañas, encaramados en un complicado aparato provisto de alas para intentar volar, al mismo tiempo no hemos parado hasta ver realizada la hazaña de construir máquinas elaboradas con una tecnología de lo más sofisticado. Estas últimas no nos permiten realmente volar con nuestras propias alas, pero de todas formas, nos permiten volar y desplazarnos a velocidades impensables, desde un punto a otro del planeta, en un tiempo relativamente corto. Y lo que es más, hemos visto volar tantas veces a Superman o a Batman en las pantallas de cine y de televisión, que casi no nos sorprendería ver volar a un hombre realmente sobre nuestra casa o ante la ventana de nuestro hogar situado en el décimo piso de una torre de hormigón. Por lo tanto, pensándolo bien, la existencia de un probable cuerpo astral  no nos parece tan inverosímil.


¿DE DONDE VIENE LA CREENCIA EN UN CUERPO ASTRAL?

Probablemente las fuentes de la creencia en el alma, en la muerte y en el renacimiento, residan en la cábala, en algunos textos del Talmud de Babilonia en primer lugar y luego en el Sefer ha Zohar, más conocido por la sencilla apelación Zohar o Libro del esplendor, que data del siglo XIII de nuestra era. En las obras de los cabalistas descubrimos la noción de tselem o cuerpo astral, una esencia espiritual que todo hombre nacido en este mundo y que vive en la Tierra posee. Según estas nociones y creencias propias de los cabalistas, durante la concepción del feto por parte de la mujer, es decir, en la vida intrauterina, el ser que va a nacer será capaz de "ver" su futuro cuerpo, es decir, la cubierta corporal en la que su alma se encarnará.

Existirá y subsistirá después como una especie de sosia espiritual, que sería el semejante idéntico de su cuerpo físico y temporal. Este cuerpo astral, entonces, será el modelo divino sobre el cual el futuro ser realizará su propio cuerpo humano.

DEL CUERPO ASTRAL AL CUERPO DEL ÁNGEL


Así es como algunos seres, tal vez más iluminados que otros, o sencillamente porque su visión de la realidad estaba fuera de la normalidad y era diferente de la que todos tenemos en común, fueron dotados de la capacidad de ver lo que entonces se denominó cuerpo de luz, cuerpo divino, cuerpo glorioso y, finalmente cuerpo astral.

Señalemos que la creencia en la existencia de ángeles se basa en este mismo principio.

En efecto, algunos seres que han vivido la aparición o la revelación de este sosia o doble luminoso de su propio cuerpo físico a plena luz, no en sueños -sosia con capacidad para desplazarse en el espacio en total libertad-, vieron en él el rostro y el cuerpo del ángel tal como se lo imaginaban.

Los testimonios de seres que han tenido experiencias extraordinarias se van confirmando a través de los siglos, así los occidentales de la Edad Media creían en la existencia real, o más exactamente supra-real, de ángeles que vivían en otra dimensión, en otro cielo intermediario entre Dios y los hombres, y que desempeñaban el papel de mensajeros de la palabra divina, de protectores y de iniciadores de hombres y mujeres.

Por eso, el cuerpo del ángel y el cuerpo astral hacen uno solo, y el ángel no es otra cosa que nuestro sosia, nuestro doble, nuestro modelo divino. Según los cabalistas, cuando contemplamos el ángel, nos estamos contemplando nosotros mismos.

Ahí encontramos una creencia común a todas las civilizaciones y religiones del mundo: este mundo es un producto de nuestra visión, de la mirada que proyectamos sobre el mismo. Desde el momento en que dejamos de verlo, ya no existe.

Pero, entonces, es lícito que nos preguntemos: si este mundo no existe, ¿qué es lo que existe? Para los cabalistas la respuesta es: no hay ninguna diferencia entre un soñador y su sueño. Forman uno solo. Tal como dejó escrito el novelista Thomas Mann: "Podría ser que la acción de soñar formara un todo donde el sueño y su interpretación resultan inseparables; y el soñador y su sueño solamente son distintos en apariencia, en realidad, son intercambiables y hacen uno solo, puesto que ambos forman un todo".

LA CONSTITUCIÓN DEL CUERPO ASTRAL

Según la antigua tradición, el cuerpo humano está compuesto de tres cuerpos: el cuerpo físico, el cuerpo etéreo, constituido de cuatro éteres o fluidos sutiles, y el cuerpo astral. Este último estaría formado de una cubierta ovoide difusa, presa de torbellinos incesantes, remolinos fulgurantes que a veces se aceleran, según los pensamientos, sentimientos, emociones, deseos y humores del ser en cuestión. Tendría 7 puertas de percepción, que se sitúan exactamente en los puntos de los chakras.


miércoles, 28 de abril de 2021

La reencarnación a través de los tiempos: el budismo y el fin del deseo, del sufrimiento y de los renacidos

 

El deseo engendra sufrimiento. Abolir el deseo es eliminar el sufrimiento. Y cuando desaparece el sufrimiento se vence el deseo de renacer.


Cuando Buda nació en la India, en el siglo VI antes de nuestra era, la jerarquía de las castas se encontraba en pleno apogeo, con todas las desigualdades, injusticias sociales, económicas, humanas y los excesos que ésta conlleva. Algunas de ellas todavía existen actualmente.

En efecto, si aplicamos la ley de la transmigración de las almas de forma sucinta y esquemática a la vida social y pública de los hombres, haciendo intervenir las nociones de poder y privilegio, queda patente lo fatal de que se engendren desigualdades flagrantes, justificadas por creencias que algunos siempre han aprovechado para imponer sus leyes, sus deseos y satisfacer sus ambiciones, sin tener en cuenta las necesidades de los demás. En la India y en Asia, así como en Occidente y en todas partes, la corrupción de ciertas ideas potentes que pudieran aligerar el peso de la existencia de los hombres fue moneda corriente.

LOS 3 ELEMENTOS FUNDAMENTALES QUE RIGEN EL NACIMIENTO DE UN SER

No vamos a contar la vida de Buda, cuyo relato histórico se mezcla con la leyenda, sino lo que su advenimiento revela y aporta en las concepciones "reencarnacionistas", que tanto atraen a los occidentales  hoy en día.

Nos fijaremos primero en un punto concreto que, aunque a menudo se ha dejado de lado, nos parece de la mayor importancia en una época en que manipulando los genes de embriones humanos nos atribuimos el derecho de poder escoger incluso el seo del bebé que nacerá, esto cuando no nos planteamos generar seres con un patrimonio genético totalmente idéntico.

Así, según el budismo hay tres elementos primordiales que rigen el nacimiento de un ser: los embriones que, por una parte, son los espermatozoides y, por otra, los óvulos, pero todavía hay un tercer embrión del todo impalpable, y que ningún científico ha logrado aislar, y con razón. Este embrión invisible se considera, podríamos decir, un embrión kármico, es decir, portador de este conjunto de factores que determinan, o más exactamente, que en un ser determinarán las consecuencias, buenas o malas, según el caso, que deberá sufrir durante su próxima vida o reencarnación, a causa  de los actos, también buenos o malos, que cometió en el pasado en reencarnaciones anteriores.

De manera que si nos referimos a esta creencia Budista, inspirada en un mito hindú, se trata de un factor que siempre escapará a los genetistas: el gandharva, lo que aquí llamamos embrión kármico y que, en la India, primero fue entendido como divinidad reveladora de los secretos celestes y de la verdad divina.

Apsaras o divinidades femeninas

Originariamente, en la India, los gandharvas formaban un conjunto de divinidades, de las cuales no todas eran benévolas. Algunas podían ser demonios: "Así pues, los gandharvas, que a menudo se llaman los músicos celestes y su representación, con las apsaras (divinidades femeninas y ninfas celestes), en el cielo, por encima de los Dioses encarnados, tienen un papel complejo. Por una parte, bailan, cantan y tocan varios instrumentos para placer de los Dioses; son hábiles médicos y tienen cierta influencia en el movimiento de los planetas. Por otra parte, a menudo se les asocia con los peores asuras (demonios); emboscados en las palmeras, a veces se arrojan sobre los humanos y penetran en ellos, de manera que es extremadamente difícil practicar su exorcismo". cuenta el estudioso del hinduismo Jean Herbert.

Asuras o demonios

Como vemos , a partir de una creencia en ciertos espíritus, benéficos o maléficos, capaces de entrar en el cuerpo de un hombre o una mujer  en cualquier momento, pero sobre todo cuando estos últimos se sienten débiles y ansiosos por apoderarse de ellos -creencia que encontramos en todas las religiones de la Antigüedad y más antiguas todavía-, el budismo ha terminado por unirse a una especie de interventor misterioso que rige los renacimientos cada vez que un hombre y una mujer engendran un ser humano en la Tierra.

Según la doctrina búdica, se trata del mismo elemento que interviene en el instante de la muerte, separando los espíritus de la Tierra (que vuelven al Cielo).

LOS 4 PRINCIPIOS DE LA LIBERACIÓN DEL ALMA


Pero, siempre según esta creencia, el hombre está sometido al flujo de los renacimientos perpetuos y parece condenado a nacer, vivir, sufrir, morir y renacer hasta el infinito.

Para escapar a ello, valga la expresión, Buda enunció Cuatro Nobles Verdades, que enumeran 4 grandes principios,los cuales favorecen el advenimiento de la liberación del alma humana o del espíritu, que dejaría de ser condenado a verse arrastrado a la rueda de los renacimientos.

La primera Verdad es la llamada Duhkha o verdad del dolor. Demuestra que la vida en la Tierra es solamente una suma de sufrimientos e insatisfacciones: se sufre el día que se nace, se sufre por enfermedad y se sufre el día de la muerte. Nuestros cinco sentidos nos hacen sufrir, puesto que todos conocemos la privación, la falta, la separación, el hambre, la sed, el frío, etc.

La segunda Verdad es la que se llama Samudâya o verdad de la aparición del dolor. Revela que la causa de todos los sufrimientos se encuentra en el deseo, que busca satisfacciones, las cuales engendran nuevos deseos, y así sucesivamente en un encadenamiento interminable que condena a los seres al samsâra o ciclo de renacimientos.

La tercera Verdad es la llamada Nirodha o verdad del cese del dolor. Es la demostración de que la eliminación del deseo en todas sus formas pone fin al sufrimiento y a todos los sufrimientos humanos.

La cuarta Verdad es la llamada Ashtangika-Mârga o Noble Sendero Octuple, que los budistas llaman sencillamente la Vía o el Sendero y que da accesibilidad a los 8 caminos que permiten al hombre librarse definitivamente del sufrimiento.

Estos 8 caminos son:
  • la comprensión perfecta de las Cuatro Verdades Nobles,
  • el pensamiento perfecto o voluntad de renuncia y benevolencia,
  • la palabra perfecta o voluntad de no mentir nunca, 
  • la acción perfecta o voluntad de actuar bien y por el bien,
  • los medios de existencia perfectos o voluntad de no perjudicar jamás a los demás seres vivientes,
  • el esfuerzo perfecto o voluntad de cultivar en uno mismo lo que es sano,
  • la atención perfecta o voluntad de estar atento a todo lo que pasa en uno mismo, tanto en el propio cuerpo como en el espíritu,
  • la concentración perfecta o voluntad de recogerse.


miércoles, 21 de abril de 2021

La reencarnación a través de los tiempos: el hinduismo y la transmigración de las almas


Renacer eterna o infinitamente en la Tierra hasta que ésta desaparezca es un poco lo que propone la doctrina hindú.


En la India -una de las cunas de nuestra civilización junto con Sumeria, en Mesopotamia, y Egipto- es donde encontramos la más bella, la más inspirada y tal vez también la más antigua creencia en la reencarnación. Se concreta en la noción de samsâra, que significa literalmente "migración", y constituye el ciclo perpetuo, pero no eterno, de la vida, entendido desde el nacimiento al renacimiento, pasando por supuesto por la existencia y la muerte física.

De este  ciclo, según la doctrina  hindú, no escapa ningún ser viviente de la Tierra. Vida después de la vida, los hombres son sometidos a dicho ciclo mientras no son conscientes de que hacen uno solo con Brahmâ, dios creador del universo y de la vida, el equivalente de Yahvé para los hebreos, que no debemos confundir con "brahman", que es un principio de absoluto, una representación de lo que en Occidente llamamos el Todo, es decir, la Realidad suprema, inmutable, eterna y no dual, que no puede ser concebida ni percibida intelectual o racionalmente. Con el Aleph encontramos, de nuevo, un principio equivalente en la cábala.


LAS FUENTES DE LA CREENCIA EN LA TRANSMIGRACIÓN DE LAS ALMAS

¿Cuántos hombres y mujeres creyeron que no estaban en la Tierra por primera vez, que ya habían vivido y que volverían a vivir en ella? Es algo que nos cuesta imaginar. Y sin embargo, como siempre en la historia de la humanidad, en la que casi siempre todo se explica de forma sencilla, hubo un acontecimiento, una  circunstancia, un fenómeno que se produjo en algún momento y que fue el origen de las bases mismas de esta creencia.

En efecto, nuestros antepasados siempre tuvieron buenas razones para creer en ello.

Al preguntarnos sobre el tema, de entrada observamos que la noción de karma -es decir, el acto físico o psíquico, siempre según el hinduismo-, tal como nosotros los occidentales la percibimos y tal como fue integrada en nuestra interpretación de la transmigración de las almas y en nuestras propias creencias en la reencarnación, no tiene nada que ver con la admitida en la India.

De manera que el karma, en sus orígenes, no estaba en absoluto relacionado con eventuales renacimientos. En los Vedas no se hace ninguna alusión a la reencarnación ni al ciclo del nacimiento, de la vida, de la muerte y del renacimiento. Ahora bien, los Vedas son los textos más antiguos de la India arcaica. Los primeros datan aproximadamente del año 1600 antes de nuestra era. Los 7 Rishis, es decir, los videntes, visionarios, profetas, santos y poetas que, según la leyenda mítica hindú, tuvieron la revelación de los Vedas y fueron sus autores inspirados, componían los himnos y los mantras de los Vedas -nombre que, en sánscrito, significa "saber, doctrina sagrada".

Al mismo tiempo, en Sumeria aparecían los primeros tratados adivinatorios y nacía la hemerología, es decir, la adivinación a través del calendario de días fastos y nefastos, y los egipcios colocaban las bases del Libro de los muertos, el libro sagrado de todo el antiguo Egipto. En estos primeros textos sagrados de la India, pues, el karma se considera el acto o conjunto de actos que se cumplen, de los cuales derivan, evidentemente, consecuencias inevitables. Pero en ningún sitio se hace mención al "precio a pagar", según la noción tan apreciada por los occidentales.


En realidad, habrá que esperar hasta el siglo VIII antes de nuestra era aproximadamente, es decir, casi ocho siglos, para presenciar la aparición de un nuevo principio: el encadenamiento de causas y efectos que producen los actos p, si se prefiere, el hombre y sus actos, que hacen uno solo. Aunque celebre sacrificios a los dioses y se aplique mil y una penitencias, la causa produce em él el mismo efecto, nada cambia jamás. ¿Si los dioses no pueden hacer nada para salvar al hombre, quién sino él mismo podrá hacerlo obrando, actuando y comportándose de manera que pueda abandonar este ciclo infernal e infinito de nacimiento, vida, muerte y renacimiento?

Pero fue sobre todo entre los siglos V y II de antes de nuestra era cuando los poemas de la Bhagavad-Gita o el "canto del bienaventurado señor" -el texto que podemos considerar el equivalente a los evangelios de los cristianos para los hindúes- revelaron e hicieron popular un principio filosófico esencial en la creencia en la reencarnación: no son los actos  mismos los que obligan al hombre a nacer, vivir, morir y volver a nacer infinitamente, sino el apego de éste a sus propios actos. Por eso, para liberarse del apego a sus actos y salir del samsâra o de la migración de las almas arrastradas hacia la rueda de los renacimientos, el hombre debe alcanzar el samâdhi, un estado de conciencia superior que puede obtener concentrando su espíritu sobre un objeto con el cual se identifica. Sin embargo, para los hindúes, esta concentración no se mueve por una voluntad activa con el fin de fijarse en un punto concreto. Se trata más exactamente de un estado de fusión natural entre el hombre y el objeto en cuestión, que no forman sino uno solo. Por ello, el ser que actúa a partir de una necesidad vital y natural, que hace lo que debe o lo que se debe hacer en el momento oportuno y adecuado, sin fijarse ni apegarse a sus actos -así como el viento tiene la propiedad de soplar, la lluvia de caer del cielo, los ríos de fluir hacia el océano, el Sol de brillar y la Tierra de girar, por ejemplo-, es samâdhi, según los hindúes. Samâdhi es, pues, una especie de perfecto estado de ósmosis.

 NOSOTROS Y LA REENCARNACIÓN

Por tanto, cuando tendemos tan a menudo a creer, a esperar, a querer otra vida, una siguiente vida sobre la Tierra, cuando estamos tan dispuestos a contar historias, aventuras y desventuras de nuestras vidas anteriores, en que nos imaginamos, evidentemente, en situaciones más bien agradables, o en la piel de personajes más bien simpáticos o que destacan, estamos totalmente fantaseando.

Puesto que, según la doctrina hindú. nacer, morir y renacer forman juntos un ciclo infernal que debemos más bien considerar un castigo, no un regalo. Es un regalo de la vida en la medida en que se nos está dando la oportunidad de salir de tal círculo. Pero "manosearlo" deja ver la ignorancia de quien lo hace, y esperar o querer renacer se considera una locura.

Solo aquellos que tienen una misión que cumplir en la Tierra, la de abrir los ojos de los ignorantes, pueden disfrutar del hecho de renacer. Los demás son prisioneros que adoran sus propias cadenas.

miércoles, 14 de abril de 2021

La reencarnación a través de los tiempos: de la Antigüedad a la Edad Media

 

De la creencia en la reencarnación a la fe en la resurrección, los hombres de la Antigüedad siempre creyeron en la inmortalidad del alma.

En una época en la que los medios  tecnológicos que posee la medicina moderna deberían permitir a esta última, y a los que supuestamente la encarnan o la utilizan, ser más humanos que nunca, atentos, benévolos y comprensivos, al mismo tiempo nos damos cuenta de que, a fuerza de querer combatir la enfermedad y la muerte, acabamos olvidando que es el hombre quien está enfermo, sufre y muere, no unas entidades abstractas y externas a la vida del hombre, sino que son parte integrante del mismo ser y de la vida. Así, plantearse la reencarnación no tiene nada de absurdo. Al contrario, es una buena manera de enfocar la muerte, por decirlo de alguna forma, o más exactamente, desde otra perspectiva, de enfocar lo fatal para todos nosotros. Tenemos el derecho de preguntarnos por qué un fenómeno tan vital -sin pretender hacer ningún juego de palabras-, inevitable, en todo caso, común a todo el mundo, al igual que muchas otras necesidades vitales, a las que están obligados a someterse toda mujer y todo hombre, se tiene en tan mal concepto, es tan incomprendido y mal integrado en nuestras sociedades modernas, aunque no está precisamente oculto. Nuestros antepasados se plantearon la misma pregunta, pero en primer lugar la abordaron, como siempre, intentando encontrar respuestas coherentes y en armonía con la naturaleza, su naturaleza, su historia y su vida. Y cada vez que se enfrentaban con lo desconocido o se encontraban en la frontera entre lo que podían dominar y lo que superaba su entendimiento, utilizaban la magia, los dioses y las fuerzas secretas de la vida. Los ritos y rituales que hoy atribuimos irónicamente a supersticiones de un tiempo pasado, oscuro e ignorante, en aquel tiempo servían de exorcismos o catalizadores de sus pasiones, tensiones y angustias.

La muerte siempre ha enfrentado al hombre con lo totalmente desconocido, con lo inexplicable y, consecuentemente, con el vacío, la nada y, por supuesto, las angustias irracionales e irreprimibles, que estas perspectivas y conceptos provocan en él sin pretenderlo. Al afirmar que a la naturaleza le horroriza el vacío, el hombre se ha identificado con ella, ya que es él mismo quien no soporta la sola idea del vacío. Entonces, de una forma u otra, hubo que dar vida a la muerte. ¿Y qué mejor medio para volver la muerte más real, más accesible, menos aterradora, que sacralizarla, concederle un ritual, incluso darle un nombre, un rostro, personificarla y divinizarla, e incluso situarla en el espacio y en el tiempo?

DE LA REENCARNACIÓN A LA RESURRECCIÓN

Así pues, desde la Antigüedad hasta la llegada del cristianismo,el concepto de la supervivencia del alma y de la vida eterna, de otra forma de vida distinta a la que se conocía en la Tierra y que se prolongaba más allá del umbral de la muerte, de donde nadie había vuelto físicamente -evidentemente, existen otros testimonios de la supervivencia del alma y del espíritu, pero no es a éstos a los que nos referimos en este momento-, ha evolucionado poco a poco, desde la noción de reencarnación hasta la de la resurrección, tan utilizada por los cristianos.

De manera que, para los chinos de la Antigüedad, el hombre poseía dos almas. Hun, la primera, era un principio celeste. Volvía, pues al cielo después de la muerte. Po, la segunda, era esencialmente terrestre. Volvía a la tierra. Los egipcios daban a la supervivencia del alma una interpretación bastante similar,puesto que, según ellos, después de la muerte física, el ka, el doble,la sombra o el espíritu difunto, se separaba de ha, el alma, que se representaba en forma de pájaro, cuya cabeza era sustituida por la del muerto. El ka volvía, pues, a la existencia física y material, mientras que el ha volaba hacia el otro mundo. Pero, tanto uno como otro, eran eternos.

Según los sumerios de Mesopotamia, después de la muerte, el difunto permanecía en Kur, la montaña o el país extranjero, que era de hecho el reino de los infiernos, donde llevaba una existencia muy parecida a la que tenía en la Tierra, pero donde debía vencer a siete dioses infernales para poder seguir viviendo tranquilamente. Más tarde, los caldeos, que hicieron de la astrología un verdadero culto religioso, creían que el alma del difunto tenía que superar siete pruebas en las siete esferas planetarias, antes de acceder a la vida eterna. Sin duda, fue inspirándose en el Kur de los sumerios como los hebreos imaginaron el Schéol, al cual se refiere el Libro de Isaías (XIV, 9-11) y los Salmos (Ps. 88, 6). Sin embargo, al contrario de los habitantes de Mesopotamia, no creían en la inmortalidad del alma, excepto los cabalistas, que según la idea del gilgoulim, se planteaban una revolución o un retorno de las almas.


En cambio, los griegos sí creían en ella. También inspirándose en el Schéol de Israel y en el Kur de Sumeria, hicieron del Hades el lugar donde todas las almas iban a parar hasta que, tal vez bajo la influencia hindú de creencias en la reencarnación, en el siglo VI antes de Jesucristo apareció el mito de Orfeo, que ejerció seguramente una profunda influencia en el cristianismo primitivo. Según este mito, por amor a Eurídice, su esposa difunta y, por consiguiente, prisionera de Hades, Orfeo descendió a los Infiernos con el fin de liberarla. Después de haber superado muchas pruebas, lo consiguió. Así, simbólicamente, Eurídice puede considerarse una representación del alma de Orfeo, a quien salvó de la muerte por amor. A partir de este mito, se constituyó toda una teología y nació en Grecia una verdadera religión iniciática: el orfismo. Luego vino la Resurrección de Cristo en Pascua, que se convertiría en uno de los fundamentos del cristianismo. "Si no hay resurrección para los muertos, tampoco Cristo ha resucitado, entonces nuestra proclamación está vacía y vacía también vuestra fe", dirá San Pablo en la Primera carta a los Corintios (1 Co 15, 13-14). En efecto, resurrección deriva del latín resurgere, que significa "resucitar". Al levantarse de entre los muertos, Cristo se libra de la muerte y encarna la llegada de una vida nueva.



miércoles, 7 de abril de 2021

La reencarnación. Historia y postulados

 

¿Nacer o renacer? He aquí la cuestión, podríamos decir. Buscando comprender de dónde viene el alma, sabremos quizá si ésta vuelve y adónde va...


Sobre todo en la India, la creencia en la transmigración de las almas está muy extendida, hasta el punto de haberse convertido en una verdadera doctrina. Muchas culturas, entre las cuales se hallan las de los antiguos griegos, los primeros cristianos y los gnósticos, fueron sensibles a este asunto. Se encuentran alusiones al respecto en las obras de Pitágoras, Platón y Plotino. No obstante, los pueblos de Mesopotamia -sumerios, acadios, caldeos, hebreos,etc.-, eran demasiado pragmáticos y realistas, y con una interpretación de la existencia humana muy fatalista, como para creer en una supervivencia del alma y en su posible reaparición bajo una nueva envoltura carnal. Así mismo, si bien los egipcios creían con certeza en otra vida después de la muerte -El libro de los muertos, las tumbas de los faraones y los ritos realizados en Egipto son pruebas  tangibles de ello-, en sus creencias nunca aludían a una nueva manifestación del alma en otro cuerpo. Por lo tanto, fuera de los sistemas elaborados por el hinduismo, por una parte, y por el budismo, por otra, no existe ninguna reflexión seria y profunda que se base en el principio de la reencarnación. Cierto es que por dondequiera que se escuche, se cuentan y se revelan testimonios, relatos o anécdotas a partir de las cuales podrían elaborarse hipótesis relativas a dicho principio. Pero en ninguna parte encontramos, como en la India o en el Tibet, una convicción profunda y serena, referida a apariciones en la Tierra de la misma alma a lo largo de los siglos y de los milenios.

LOS POSTULADOS DE LA REENCARNACIÓN

La creencia en la reencarnación implica el planteamiento de ciertos postulados. En primer lugar, hay que creer en la realidad del alma, considerarla como una entidad más o menos autónoma, que podría existir sin el cuerpo o fuera de él. Por lo tanto, se trata de creer en su supervivencia después de la vida sobre la Tierra y tras la existencia corporal. También se trata de creer en un lugar donde el alma prosigue su evolución, donde se encuentra a la espera de una envoltura carnal. A continuación, se hace necesaria la creencia en un principio según el cual, en la vida intrauterina o en el instante mismo del nacimiento, se produce un fenómeno que favorece la impregnación de un alma (un ánima) en un cuerpo para darle vida, es decir, para animarlo. De este modo, ya que todo esto debe tener un sentido, una justificación, una razón de ser, hay que creer en el destino del alma y, por lo tanto, postular que nada se pierde ni nada se olvida totalmente y que, de este modo, el alma reencarnada tiene la misión de realizar una tarea determinada y debe someterse a unas pruebas que le permitirán acceder a un nivel de evolución o de consciencia superior. Resta un último postulado: la trascendencia  del ser cuya alma es potencialmente capaz. Resumamos estos seis postulados, que hemos de tomar en consideración si queremos entender los criterios de esta creencia:

  1. El alma existe.
  2. El alma sobrevive después de la muerte del cuerpo físico y fuera de él.
  3. Existe una especie de purgatorio, de lugar donde van las almas que han dejado el cuerpo físico y donde se preparan para una nueva reencarnación.
  4. Una misma alma reaparece en un nuevo cuerpo. Incluso puede producirse este fenómeno numerosas veces, a lo largo de los siglos y los milenios.
  5. El alma memoriza las experiencias que ha vivido durante sus diferentes reencarnaciones. Por tanto, existe una tarea, una misión, un destino para cada alma.
  6. Las reencarnaciones sucesivas de una misma alma en diferentes cuerpos tiene un fin; pues éstas solo son pretextos para elevar al alma a un nivel de consciencia superior.


Sin embargo, todo esto no responde a otras preguntas esenciales que nacen evidentemente de tales principios. Éstas son: ¿de dónde viene el alma? ¿Es eterna? Y, en caso de una respuesta afirmativa, ¿por qué y cómo lo es? ¿Según qué criterios deja de reencarnarse? Cuándo ya no necesita reencarnarse en un cuerpo físico, ¿qué hace, y a dónde va?

Iremos viendo cómo los hinduistas y los budistas justificaron tales postulados y respondieron a estas preguntas, y también cómo algunos testimonios, ajenos a estas religiones, coinciden a veces con ellas.

UNA BREVE HISTORIA DEL ALMA

La creencia en la existencia del alma es sin duda muy antigua. Coincide con la creencia en un más allá, que sobrentiende la idea de la supervivencia del alma después de la muerte del cuerpo, es decir, de una parte que no muere del todo. Nuestros antepasados neandertales, hace aproximadamente 80.000 años, acostumbraban a entregarse a unos ritos funerarios más o menos elaborados, por lo cual puede decirse que "creían ya en algo, en cualquier otra parte...". Más cerca de nosotros, podemos leer en el antiguo catecismo de la doctrina cristiana esta definición sibilina, que podríamos considerar moderna, de la existencia del alma: "El hombre es un animal racional constituido por u alma y un cuerpo".

¿PODEMOS CONOCER NUESTRAS VIDAS ANTERIORES?

Que el alma se reencarne implica, evidentemente, que antes ha estado encarnada. ¿Podemos, debemos y, en caso afirmativo, descubrir y conocer nuestras vidas anteriores? ¿Se puede hacer?

Sí, afirman algunos mediums, los cuales pretenden poseer el poder o el don de leer en el gran libro de las almas, de ver, de revelar bajo hipnosis, normalmente, las sucesivas manifestaciones de tal o cual alma. Un método astrológico permite también, con la ayuda de una carta astral, examinar de dónde viene el alma de la persona interesada, adónde va y cuál es su cometido. Se trata de la astrología kármica que últimamente está experimentando un gran éxito y cuyo principio se basa en la teoría de los nodos lunares y de los planetas retrógrados.

¿Debemos averiguarlo? Esta pregunta debe ser respondida por la conciencia individual y la elección personal de cada uno. Pero cabe recalcar que una interpretación de la vida en la Tierra puede conducir a ciertas personas, psicológicamente más frágiles que otras, hacia un fatalismo, un abandono, un dejarse llevar, que se opone a las verdaderas creencias en la reencarnación y a las lecciones de vida que los verdaderos creyentes obtienen de ellas.


miércoles, 31 de marzo de 2021

El espiritismo

 

El espiritismo es una disciplina y una doctrina basada en el principio del arte de los médiums, elaborada por Léon Denizard Rivail, verdadero nombre de Allan Kardec, que a su vez se basa en dos postulados: la inmortalidad del alma y la comunicación entre muertos y vivos.

En 1857, Allan Kardec publicaba El libro de los espíritus, que tuvo una gran y profunda resonancia. Esta obra contó con partidarios incondicionales, como Charles Baudelaire y Camille Flammarion -así como Napoleón III, que recibió al autor varias veces en el palacio imperial-, y opositores encarnizados, como el erudito Pierre Larousse y el cardenal obispo de Barcelona, quien, en 1864, solicitó que la Sagrada Congregación del Índice de libros prohibidos por el Vaticano condenara todas las obras publicadas por el fundador de la doctrina espiritista. Como se ve, en el siglo XIX, abordar el tema de la pervivencia del alma y de la comunicación con los espíritus conllevaba la provocación y el tabú y desencadenaba pasiones. Sin embargo, la hostilidad de los racionalistas y los católicos no pudo detener el éxito popular, que iba en aumento, de la obra de Allan Kardec, el cual era no en vano pedagogo y que, por otro lado, escribió obras prácticas dedicadas a la enseñanza de la aritmética y de la gramática, poniéndolas al alcance de todo el mundo.

Kardec fue autor de dos obras completas y detalladas, un verdadero método para el uso de quienes creían en la inmortalidad del alma y deseaban entrar en contacto con los espíritus.

EL ESPIRITISMO, UNA FILOSOFÍA ESPIRITUALISTA

Las dos obras de Allan Lardec, El libro de los espíritus y El libro de los médiums, escritos en forma de pregunta-respuesta, no hacen referencia a ninguna doctrina religiosa concreta. Sin embargo, están impregnadas de una creencia inquebrantable en el más allá y en la reencarnación, así como en la existencia de una fuerza divina superior y una fuerza divina superior y una voluntad intrínseca -y, podríamos decir, instintiva- del alma de elevarse hasta ella.

Por eso, Allan Kardec subraya una progresión constante del alma durante sucesivas reencarnaciones y, también, la existencia de una certera solidaridad entre las almas encarnadas y desencarnadas.

Así pues, según él, debemos entrenarnos para que los espíritus de los difuntos y de los vivos en la Tierra se comuniquen a veces entre ellos.

Sin embargo, sus obras están llenas de alertas. Siempre según él, tanto si están en este mundo como en otro, las simpatías y antipatías entre ellas subsisten. Asimismo, los espíritus no son especialmente buenos por naturaleza.

Algunos de ellos pueden revelarse, sino despreciables, al menos malsanos, maquiavélicos o enfermos.

Allan Kardec da consejos prácticos para entrar en comunicación con los espíritus, pero insiste en las precauciones que hay que tomar para no dejarse engañar, desorientar, manipular, ilusionar por espíritus traidores o por visitas del propio espíritu. Al hacerlo, denunciaba a todos los curanderos e ilusionistas que campaban en su tiempo en ese terreno y, evidentemente, siguieron campando después de él.

Leyendo estos dos libros, se tiene el sentimiento de que la comunicación entre los espíritus no se puede establecer sin una preparación psicológica y moral que parece pertenecer al ámbito de la iniciación espiritual.

Allan Kardec definía espiritismo como una filosofía espiritualista.

Precisemos que su obra y su acción, mientras él vivió, nunca adquirieron un carácter sectario.

Allan Kardec

No tenían como objetivo reunir hombres y mujeres totalmente convencidos, los cuales, en su vida social, no encontraban las referencias, los apoyos y las aclaraciones necesarias para vivir y evolucionar, para formar un grupo, un clan o secta como sucede hoy en día.

Todo lo contrario, de la filosofía espiritista de Allan Kardec se desprende una apertura de espíritu, una tolerancia, una benevolencia que anula todas las barreras mentales o ideológicas que, casi siempre, además de volverles egoístas , dirigen a los hombres unos en contra de otros.

RESUMEN DE LOS PRINCIPIOS DE LA FILOSOFÍA ESPIRITISTA DE ALLAN KARDEC

El alma existe. Incluso preexiste. Es el principio primordial, origen de la vida. Sin ella, pues, la vida no existiría. El cuerpo solo es el envoltorio que toma prestado para manifestarse. Mientras que la vida  corporal o carnal cambia con la edad y muere, el alma nunca muere. El alma subsiste. Retoma su forma original. Pero conserva los frutos de las experiencias vividas durante su encarnación a través del pensamiento y se transforma.

El destino del alma es convertirse en Espíritu puro. Antes de alcanzar este grado de evolución, a medida que sus encarnaciones terrestres van teniendo lugar, adquiere, evidentemente, aptitudes, conocimientos y experiencias. El alma puede, entonces, compararse con la corteza de un árbol o con la corteza terrestre, que se constituyen de diferentes capas, cada una de ellas correspondiente a un período de la vida del árbol o de la Tierra. Por eso, ya no se trata de un alma, sino de varias almas. Juntas constituyen un Espíritu. Los sufrimientos y las adversidades del Espíritu. Los sufrimientos y las adversidades del Espíritu, así como sus alegrías y su felicidad, son generados exclusivamente por él. Él es su propio juez. Ningún Espíritu puede juzgar o condenar a otro. Ni siquiera se le ocurre. De ahí que cada Espíritu posee todos los remedios para sus males.


El mundo de los Espíritus procedentes de las almas desencarnadas o desincorporadas se imbrica con el nuestro. Forma parte  del nuestro, así como el nuestro forma parte del suyo. Sin embargo, puesto que los Espíritus son producto de las almas de los hombres, no son más que lo que nosotros somos. Experimentan las mismas alegrías y las mismas penas. Viven lo que nosotros vivimos. Incluso tienen las mismas aspiraciones que nosotros, son felices o desgraciados como nosotros.

Y, al igual que nosotros, pueden ser solidarios o indiferentes. Existen varios grados de evolución en el mundo de los Espíritus al igual que en la vida humana.

Por último, para comprender los fenómenos y los principios que rigen el mundo de los Espíritus, basta con saber que proceden de los que gobiernan los ciclos y las leyes de la naturaleza sobre la Tierra.

Para descubrir más detalladamente la obra de Allan Kardec, se puede leer el Libro de los espíritus y el Libro de los médiums, en cualquiera de sus ediciones.


miércoles, 24 de marzo de 2021

La vida después de la muerte o la postvida

 

¿Tenemos una o varias vidas? ¿Estamos destinados a nacer, morir y renacer? ¿De dónde proceden las creencias en vidas anteriores?

"Cuanto más envejezco, más creo en la inmortalidad, porque cuanto más viejo soy, más preparado estoy para vivir", decía el filósofo americano William James (1842-1910) al final de su existencia. Las creencias en la inmortalidad del alma, en posibles vidas anteriores y probables reencarnaciones, sostienen la existencia de un más allá y una vida diferente, en otro plano, después que un ser ha dado su último respiro. Ahora bien, esta hipótesis de una vida después de la muerte -que los especialistas llaman hoy "postvida"- apunta algunas cuestiones previas, a las cuales todos deberíamos estar en condiciones de responder, sobre el alma y la conciencia, a ser posible haciendo abstracción de las creencias e ideas respecto a este tema. En efecto, ocurre muy a menudo que los adeptos e incondicionales de la inmortalidad del alma, su liberación y paso garantizado a la postvida, fascinados o cegados por la perspectiva de no morirse, se olvidan de interrogarse sobre su propia actitud frente a la muerte.

¿QUÉ ES LA MUERTE?

Si no una fatalidad, es al menos la fase que nos espera a todos y de la que nadie se escapa.

"Entramos, gritamos: es la vida. Gritamos, salimos: es la muerte", dice un adagio de la Edad Media. Lo queramos o no, la muerte forma parte de la vida. Los sueños de inmortalidad siempre han estado muy presentes en el hombre; por tal razón siempre ha hecho o ha visto a sus dioses como inmortales. Sin embargo, nunca se ha formado una imagen de ella muy gratificante o idílica, como si no hubiera sido humanamente accesible y factible. Pronto tuvo el presentimiento de que no se podía pensar en la inmortalidad sin la alteración ni transformación de la envoltura carnal, del aspecto terrestre. La perspectiva de esta metamorfosis que podría implicar una pérdida de nuestras facultades, nuestra conciencia, nuestro yo, de todo lo que somos, producía evidentemente cierta angustia. Tenían que encontrar justificaciones y razones para todo ello.

LA MANERA DE VER LA MUERTE SEGÚN LAS CIVILIZACIONES

Para los sumerios, el difunto entraba en el Kur, el "Gran Abajo". Allí, presentaba ofrendas a los dioses con los que se quería conciliar. Luego era acogido por otros muertos, con los que viviría en el "País sin retorno".

Para los egipcios, el alma del difunto accedía al reino del Am-Duat, donde se beneficiaba de los favores de Osiris, dios de la inmortalidad. Pero antes de vivir en paz toda la eternidad, el alma tenía que conocer una segunda muerte y una resurrección. Para ello, el alma sufría varias pruebas, reveladas en el Libro de los muertos, llamado así por los arqueólogos que encontraron el manuscrito, pero que sería más correcto traducir como Libro de la salida a la luz del día.


En el antiguo Egipto, la muerte no era considerada como un final en sí mismo, sino como un nacimiento. En la India, las creencias en la reencarnación se basan en un sistema complejo que permite saber si el alma del difunto volverá o no a la Tierra. Según el hinduismo, existen 16 puertas divididas en 3 grupos por las que el alma puede salir. Según el grupo de puertas por las que se escapa, podrá acceder el difunto a un reino superior, o tal vez renacerá, o bien, finalmente, se transfigurará y entrará definitivamente en un ciclo de renacimientos. Como vemos, en la India la supervivencia del alma está más bien considerada  una nueva prueba , mientras que su transfiguración se ve como una liberación. Lo que resulta seguro es que la reencarnación, contrariamente a la muerte, no es una fatalidad, sino una oportunidad de redimir nuestras faltas renaciendo en la Tierra. Debemos subrayar bien estos matices, ya que a menudo, en Occidente, se interpreta erróneamente esta doctrina, creyendo que, después de la muerte, se nos promete otra vida en la Tierra.

Ahora bien, sean cuales sean los ritos, los mitos, las creencias de los pueblos de la Antigüedad relacionadas con la supervivencia del alma después de la muerte (algunas todavía existentes hoy día) no se nos explica la necesidad y la fatalidad de la muerte. Así, la explicación científica moderna de la degeneración de las células debido al envejecimiento no es suficiente como respuesta a la pregunta de por qué morimos. Sin embargo, debemos subrayar que mientras hoy tenemos tendencia a oponer la muerte a la vida, antiguamente se enfrentaban más fácilmente a la muerte como un renacimiento en una vida diferente.

TESTIMONIOS DE LA POSTVIDA



Las dificultades de la vida, el miedo a vivir, los sufrimientos y dramas humanos acentúan la angustia de morir. Así pues, nuestros contemporáneos buscan razones para creer en una posible supervivencia del alma después de la muerte. Actualmente, por el hecho de haber perdido los puntos de referencia que son los dioses, los mitos y símbolos a los que se referían nuestros antepasados, avanzamos a tientas en la niebla durante su búsqueda.

Desde hace algunos años, por todas partes surgen numerosos testimonios de personas que han experimentado el fenómeno de la supervivencia del alma, de la muerte vista como un paso o un nacimiento del que podemos aprender  la lección siguiente: la muerte, según quienes la han experimentado, no es dolorosa.

Tiene muchas similitudes con el nacimiento de un niño durante el parto (visión de un largo túnel por el que avanzamos y al final del cual aparece una luz resplandeciente, cegadora, que nos atrae, bienhechora). Durante este paso, somos perfectamente conscientes de nuestros actos buenos y malos que parecen formar parte integrante de nosotros mismos. Somos, pues, nuestro propio juez, lo que confirmaría los principios enunciados por el karma hinduista. También en este paso descubrimos en nosotros mismos facultades que nos eran desconocidas, como la capacidad de volar como un pájaro, por ejemplo.

Finalmente, es el espíritu, la luz y la vida quienes dominan. Todo ser que haya vivido esta experiencia última y haya vuelto está en la vida.


miércoles, 17 de marzo de 2021

El más allá

 

¿Cómo entendemos actualmente el Más Allá? ¿Todavía creemos en él? En caso afirmativo, ¿bajo qué forma y por qué?


Tras hacer alusión a las visiones, creencias e interpretaciones del Más Allá de los antiguos, nos centraremos en sus representaciones en el mundo moderno.

TESTIMONIOS DEL MÁS ALLÁ

Para quienes creen en el Más Allá no hay ninguna duda de que existe, aunque no tengamos pruebas tangibles o científicas en este campo de investigación. En cambio, hay una gran cantidad de testimonios sobre el asunto. Nos referimos, por ejemplo, a personas que han estado en coma profundo y avanzado, a causa de una enfermedad o accidente, o a otros que se les ha considerado clínicamente muertos pero que, gracias al progreso de la ciencia médica o milagrosamente, han vuelto a la vida. Se habla de milagro porque es científicamente inexplicable que estas personas hayan podido sobrevivir. En todos  los casos, las personas que han salido de esta experiencia dolorosa, que la han sufrido sin tener  conocimiento de experiencias semejantes vividas anteriormente por otras personas, sostienen un discurso relativamente similar.

La doctora y psiquiatra americana Elisabeth Kübler-Ross -cuyos estudios sobre la muerte y los moribundos, iniciados en los años setenta y todavía en evolución, son desde entonces muy célebres- ha reunido numerosos testimonios procedentes de todo el mundo, facilitados por personas que han sido capaces de describir con bastante detalle todo lo que sucedía a su alrededor mientras estaban inmersas en un coma profundo o incluso, a veces, dadas por muertas. Y todo ello viviendo simultáneamente una experiencia individual edificante, durante la cual, según sus propias palabras, se sentían a menudo confusos, inquietos o sorprendidos, pero nunca aterrorizados. A partir de estos testimonios, resultado de lo que llaman en Estados Unidos las NDE (near death experiencies, experiencias próximas a la muerte), queda demostrado que lo que conocemos como cuerpo astral, etéreo o fluido, existe... y que parece el vehículo del ser, cuya alma creemos ha abandonado. Sin embargo, aunque cada vez se dude menos de la fiabilidad de estos testimonios, y resulte ser cierto que se dan muchas coincidencias entre los testimonios de individuos que nunca se han conocido entre ellos, y aunque todo deja entrever que, para muchos de nosotros está aceptado que, después de la muerte llamado hoy en día clínica, se producen otros fenómenos parecidos a los de la vida -confirmando así lo que creían y explicaban los egipcios de la Antigüedad y, más recientemente, los lamas tibetanos-, a pesar de todo esto, nada nos demuestra, a partir de las citadas experiencias, que el Más Allá exista. En efecto, que una persona considerada clínicamente muerta vuelva a la vida, por excepcional que nos parezca, entra dentro de lo posible. Actualmente, no tenemos ningún testimonio de una persona muerta hace mil años, un siglo o, para ser más creíbles, hace solo un mes, que haya vuelto para hablarnos de su propia experiencia y de lo que nos espera acaso a todos. "Qué extraño, verdad, que entre tantas miríadas de hombres que antes que nosotros han cruzado la puerta de las Tinieblas, ni uno solo vuelva para describirnos el camino que descubriremos únicamente al final de nuestro viaje", se preguntaba el poeta, astrólogo, filósofo y matemático persa Omar Khayyâm, a inicios del siglo XII. Evidentemente, eso nunca ha sucedido. Y cuando en las leyendas relativas a ciertos mitos ocurre que dioses o inmortales vuelven de entre los muertos, nunca es para testimoniar su experiencia en el reino de las sombras, sino para proseguir con su destino mítico en el reino de los vivos.


LA TRANSCOMUNICACIÓN

No obstante, quienes creen en el Más Allá se refieren a otros testimonios, tan numerosos como los precedentes, incluso hay más actualmente, que provienen esta vez de personas que han perdido uno o unos seres queridos de forma prematura y/o en circunstancias dramáticas, y que afirman que siguen en comunicación con ellos.

Entramos aquí en el dominio de lo que se llamó espiritismo o de los mediums, sobre todo en el siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX, y que hoy día conocemos con el nombre de "fenómeno de la transcomunicación", cuyos principios y reglas están parcialmente establecidos. Según éstos, al margen de la idea ancestral del Más Allá como reino de los muertos, las almas, la otra vida, el Paraíso y el Infierno, sería posible entrar en contacto con cualquier forma de espíritu, sea de este mundo o de otro. Esta idea parte del postulado según el cual, en el universo y en el absoluto, el espíritu es superior a la materia y así, de alguna forma, inmortal. Cuando decimos "sería posible", nos referimos a las palabras de los adeptos a la transcomunicación instrumental, que creen que cada uno de nosotros puede fácilmente ponerse en condiciones de entrar en comunicación con los "espíritus".

¿Y SI EL MÁS ALLÁ FUERA SIMPLEMENTE LA OTRA VERTIENTE DE LA VIDA?

Sean cuales sean las investigaciones, estudios y trabajos relacionados con el Más Allá, no podemos admitir con certeza que éste exista. En cierta forma, no podemos por menos que afirmar que, al vivir en un mundo cada vez más materialista, poco a poco nos privamos de una estrecha relación con las fuerzas de la naturaleza y de la vida en la Tierra. En cambio, nuestros antepasados, que vivían mucho más cerca de aquéllas, tenían una visión del Más Allá sin duda bastante fantasmagórica, pero paradójicamente más pura, más simple, más natural y más realista. Para ellos, era normal, por ejemplo, que los muertos se manifestasen aquí o allá, ya que existían puertas, pasajes, entre el mundo de los vivos y el de los muertos, entre lo visible y lo invisible, y que los vivos y los muertos podían cruzarlas a cada momento, a veces incluso sin ser conscientes de ello. Por las mismas razones, valía más honrar a los muertos para que viviesen en paz, por decirlo de alguna manera, y pudiesen eventualmente interceder en nuestro favor.

Del mismo modo que una montaña tiene una vertiente iluminada y otra inmersa en la oscuridad, ¿no será el Más Allá, después de todo, la otra vertiente de la vida?

Tratar bien a los muertos significaba tratarse bien a uno mismo. Y vivir bien era asegurarse una vida tranquila en el Más Allá.


martes, 16 de febrero de 2021

La clarividencia y la audiencia psicofónica


Tener visiones es clarividencia. Oír voces pertenece al terreno de la audiencia psicofónica. Pero no todo el mundo que se lo proponga tiene visiones u oye voces.


A menudo hay que denunciar ideas preconcebidas y tópicos, que nunca morirán y que  perjudican seriamente la reputación de las diferentes ciencias o de las artes adivinatorias. De manera que trataremos la clarividencia y la audiencia psicofónica con la intención de precisar cuáles son sus principios y sus causas.


LA VIDENCIA, LA ADIVINACIÓN, LOS PRESAGIOS Y EL LENGUAJE DE LA NATURALEZA.

Antaño "videncia" solamente se refería a profetas y visionarios, de los que hay testimonios en los relatos bíblicos. Lo que hoy en día llamamos "videncia" no tiene nada que ver con lo que nuestros antepasados designaban con el mismo nombre. Sabemos también que los sacerdotes del pueblo hebreo utilizaban la adivinación. Basta con tomar como ejemplo las 12 gemas oraculares que figuran en el pectoral de Aaron, que Yahvé le había recomendado llevar.

Sin embargo, la videncia y la adivinación se distinguen una de otra en que la primera es un estado de hecho y la segunda una práctica o técnica basada en la atenta observación de la naturaleza. En cuanto a eso, nunca insistiremos lo bastante sobre el hecho de que todas las artes adivinatorias, incluida la astrología, que es una especie organización casi científica de presagios, se basan en una atenta observación de la naturaleza y en el uso de su lenguaje. En efecto, imitando el lenguaje de la naturaleza el hombre ha creado el suyo propio; puesto que, en primer lugar invocando, a continuación dibujando, y por último nombrando los elementos de la naturaleza, los ha organizado y ha tomado posesión de ellos.

CLARIVIDENCIA Y AUDIENCIA PSICOFÓNICA



Parece que el término "clarividente" nació a finales del siglo XII o justo al principio del siglo siguiente, en un contexto religioso, para designar a los seres creyentes, por supuesto, que se revelaban perspicaces y cuya vista era aguda, tal como indica la interpretación etimológica de este nombre. Este periodo es el de Hildegarda de Bingen, de Francisco y Clara de Asís, de Bernardo de Claraval y de Joaquín de Fiore, de toda una mística visionaria que ejercería una gran influencia sobre la evolución de las conciencias, del pensamiento y de la mentalidad del Occidente cristiano.
Sin embargo, el término "clarividencia" apareció mucho más tarde, parece que hacia finales del siglo XVI. Aunque el clarividente, según la acepción medieval, se halla muy cerca del vidente en el sentido bíblico y profético de la palabra, el clarividente en el Renacimiento solo se dedica a la adivinación. De ahí se deduce que la clarividencia aparece en el contexto de popularidad que de nuevo gozaban las artes adivinatorias, las mancias y los oráculos, sobre todo tal como se utilizaban en la Antigüedad, entre los intelectuales del Renacimiento.

En otros términos, lo que hoy llamamos normalmente un vidente, de hecho es un clarividente, el vidente era un ser que inspiraba exclusivamente en una fuerza divina, y más preocupado o dedicado a intereses de orden colectivo que particular. Por otro lado, en el sentido en que se entiende actualmente fuera de toda consideración religiosa o esotérica, debemos subrayar que el o la vidente es lo contrario del ciego, mientras que la clarividencia revela una calidad de discernimiento.

En cuanto lo que aquí se llama audiencia de fenómenos pertenecientes al ámbito de la psicofonía, en algunos lugares, ello ha sido conocido con el nombre de "clariaudiencia". Tal palabra consiste, a la vez, en una extrapolación e interpretación de un término mucho más antiguo, cuyo origen se encuentra en la raíz sánscrita avih, que significaba "evidencia, evidentemente". En español, esta palabra ha dado "oír", tras pasar por el latín audire, que significaba tanto "oír y escuchar" como "comprender". También en sánscrito, avih, es el conocimiento, el saber, el discernimiento, mientras que para los hindúes, avidyâ, es la ignorancia. Aquí es donde comprendemos la evidente analogía con la clarividencia.



Así pues, mientras la clarividencia está en relación con las visiones interiores, la clarividencia está en relación con las visiones interiores, la clariaudiencia implica que oímos voces o una sola voz. Un vez más, los profetas de ls Biblia se nos presentan como clarioyentes. Oyen la voz de Yavhé que les guía. Si la leyenda de Juana de Arco tiene algunas bases reales, la podemos considerar una clarioyente. En la clariaudiencia, la voz que se manifiesta es una voz ajena a la nuestra y la oímos dirigirse a nosotros exclusivamente.

LAS CHAKRAS DE LA CLARIVIDENCIA Y LA CLARIAUDIENCIA



Las técnicas del hatha-yoga, que se basan en los principios del despertar y de la armonización de nuestras facultades innatas, permiten desarrollar la clarividencia y la clariaudiencia. Sin embargo, se deben emplear con mucha prudencia, ya que es indispensable encontrarse en una relativa serenidad para ejercerlas.

Así pues, existen dos chakras que están en estrecha relación, el primero con la facultad de clarividencia, el segundo con el don de la clariaudiencia. El primero es el Ajnâ-Chakra, situado en las cejas, en la base de la frente, llamado en Occidente "el tercer ojo". El segundo es el Vishudda-Chakra, situado al nivel de la garganta, en la base del cuello.

Si te sientes totalmente relajado, tranquilo, túmbate en el suelo, con los brazos a lo largo del cuerpo, después de haber expulsado todas las tensiones de tu espíritu, y respira profundamente con los ojos cerrados. Al inspirar, concentra tu espíritu en el Vishudda-Chakra, es decir, en tu garganta. Y al expirar, concéntralo en el Ajnâ-Chakra, entre tus cejas. Entre cada inspiración y expiración, haz una corta retención. Si haces este ejercicio aunque solo sea 10 minutos cada semana, favorecerás el despertar de tus facultades innatas de clarividencia y clariaudiencia.