El carbunclo, el zafiro y el diamante
Es un nombre que, ocasionalmente, se le da al rubí, ya que el brillo de esta piedra a menudo ha sido comparado con los destellos del carbón ardiente. En efecto, "carbunclo", o carbunculus en latín, significa pequeño carbón. En cuanto al nombre rubí, viene del latín rubeus, que significa "pelirrojo· o "rojizo".
Según una leyenda de origen indio, el corindón rojo, otro de los nombres del rubí, nació de la sangre de una maharani, es decir, la esposa de un maharajá, cobardemente apuñalada por un cortesano malévolo o una rival celosa.
Para los hindúes, Kshapanaka, el rubí, es asimismo uno de los nueve poetas de la corte del célebre rey antiguo, Vikramâditya, llamados las "nueve joyas". Es cierto que, durante la Antigüedad, esta piedra preciosa era muy apreciada por su brillo rojo y su belleza.
Así pues, los griegos hicieron de ella un atributo de Ares (Marte), el astro-dios de la guerra, precisamente por su color similar a la sangre y al fuego y, consecuentemente, relacionado con la vitalidad, la energía y la vida. Sin embargo, a pesar de su relación con Marte, al rubí se le atribuían virtudes más protectoras y benéficas que energéticas. Así como se creía que esta gema de fuego estimulaba o excitaba todavía más los temperamentos ardientes y apasionados, también se creía que tenía el poder de eliminar la melancolía, de suavizar las costumbres y los espíritus exaltados, de reforzar la pureza y la fidelidad de sentimientos, de volver a la persona enamorada y leal, de aportar un poco de sensatez y reflexión a aquél que carecía de ellas y, por último, de favorecer la felicidad y la prosperidad.
Este magnífico corindón se utilizaba como ornamento para las coronas y las joyas reales o los ornamentos dedicados a los santos. En cuanto al carbunclo en sí, aparece a menudo en los cuentos de hadas o cuentos de la abuela. En este caso está en el centro de un misterio y simboliza en sí mismo un tesoro inestimable que el héroe o la heroína encontrará después de un recorrido repleto de obstáculos.
Sus poderes y virtudes terapéuticas
Supuestamente, el rubí, hacía maravillas para calmar las fiebres, alejar los recalentamientos y las infecciones de la sangre, y especialmente, aliviar los dolores de muelas y de cabeza. "Cuando una persona sufre dolor de cabeza, debe colocar un rubí encima de su cabeza, durante algunos segundos, justo el tiempo que necesita para calentarse. A continuación, debe sacarlo porque su fuerza es tan intensa que penetra más rápidamente que cualquier crema. De manera que los dolores de cabeza desaparecerán. [...]. Cuando se utiliza correctamente el rubí puede eliminar todas las enfermedades infecciosas." (Extracto de las obras de santa Hildegarda de Eibingen.)
EL ZAFIRO
Ya la etimología del nombre de este otro corindón es de una gran riqueza simbólica. En efecto, viene a la vez del árabe, safir, y del griego, sapheiros, que estaría relacionado con el hebreo Sepher, el libro, Ophereth, que designaba a la vez el plomo y Saturno, y sappîr, la piedra azul, también en hebreo. Ahora bien, en la Biblia (Ezequiel 1,26) leemos que: "Por encima de la plataforma que estaba sobre su cabeza, tenía el aspecto de una especie de piedra de zafiro, una forma de trono como una apariencia de hombre, encima, hacia arriba". En este caso se trata de una alusión al hecho de que el trono de Dios podría estar compuesto de zafiros, tal como cuenta una leyenda judía según la cual las Tablas de la Ley, escritas por la mano de Yahvé y entregadas a Moisés, estarían hechas de piedras de zafiro. Por último, siempre según las leyendas judías, pero también las musulmanas, el famoso sello de Salomón era de zafiro.
Pero esta piedra preciosa no fue exclusivamente glorificada por los hebreos. Los persas también la honraban. Le atribuían poderes de inmortalidad y de eterna juventud.
Más cercanos a nuestro tiempo, por decirlo de alguna manera, a principios del siglo XIII, el papa Inocencio III, que por desgracia se hizo célebre por las cruzadas contra los albigense, decretó que los obispos deberían llevar desde aquel momento un zafiro en el dedo para protegerse de las malas influencias. Casi cuatro siglos más tarde, el papa Gregorio XV, que fue el precursor del decreto que regularía las formas y las reglas para elegir al sumo pontífice, hizo del zafiro la piedra oficial de los cardenales.
Sus poderes y virtudes terapéuticas
Aparte de que esta gema favoreciese la nobleza de corazón y de espíritu, las buenas costumbres, las cualidades morales y de que pudiese hacer feliz y valiente al que la llevase, tenía la reputación de alejar los malos espíritus y sortilegios, frecuentes y numerosos en la Edad Media. Pero no solo es esto, puesto que desde la Antigüedad, era la piedra-remedio milagrosa, que parecía curarlo casi todo. "Cuando una persona está excitada por la cólera, debe ponerse un zafiro en la boca y la cólera desaparecerá. [...] Cuando una persona desea mejorar su comprensión y su inteligencia, debe ponerse todas las mañanas, y en ayunas, un zafiro en la boca. [...] Cuando una persona tiene problemas visuales, debe coger un zafiro con la mano para calentarla. Luego debe tocar los ojos con esta piedra durante tres mañanas y tres noches. Así sus ojos se curarán. [...] Si alguien está impedido por culpa del reúma hasta el punto de no poder soportar el dolor, que ponga un zafiro en su boca y sus dolores cesarán." (Extractos de las obras de santa Hildegarda de Eibingen.)
EL DIAMANTE
¿Por qué el diamante siempre ha sido tan apreciado por la gente? Porque es escaso, misterioso, se esconde en lo más profundo de la tierra -hasta más de 150 km-, está sometido a presiones y a temperaturas extremas que hacen que tenga una pureza inigualable, pero también porque posee una resistencia sorprendente. Así pues, es como se convirtió en símbolo de la pureza y de la perfección.
De ahí que todo lo que tiene que ver con la fe, la inocencia, la luz divina y las virtudes más nobles del espíritu y del corazón, siempre ha estado unido a esta piedra, la más bella de todas.
Tan lejos como queramos remontarnos, el diamante ha sido portador de virtudes benéficas y salvadoras. Proporciona la fuerza, la armonía, el amor, la rectitud, la lealtad, la fidelidad, la serenidad, la sensatez, la felicidad las riquezas, la firmeza y el poder absoluto.
Sus poderes y virtudes terapéuticas
Por supuesto, sus cualidades protectoras fueron también principales.
Aquélla o aquél que llevase un diamante se suponía que era casi invulnerable. Todo lo que que pudiera haber de maléfico o perjudicial en la naturaleza humana o en los fenómenos de la naturaleza, ya no le podría alcanzar. En cuanto a los efectos terapéuticos que se podían esperar de él, tampoco tenían límites. Al igual que el zafiro, y aun más que él, el diamante era una auténtica piedra milagrosa. Se creía que podía curar todos los dolores del cuerpo y del espíritu, y además proteger de las epidemias como por ejemplo la peste. El diamante, utilizado correctamente, podía incluso volver fecunda a una mujer estéril. Por último, también tenía la virtud de corregir las malas tendencias de los seres. "Cuando una persona es fanática, mentirosa e irascible, debe ponerse un diamante en la boca. El poder del diamante puede evitar tales defectos. [...] Existen personas malas y taciturnas. Desde el momento en que empiezan a hablar, tienen una mirada oscura y se enfadan en seguida, pero rápidamente entran en razón. Estas personas deberían ponerse también un diamante en la boca. El efecto de dicha piedra es tan fuerte que es capaz de ahogar la maldad que duerme en una persona." (Extractos de las obras de santa Hildegarda de Eibingen.)
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