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martes, 21 de junio de 2022

El Tarot: Su origen y su historia


De todos los símbolos, fichas y emblemas que se han utilizado a lo largo de los siglos para los distintos juegos, ninguno resulta tan atrayente y sugestivo como los naipes. De siempre, ha existido una fuerte atracción por la baraja, creando un nexo común entre las personas y las cartas. No importa de dónde provienen, puesto que su origen no es totalmente desconocido; bien pudiera ser de la India, traídas al oeste por tribus nómadas de gitanos que ya se servían de ellas para descubrir los designios de loculo; o quizás vienen del maravilloso y oscuro mundo egipcio, en cuya Avenida de las Esfinges, excavada a partir de 1964, y que une las grandes pirámides de Luxor y Karnak, aparecen esculpidas en piedra, 3000 años después de su construcción, unas extrañas figuras que bien pudieran ser la base del Tarot actual.

Con certeza sólo sabemos que la baraja aparece en China a principios del siglo XII por encargo del emperador Huei para distraer los largos ocios de sus múltiples mujeres, y que al poco tiempo se van expandiendo por Europa, especialmente por Italia, pudiéndose hoy reconstruir su historia por diversas leyes y decretos que van apareciendo para prohibir su uso.

Sin embargo, a finales del siglo XIV son tan populares que la corte francesa las adopta, y aún hoy se pueden contemplar en la Biblioteca Nacional de París los restos de tres barajas que el rey Carlos VI encargara a un pintor de nombre Gringoneur, de quien no sabemos si las copió o si fueron creación exclusivamente suya. Tampoco importa, baste constatar que el Tarot ha hecho su entrada triunfal en la Historia, puesto que por primera vez se tiene conocimiento del mazo actual dividido en 78 láminas, con sus 22 Arcanos Mayores y 56 Menores. Esta composición, hoy clásica, ha sufrido una serie de variantes importantes. Así, a principios del siglo XV, se popularizó en Italia un juego reducido, al que le faltaban 16 cartas (del 2 al 5 de cada palo) denominado Tarochino de Bolonia, que dio origen a una furibunda diatriba por parte del religioso abate Bernardino, cuyos seguidores se dedicaron a quemar cuantos mazos de naipes hallaban aduciendo el carácter pecaminoso del juego. También surge por la misma época el Minchiate, compuesto de 98 cartas y que originó una sonada revuelta entre las brujas de Florencia, acabando muchas de ellas en la hoguera por su causa.


miércoles, 19 de enero de 2022

Augurios y auspicios o la adivinación entre los romanos

 

Un ave solo puede ser de buen augurio. Si ves alguna cruzando el cielo de tus sueños o de tus pensamientos, significa que se te deparan buenos auspicios.


Podemos hablar realmente de una cultura adivinatoria típicamente romana? Nada menos seguro, porque este pueblo, que tuvo la ocasión de enfrentarse a culturas muy diversas en muchas de sus colonias, aunque primero se inspiró mucho en la cultura griega, aparece más bien como un cruce de creencias y costumbres múltiples y variadas, algunas de las cuales integró tal como eran, otras las interpretó a su gusto, a otras, hacia las que sentía mucha hostilidad y que habría querido prohibir, las toleró con el fin de preservar la paz en las regiones de su inmenso imperio, dando su particular sentido a la noción de civilización.

Puesto que si los romanos dominaron durante mucho tiempo, sin duda fue porque pusieron un poco de orden, reuniendo a pueblos de creencias dispares, no siempre con la misma tolerancia, los cuales acabaron por autodescubrirse, comprenderse entre ellos y a veces unirse, ya que estaban bajo el yugo del Imperio romano y debían someterse a la ley romana o porque juntos se levantaban contra el imperialismo romano. En todo caso, muchos de estos pueblos, algunos de los cuales formaron el pueblo celta, se sometieron a la ley romana e hcieron concesiones para adoptar las costumbres menos bárbaras, por ejemplo la abolición de los sacrificios humanos, que los romanos detestaban y que, por toda Europa, se practicaban hace menos de 2.000 años. Únicamente los druidas, que constituían una categoría extremadamente poderosa, elitista y misteriosa, preservaron sus ritos y creencias, y supieron resistir a todas las presiones, hegemonías o intimidaciones de los romanos. Finalmente, los cristianos que siguieron las huellas de los emperadores romanos triunfaron ahí donde sus predecesores fracasaron y se inspiraron, entonces, en muchos ritos y reglas de los druidas para crear sus propias órdenes religiosas. Ya que, a fin de cuentas, únicamente una religión puede vencer y sustituir a otra. En efecto, la historia nos enseña que una nación, por más fuerza militar y política que tuviese, jamás ha acabado con una creencia religiosa. En cambio, a menudo ha sucedido lo contrario. Señalemos que por esta razón los dirigentes de la actual China temen tanto el despertar de determinadas creencias religiosas en su vasto país, el cual recordemos que está formado por más de mil millones de hombres y mujeres que, al contrario de lo que se cree, están lejos de tener una cultura única en común.

Finalmente, para completar, precisemos que, astrológicamente, la entrada de Urano en Piscis en el año 2003 -que permaneció en este signo hasta el año 2011- y aún más la de Neptuno en este mismo signo en el año 2012 -que permanecerá en él hasta el año 2025- permiten vislumbrar un aumento de la popularidad de todas las creencias religiosas, porque Urano y Neptuno se consideran indicadores de las grandes corrientes colectivas.

AUGURIOS Y AUSPICIOS ROMANOS


Los romanos se preguntarían si esto sería un buen augurio. En efecto, aunque hoy acostumbramos a hablar normalmente de buen o mal augurio, los romanos no podían imaginar que un augurio fuera malo, porque el mismo nombre de augurio designaba exclusivamente un presagio favorable o un saceauspirdote y adivino que se entregaba a trabajos adivinatorios con fines benéficos. Así, encontramos en augur, augurium, el latín augere que es la raíz del verbo aumentar, subrayando así que el augurio que un sacerdote o adivino romano revelaba debía sistemáticamente aumentar las oportunidades de aquél o aquélla a quien se dirigía el presagio. Por eso, podemos decir que un "buen augurio" era una redundancia, para los romanos, evidentemente.

En cuanto a los famosos auspicios, bajo el consejo de los cuales siempre deseamos estar, en Roma se referían exclusivamente a los presagios, previsiones y predicciones relativos al vuelo de las aves y, concretamente, una vez más, al sacerdote y adivino que se encargaba de examinarlos. En efecto, auspicio deriva de avis, ave, y spicere, examen. Y auspicium, que se formó a partir de estas dos palabras tan antiguas, designaba un presagio feliz y aun, podríamos añadir, el presagio feliz por excelencia. El augur, es decir, el sacerdote y adivino, se iba a la cima de una montaña desde la salida del Sol. Durante todo el día hasta que caía la noche, escudriñaba el cielo. Inmóvil, observaba y examinaba el vuelo de algunas aves, los gritos y los cantos de otras y designaba una zona determinada del cielo con su bastón, en la que fijaba su mirada sin descanso, teniendo en cuenta tanto los vuelos y gritos que se producían a su derecha como los que veía o creía ver a su izquierda.

Los primeros se consideraban nefastos,los segundos favorables. Y después de analizar los pros y los contras , finalmente presentaba sus auspicios, que siempre eran favorables. Como vemos, augurio o auspicio, el sacerdote y adivino romano solo se interesaba por los presagios favorables y afortunados, lo que dice mucho de la mentalidad de este pueblo, que parece que solo veía las cosas desde un punto de  vista positivo, a imagen de las cualidades que se atribuían a su dios Júpiter, que ocupaba un buen lugar en el zodíaco y que estaba considerado el astro de la alegría de vivir, del optimismo, de la generosidad y de la expansión. Ahora bien, no hubo nadie más expansionista y colonizador que los romanos, tanto para lo peor como para lo mejor, pues, con la distancia, muchos historiadores se recrean hablando de sus emperadores, que tienden a considerar genios, aunque no debemos olvidar que también fueron hombres muy sanguinarios si miramos la historia.


sábado, 11 de febrero de 2017

La Rayuela. Un juego adivinatorio e iniciático


La rayuela es un juego ancestral de iniciación al conocimiento de uno mismo, de donde provienen el juego del laberinto, la petanca y el juego de la oca.

La mayoría de los juego para niños y juegos de salón, en un principio , eran adivinatorios e iniciáticos. En un mundo donde la razón, la lógica y la ciencia exacta son las que mandan, los principios adivinatorios e iniciáticos han sido relegados a las mazmorras, a un pasado  en el cual creemos  que reinaba  de forma absoluta el oscurantismo y las supersticiones en la mentalidad de los hombres. Ahora bien, históricamente, es un hecho que durante los 10.000 años que han precedido a nuestra época, todos los pueblos del mundo tuvieron alternativamente períodos oscuros e ilustrados.

LA ADIVINACIÓN, CIENCIA DEL POETA

Durante los períodos ilustrados, el espíritu de los hombres fue inventivo y creativo. La iniciación al saber y a los conocimientos  adquiridos cobraron todo su  sentido. No bastaba con aprender  para saber, había que comprender, experimentar, vivir, crear para conocer. Incluso si nos provoca alguna sonrisa hoy en día, el hombre iniciado de la Antigüedad era un poeta, en el sentido etimológico del término, que viene del griego poiêtês, que derivó en poiein, que significa «autor, creador, artesano, fabricante».
Para nosotros, el poeta no es más que un versificador o un escritor, que raramente puede vivir de su pluma y al que consideramos un dulce soñador, que vive lejos de la realidad material y tangible de este mundo. Pero para nuestros antepasados era un realizador, que solo podía serlo si había sido iniciado en el saber y el conocimiento, los cuales, por supuesto, revelaban el poder divino. No se concebía el conocimiento sin sabiduría. Y la sabiduría partía unida a la adivinación, la cual relacionaba lo divino en sí mismo y alrededor de sí mismo y favorecía la comprensión intuitiva de los gérmenes de los acontecimientos y las causas ocultas para poder ejercer el libre albedrío y la fuerza de voluntad.
En cambio, durante los períodos oscuros de la historia de la humanidad, este saber y conocimiento fueron mal utilizados por un pequeño número de seres malévolos, ávidos, codiciosos y tiránicos. Remontando el curso del tiempo, observamos que no han faltado impostores y usurpadores. Por desgracia, nuestra época no es una excepción. A veces, son los que tienen el poder. Entonces, un velo se tiende sobre el espíritu y la memoria de los hombres y éstos se oscurecen.

¿DE DÓNDE PROVIENE LA RAYUELA?

No se sabe de qué civilización viene, ya que no se conoce su origen exacto. Sin embargo, la estructura arquetípica, universal y astrológica de lo que hoy no es más que un juego de niños deja suponer que este juego iniciático nació en Mesopotamia. Pero debemos saber que su pista se encuentra en la India y que unos textos chinos demuestran su existencia 2.357 años antes de nuestra era. De manera que, al igual que la cruz o la espiral, por ejemplo, símbolos universales, encontramos la rayuela en tiempos muy anteriores a los nuestros y en todas las civilizaciones. No obstante, si creemos a Platón la rayuela nació en Egipto. En todo caso la rayuela griega, que se llamaba la kubeia, era de inspiración egipcia.
En Egipto se han encontrado numerosas figuras con casillas llenas de jeroglíficos. Según los textos egipcios, la rayuela la utilizaba el difunto para jugarse su destino en el laberinto del más allá.




RAYUELA Y LABERINTO

En efecto, en muchos aspectos, la rayuela nos hace pensar en el mito del laberinto. Tanto en la rayuela como en el laberinto, el jugador o iniciado debe encontrar la salida, que simboliza la vida eterna. El vencedor del laberinto puede regir su propio destino. Ahora bien, para vencer en el laberinto, no basta con encontrar la salida; además hay que encontrar el centro. Se trata de un juego metafórico, luego iniciático, y ello debe ayudar al jugador a tomar conciencia de que la liberación a la que aspira se encuentra en sí mismo, en el centro de su ser.
El jugador de la rayuela se lanza a una búsqueda similar: emprende un recorrido repleto de dificultades, durante el cual podrá conseguir un objetivo supremo, tendrá una revelación, si demuestra habilidad, perspicacia, resistencia e inteligencia más que fuerza o proezas físicas. Señalemos de paso que la mayoría de los cuentos de hadas, también relegados hoy en día al universo de los niños, proceden del mismo principio, casi siempre poniendo en escena un héroe o un antihéroe que, después de pasar mil y una trampas y pruebas, llegará a una especie de felicidad suprema o felicidad perfecta. Como podemos constatar todos los símbolos y mitos, y todos los soportes utilizados para transmitírnoslos, coinciden, se unen, se confunden y tienen una misma cultura y una misma visión universal de la vida, la naturaleza y el destino humano. Es todo lo que hemos perdido y que reencontramos cuando nos sumergimos en el universo regenerador de los mitos y símbolos. Estos últimos nos permiten entrar de nuevo en relación con nosotros mismos- ¿Quién puede presumir de amar al otro si no se conoce y se ama a sí mismo?
La rayuela es un juego iniciático en cuanto conduce al hombre a progresar, a avanzar de casilla en casilla, hasta que llega a su objetivo. No está hecho para permanecer tal como es. Siempre debe evolucionar. Éste es su destino. En Mesopotamia, en Egipto, en China, en la India, en Grecia y en Roma, y más tarde en toda la Europa medieval, eran los adultos los que jugaban a la rayuela. Al hacerlo se recordaban a sí mismos que los hombres sólo son paseantes, es decir, que están de paso por esta Tierra, pues tenían otro objetivo que conseguir, otra misión que cumplir, una puerta estrecha que encontrar.

En el centro del laberinto se encuentra la puerta de otro camino. Ésta es la puerta a la que hace alusión san Mateo en el Evangelio: «Estrecha es la puerta, angosto el camino que lleva a la vida y pocos son los que la encuentran». (Mateo 7, 13-14)

LAS REGLAS DE JUEGO DE LA RAYUELA

En la Edad Media, la rayuela ya no se jugaba sobre una mesa. Era más o menos similar a la que todavía juegan las niñas hoy en día.

Este juego se ejecutaba con una piedra que era lanzada sobre una figura geométrica. El jugador actuaba a modo de ficha. Debía saltar de casilla en casilla, a la pata coja, empujando la piedra que se suponía representaba su alma. Partía de la Tierra, para conseguir el Cielo, el Paraíso, vigilando no caerse en el pozo o en el infierno durante el recorrido. Pero no debía conformarse con avanzar a la pata coja. Estaba obligado a ciertas contorsiones y juegos de piernas complejos. En ningún caso la piedra debía pararse sobre una línea, ya que, de la Tierra al Cielo, no hay fronteras, ni zonas de demarcaciones, ni separaciones ni descanso. Al realizar su recorrido, el hombre practicaba su habilidad y desarrollaba así sus propias cualidades. ¿No es éste el fin último de toda vida humana?