El ópalo, el ágata y la amatista
EL ÓPALO
Su nombre viene del sánscrito upalah, que significa "piedra", y que ha dado en griego oppalios y luego en latín opalus. En castellano no se data esta palabra hasta el siglo XVII.
Fue, en primer lugar, en la India donde esta piedra resultó de gran estima por su brillo, su belleza y la fuerza protectora que se le concedía. Se atribuía a la Trimûrti, nombre que en sánscrito significa literalmente "que tiene tres formas", es decir la Trinidad hindú, compuesta por Brahma, el Creador; Vishnu, el Conservador: y Shiva, el Destructor. Los hindúes le concedían, pues, un poder divino.
Más tarde, los griegos y los romanos vieron también en ella numerosas virtudes. Existen muchas anécdotas relacionadas con esta piedra, la más preciosa de todas para los hombres de la Antigüedad. La anécdota más célebre nos habla de un senador romano llamado Nonius, que poseía un ópalo con un brillo azul incomparable. Ahora bien, también el fogoso Marco Antonio codiciaba dicha piedra, que deseaba con fervor ofrecer a la reina de Egipto, Cleopatra. Pero el senador optó por el exilio antes que ceder a la voluntad del político romano.
Por otro lado, sobre todo en Oriente, el ópalo tenía fama de guardar la virtud de potenciar el brillo y la tonicidad de los cabellos de las mujeres rubias y protegerlos del peligro del mal tiempo. Por eso, los apreciaban mucho y todas deseaban tener uno. Sin embargo, mientras en la Antigüedad esta piedra era célebre por los beneficios que aportaba, en Europa, en particular en la Edad Media, no sucedió lo mismo. Esta piedra tuvo fama de gema maléfica. Considerada por griegos y romanos una piedra que traía suerte, en cambio desde el siglo X se le llamó la piedra de las lágrimas y los joyeros la desdeñaron.
Sus poderes y virtudes terapéuticas
Sin embargo, el ópalo no carecía ni de atractivos, ni de poderes. Se creía concretamente que llevar un ópalo ayudaba a mantener la tranquilidad, a no dejarse atrapar por las emociones, volvía al individuo más confiado, más sereno y también más tierno. En cuanto a sus virtudes terapéuticas, son innumerables. En efecto, las creencias al respecto revelan que se supone que preservaba de las enfermedades cardíacas, las infecciones de todo tipo, los problemas oftálmicos y hepáticos, que estimulaba la capacidad cerebral, los presentimientos positivos, la reflexión, la meditación, la vista. La propiedad más evidente que dicha piedra parece albergar es la del sosiego del espíritu.
EL ÁGATA
De esta piedra no podemos decir que sea rara, pues existe muchas variedades en todo el mundo. Contrariamente al ópalo, tuvo una excelente reputación durante toda la cristiandad, y no era excepcional oír a los obispos alabar sus virtudes. Entonces se creía que favorecía la longevidad y la obtención de riquezas. Su nombre, derivado del griego akhatês, designaba simplemente cualquier variedad de calcedonia. En la Antigüedad, los campesinos pensaban que llevando un ágata tendrían más oportunidades de obtener una cosecha abundante; esta creencia perduró durante mucho tiempo. Era frecuente ver un ágata colgando de la yunta de una carreta. Hoy en día, todavía está considerada la piedra de la suerte de los jardineros.
Pero hay otras creencias que tienen que ver con ella desde hace milenios.
Tal vez las más arraigada es la que le atribuye el poder de proteger del rayo a quien la lleve. En la Edad Media, se creía también que preservaba de los sortilegios, los demonios, los venenos así como de todos los males y desgracias provocados o generados por los autores de maleficios.
Sus poderes y virtudes terapéuticas
En la Antigüedad, el ágata tenía fama de curar y aliviar a cualquier persona víctima de una picadura de escorpión o de una mordedura de serpiente y ser contaminado por su veneno. Parece que, una vez más, esta virtud ha sussistido en la mentalidad de nuestros antepasados.
En efecto, en la segunda mitad del sigo XII, en plena Edad Media, santa Hildegarda, abadesa de Eibingen, escribía: "Cuando una araña u otro insecto pica a una persona y el veneno todavía no ha penetrado en la circulación de la sangre, hay que calentar mucho un ágata al sol o sobre un ladrillo ardiente. Una vez caliente, se coloca la piedra en el lugar del dolor. El ágata extrae el veneno. Hay que calentar la piedra de nuevo de la misma forma y luego mantenerla encima del vapor caliente del agua; en seguida se deja reposar la piedra durante una horita en agua caliente. Luego, se sumerge en dicha agua un trapo de lino, con el que se rodea el lugar de la picadura de araña. De esta forma la persona se curará".
Pero esto no es todo. El ágata gozaba también de la reputación de hacer milagros en casos de sonambulismo, parece que muy frecuentes en la Edad Media, ya que numerosos testimonios lo atestiguan. Leamos lo que escribió al respecto nuestra abadesa: "Una persona afectada de sonambulismo debe poner una piedra de ágata durante tres días en agua y tres días antes del trastorno mental, luego debe calentarse dicha agua sin la piedra poco a poco. Todos los alimentos consumidos por el enfermo deben ser preparados con esta agua y en todas las bebidas se debe colocar una piedra de ágata. Esta práctica debe seguirse durante cinco plenilunios, de forma que el enfermo vuelva a su equilibrio y se cure, excepto si Dios no lo quiere."
LA AMATISTA
Se trata de una piedra de cuarzo cristalino coloreado por el óxido de hierro, cuyo nombre posee ya en sí mismo todas las virtudes y poderes que se le atribuían en la Antigüedad.
"Amatista", en el sentido literal significa "el que no está borracho", viene del griego amethustos, cuyo origen etimológico se encuentra en el término, también el griego, methuien, que significa "emborracharse". En efecto, probablemente por el color violeta de esta piedra, que recuerda el color de las heces del vino, se le atribuía el poder de preservar a los hombres de la embriaguez o de curar a los alcohólicos.
Al igual que las creencias relacionadas con las virtudes y poderes del ágata respecto a las cosechas, las creencias que se relacionan con los efectos salvadores que produce sobre quienes beben alcohol todavía siguen presentes en la actualidad.
Pero éste no es el único encanto, ni mucho menos, que se atribuía a esa gema. En efecto, representaba también la autoridad bajo todas sus formas, especialmente y sobre todo, la autoridad eclesiástica, la humildad, la moderación, la pureza moral, la verdad y la nobleza de corazón.
Como vemos, se trata de grandes virtudes que le valieron a dicha piedra una buena reputación en la Edad Media y se recomendaba mucho llevarla.
Se confeccionaban también rosarios de amatista con poderes protectores y mágicos y los obispos celebraban a menudo la santa misa con copas con engastes de amatista.
Sus poderes y virtudes terapéuticas
Hay que saber que, en la Antigüedad, a menudo se designaba a una variedad violeta de zafiro con el nombre de amatista.
Por eso, numerosas virtudes terapéuticas atribuidas al zafiro pueden también aplicarse a la amatista. También actuaba como remedio milagroso para curar casi todos los males.
Sin embargo, es única en su género para poder preservar contra la embriaguez y curar a los alcohólicos de su debilidad.
Parece también que tuvo ciertas especialidades en sus poderes para proporcionar un sueño profundo, sin trastornos, para tranquilizar a los espíritus tumultuosos, para favorecer el equilibrio de todo el sistema nervioso, aun siendo un euforizante, un fortificante y un excelente estimulante para el sistema inmunitario.
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