miércoles, 9 de abril de 2014

La Magia: Historia y orígenes


Actualmente, la magia se reduce a los juegos de manos del prestidigitador. Cuando hablamos de un juego de manos, o de un truco, solemos decir que "hacemos un juego de magia". Al comparar esta interpretación actual de la magia con la que se hacían de ella nuestros antepasados, tan distinta, nos enfrentamos a un problema muy complejo: ¿dónde empieza y dónde acaba la realidad? ¿Cuál es la verdad: lo que vemos o lo que es?
Sin embargo, paradójicamente, en un mundo donde deberíamos estar planteándonos estas preguntas con más fuerza y agudeza que nunca, resulta que ya casi no nos las plateamos. Al habernos liberado de muchos dogmas, la mayoría de los cuales se basaban en puras imaginaciones de la mente o teorías confusas, o bien tan fuera de su contexto y utilidad primera, que no tenían ningún sentido ni razón de ser, hemos establecido otros dogmas, todavía más rígidos, si nos paramos a pensarlo bien, en tanto en cuanto se basan en criterios ineludibles. Hablamos de aquellos que han sido establecidos por los instrumentos y medidas de los científicos, que les permiten observar los fenómenos concretos de la naturaleza, verificar sus manifestaciones, explotarlas, y a veces incluso reproducirlas artificialmente, con fines prácticos.
De tal modo, actualmente nadie pone en duda el hecho de que nuestra visión del mundo dependa de instrumentos de medida, todos ellos creados por el hombre, sin duda alguna con espíritu innovador, pero que nos llevan hacia sus propias visiones e interpretación del mundo. Podríamos objetar que cada vez que una idea, concepto o creación implica la admiración casi universal, seguramente corresponde a una realidad profunda y común a todos, que va más allá de lo que representa. Es cierto. Pero ello no significa que no sea fruto de una ilusión colectiva, que no derive de un mismo fantasma o de una misma voluntad inconsciente y común de ver lo mismo, desde el mismo punto de vista y en el mismo momento.

MAGIA, MAGOS Y HECHICEROS

De manera que, en adelante, todo lo que no se pueda medir, comprobar o reproducir será relegado al polvoriento universo de lo sobrenatural e irracional. Ahora bien, este rechazo puro y simple, y podríamos decir maniático, seguramente ha olvidado el hecho de que sin la magia, tal como nuestros antepasados la practicaron, la ciencia de hoy, es decir, la ciencia moderna, en todos sus ámbitos de investigaciones, búsquedas, estudios y experimentos, no sería lo que es.
Puesto que es de la magia, ciencia de nuestros antepasados, de donde ha salido su inspiración y su visión del mundo y de la realidad. En toda la Antigüedad hubo magos. Y, como en todas las épocas, al igual que sucede actualmente con nuestros médicos y eruditos, algunos de ellos fueron seres excepcionales, maravillosos, provistos de dones y cualidades humanas extraordinarias, y otros fueron menos competentes, puros charlatanes o usureros movidos únicamente por sus ambiciones personales. El hombre es así; por tanto, no es la función que lleva a cabo la que se pone en duda.
Así, pues, en la Antigüedad, el hechicero tenía casi siempre el papel de curandero y adivino. Su saber se basaba en una atenta observación de la naturaleza y sus fenómenos en una voluntad de dominarla o dominarlos. Pero, evidentemente, el hecho de ser capaz de curar los males de los demás utilizando pociones o fórmulas mágicas, y de prever el futuro con idénticos procedimientos, le concedía un poder especial, porque se le temía, poder del cual algunos hechiceros se aprovecharon.
Hoy en día, respecto a este tema nada ha cambiado. Existen los mismos abusos de poder por parte de los que saben hacia los ignorantes. Escasean aquellos hombres que, tras haber adquirido ciertos conocimientos y ciencia, no sólo ponen sus experimentos al servicio del prójimo, sino que transmiten sus conocimientos de forma natural, haciéndolos accesibles y comprensibles. Debe decirse también que la curiosidad, de la cual se dice erróneamente que es un feo defecto, se pierde. La mayoría de las veces nos contentamos con creer lo que se nos dice. Y, lo que aún es más, hay tantas informaciones que se revelan, se transmiten y se difunden a diario por todo el planeta, que ya no nos tomamos el tiempo de comprobar su certeza, e inhiben y ahogan nuestra curiosidad, así como nuestra imaginación.
Se puede afirmar, pues, que actualmente para nosotros, habitantes de la Tierra, la magia ya no entra dentro de los fenómenos de la naturaleza, ni dentro de nuestra capacidad para comprenderlos y aprovecharlos, sino en esas redes de comunicación, como son la radio, la televisión, la telefonía y, ahora, Internet que, aunque permiten relacionarnos estando geográficamente muy lejos unos de otros, nos hacen perder cualquier contacto directo y físico con la naturaleza y la realidad y, al hacerlo, nos aíslan.
¿Debemos por ello estar anclados en el pasado y lamentar aquellos tiempos tan lejanos en que permanecíamos en contacto directo con la naturaleza y en que practicábamos la magia? No. Nunca hay que volver atrás. En cambio, haríamos bien en inspirarnos en las experiencias y los conocimientos de nuestros antepasados, antes que rechazarlos en bloque bajo el pretexto de que nuestra visión del mundo a cambiado.

LA EXPERIENCIA MÁGICA

El hechicero no sabía qué fuerzas se revelaban o manifestaban cuando practicaba algunos ritos y pronunciaba algunas fórmulas mágicas, pero hacía uso de ellas con respeto, humildad y precaución. El temible hechicero de las producciones hollywoodienses, que ejercía un poder maléfico, era en la realidad prácticamente inexistente y absolutamente rarísimo.
En efecto, en todas las civilizaciones de la Antigüedad, y aun remontándonos todavía más lejos en el tiempo, observaremos que el hechicero se hallaba sometido a rituales de iniciación muy fuertes, algunos de los cuales podían ser mortales. Por eso, salir victorioso era ya una experiencia mágica.


No hay comentarios:

Publicar un comentario