domingo, 4 de agosto de 2019

Visiones y Apariciones


Todos nos hallamos sujetos a visiones y apariciones. ¿Son fenómenos naturales? ¿Estamos dispuestos a creerlas?

Una atenta observación a los fenómenos llamados sobrenaturales, objeto de los seres que han tenido visiones y apariciones, nos permite constatar que, casi siempre, no nos hallamos ante individuos de carácter soñador o etéreo, totalmente alejados de la realidad del mundo, sino todo lo contrario, se trata de personalidades que poseen gran lucidez, realistas, bien anclados en la vida material. También con frecuencia, este tipo de fenómenos se manifiesta normalmente de repente y sin ninguna señal de aviso, en individuos  fundamentalmente escépticos o incrédulos.

LOS FENÓMENOS NATURALES

A lo largo de los siglos, en todas partes y en todas las civilizaciones, hombres y mujeres de todos los tiempos han tenido visiones y apariciones. Los testimonios al respecto abundan. Todavía hoy, existen numerosos testimonios. Sin embargo, la mayor parte de las veces, no lo revelan por miedo a que sus interlocutores , incluso sus seres más íntimos, no les tomen en serio.

Casi siempre, al ser los únicos en saber lo que han visto creen haber sido víctimas de una o varias alucinaciones.

La naturaleza humana posee, sin duda alguna, la facultad de ver más allá de lo que su agudeza visual permite ver. ¿El hecho de no ver, no ya la electricidad o los campos magnéticos a simple vista, sino únicamente los efectos físicos que se producen en la realidad material, significa que no existan? En verdad, todo hace pensar que tenemos mucho miedo de ver espontáneamente lo que presentimos o experimentamos intuitivamente.

La historia de la humanidad, desde el principio de los tiempos, al menos por lo que sabemos hoy día, nos demuestra que el hombre siempre ha intentado tener seguridad, ha querido asegurarse, imponerse límites para conjurar una especie de angustia indecible que provoca en él la perspectiva inefable y común  a todos de la muerte, es decir, el desaparecer, el caer en el olvido, el ya no ser nada de lo que somos cuando estamos vivos, no ser nada de nada. Lo queramos o no, todos estamos apegados a la vida, a nosotros mismos, por supuesto, a nuestro cuerpo, pero, sobre todo, a nuestras ideas, nuestras costumbres, a todo lo que hace que seamos lo que somos: un individuo distinto de nuestros semejantes.

Por eso, algo nos impide ver más allá de nuestro campo visual; algo que nos hace temer ahogarnos, perdernos, aniquilarnos en una especie de caos original, al que todas las cosmogonías antiguas hacen alusión.

Por ello las visiones y las apariciones no se controlan, sino que nos son impuestas en contra de nuestra voluntad. También ésta es la razón por la que atribuimos a tales fenómenos un carácter sobrenatural.

Sin embargo, consideramos que no hay nada más natural que ver lo que, normalmente, no está hecho para que la vista lo distinga. ¿No vemos hoy cada día imágenes, fotografías sobre las que se han fijado unos acontecimientos, escenas, a veces incluso seres que hemos conocido y que ya no existen? El mundo en el que vivimos y evolucionamos cada día, una vez más, ¿no está lleno de objetos, instrumentos, estructuras, formas que, al principio, no existían y que, consecuentemente, no son reales sino que son el resultado de visiones y de la imaginación de los hombres, y que hemos hecho realidad? Tomemos el sencillo ejemplo de la línea recta: es una total ilusión, puesto que en la naturaleza y en el universo, la única línea que existe es la curva. Y sin embargo, la línea recta está omnipresente en nuestro universo cotidiano.



¿CÓMO DISTINGUIR ESTOS FENÓMENOS?

¿Podemos o debemos creer en lo que vemos? Solo el que  tiene fe en sí mismo no se lo pregunta. Pero, casi siempre, tal como es la vida actualmente, la duda nos invade. Ahora bien, una constante se revela en todos los visionarios: para ver hay que creer. Hay que encontrar esta fe en uno mismo y esta fe en la vida, sin las cuales esta última no vale la pena ser vivida, pero ninguna enseñanza, hoy en día, nos enseña a buscar, a descubrir y a cultivar. Como ayuda a distinguir la naturaleza de los fenómenos propios de las visiones y las apariciones, a continuación una lista exhaustiva.

  • APARICIÓN: apparitio se empleó en latín para traducir la palabra griega epiphaneia, epifanía", que significaba "que aparece", la cual viene de phanein, "hacer brillar". La epifanía es la manifestación de lo que está oculto, de lo que, normalmente, no se ve a simple vista.

  • CLARIVIDENCIA: del latín calare, "llamar", clamare, "clamar", y veant, "vista", significa  "que tiene la vista aguda", perspicaz, que ve y anuncia (al instante) lo que ve". 
  • EXTRALÚCIDO: es un sinónimo de "vidente" y significa "brillante, luminoso", pues viene del latín lux, "luz". Una persona extralúcida o vidente es susceptible de poseer un don de doble vista brillante y luminosa.
  • INTUICIÓN: del latín intuitio, "imagen reflejada en un espejo", deriva de intueri, que significa "mirar atentamente, representarse a través del pensamiento".
  • PREDICCIÓN: del latín prae, "de antemano", y dicere, "decir", significa "decir o anunciar de antemano".
  • PREMONICIÓN: del latín prae, "de antemano", y monitio, "advertencia, consejo", significa dar  un consejo o una advertencia de antemano".
  • PRESAGIO: del latín prae, "de antemano", y sagire, "tener olfato, sentir con agudeza", que también ha dado "sagaz", es una predicción realizada a partir de los signos que permiten prever el futuro.
  • PRESENTIMIENTO: del latín prae, "de antemano", y sentire, "sentir", se trata de un sentimiento irracional que hace prever un acontecimiento futuro.
  • PROFECÍA: del latín propheta, "adivino que predice el futuro", viene de prophanai, que significa "anuncia de antemano", es decir, prae, "de antemano", y phanal, "hacer visible a través de la palabra", que encontramos en "fonema" y "fonética". Todas estas palabras vienen del griego prophestes, "profeta o intérprete de Dios".
  • VISIÓN: Se trata de algo que normalmente no se ve a simple vista y que se impone al espíritu o la vista. Distinguimos entonces, entre la visión intuitiva (véase intuición) que se impone al espíritu y la visión premonitoria (véase premonición), que se impone a la vista.


martes, 16 de julio de 2019

Intuición y premonición


La intuición es un efecto de la memoria. Está, pues, relacionada con el pasado. La premonición es una advertencia. Por tanto, entra en relación con el futuro. Tanto una como otra pueden ayudarnos a vivir mejor nuestro presente.

Para muchos de nosotros, tener una intuición o una premonición es una misma cosa. Por otro lado, se les puede añadir el presentimiento, al que se atribuye también el mismo significado. Sin embargo, a pesar de parecer exageradamente  puntillosos en opinión de algunos, es necesario otorgar a cada uno lo que le corresponde y distinguir una experiencia de otra.

¿QUÉ ES UNA INTUICIÓN?

A juzgar por el sentido etimológico de esta palabra, la intuición sería literalmente"una imagen reflejada en un espejo". Por más inconcebible que pueda parecer, aunque dicha palabra no figure en casi ningún diccionario contemporáneo de psicoanálisis, hay que constatar que la intuición nos remite directamente al mito griego de Psique, a propósito del cual hay que recordar que se trata de una representación del alma, de donde viene su nombre (psykhe, en griego significa "alma").

Según esta leyenda, tal como nos la cuenta Apuleyo en su Asno de oro o Libro de las metamorfosis, Psique es bella y feliz mientras se deja amar y ama sin mirar el objeto de su amor. Pero el día que intenta ver su rostro mediante una lámpara, puesto que siempre es durante la noche cuando Amor o Cupido la visita, lo pierde para siempre.

Esta leyenda ilustra perfectamente la verdadera naturaleza y el funcionamiento de la intuición que, al contrario de las ideas preconcebidas, no es un don que permita prever el futuro, sino una facultad innata, más o menos desarrollada o despierta, dependiendo de los individuos, que favorece una contemplación inmediata de lo que ocurre o debe ocurrir. Sin embargo, una visión de este tipo, instantánea, fuerte, evidente, espontánea, verdadera, jamás es permanente, sino que se desvanece. Algo así como si quisiéramos retener la imagen de una película; nos quedamos con la imagen pero ya no vemos la película.

Pero parece que fue en los siglos XVIII y XIX cuando el sentido profundo del término "intuición" sufrió una transformación o, más exactamente, una alteración o una deformación. En aquel entonces se asimiló al presentimiento, antes de ello se trataba simple y puramente de un fenómeno natural, espontáneo, producido por el alma humana, a través de la cual creemos estar unidos a otras almas, en una especie de memoria colectiva donde el pasado, el presente y el futuro se confunden y forman un todo indivisible y coherente. Esta memoria colectiva, en la que nos inspiramos todos inconscientemente, es reconocible por el lenguaje de los símbolos, común a todos los pueblos de la Tierra y a todas las mujeres y hombres que sueñan. En el plano físico, su equivalente es la memoria genética. Lo que viene a decir que al ser la intuición un fenómeno producido por el alma, inmersa dentro de la memoria individual, ella misma unida al océano de la memoria colectiva es, en realidad, un efecto de la memoria. Como tal, está pues sobre todo en relación con el pasado , la memoria colectiva que contiene todo lo que hemos visto, aprendido, comprendido y vivido desde que el mundo es mundo, donde somos lo que somos, desde tiempos inmemoriales, al menos si nos situamos en el plano de la memoria consciente.

Dicho de otra forma, un ser intuitivo, en el sentido auténtico del término, posee una memoria comparable a una especie de espejo, como en el mito de Psique, que le envía permanentemente una imagen de sí mismo de gran riqueza y belleza. En principio, mientras no lo deformemos con nuestros deseos y nuestra visión interpretativa, el mundo es bello, tan bello como nosotros, ya que ha sido creado a imagen nuestra. La intuición no es otra cosa que una reminiscencia, el ascenso en el campo de nuestra consciencia de un hecho, de una cosa que ya sabemos, que sabemos desde siempre y que nos vuelve en el momento oportuno.



¿QUÉ ES LA PREMONICIÓN?

En cuanto a la premonición, está totalmente orientada hacia el futuro, la previsión y la anticipación. Por ejemplo, a juzgar por su sentido etimológico, entra en analogía con los verbos "presagiar" y "predecir", "advertir" y "exhortar", pero sobre todo con "prevenir", que tanto puede entenderse en el sentido de la advertencia como de la prevención. Por eso, un sueño premonitorio es un sueño que previene, que nos advierte de algo que nos concierne directa o indirectamente.

Al igual que la intuición, el sueño también es una función del alma.

Sin embargo, en el impensable caos de la memoria individual y colectiva, tenemos que separar el grano de la paja, ya que sino estaríamos debatiéndonos constantemente entre sentimientos, impresiones y visiones contradictorias que nos harían perder la razón.

De ahí que quien posea el don de la premonición -es decir, quien trabaje esta facultad innata y sin duda alguna inherente al alma humana, latente en cada uno de nosotros-, sabrá, por instinto o por lógica, explotar dicho fenómeno de la memoria que es la intuición, para advertirse de un hecho importante para él, que todavía no se ha producido, pero que seguramente se producirá, puesto que todo lleva hacia él.

Cuando el fenómeno de la premonición se manifiesta, podemos considerar que un hecho o acontecimiento ya está presente, en germen, en la memoria individual o colectiva.

El sujeto que tiene la premonición del mismo recibe el mensaje o la advertencia para que pueda actuar o adoptar cierto comportamiento a título preventivo.

La premonición es entonces una especie de instrumentalización de la intuición o, si se prefiere, el ser explota el fenómeno de la intuición que no puede y no debe controlar jamás, si no quiere correr el riesgo de tener una visión deformada del mundo, de perder todo amor y toda motivación, tal como se nos cuenta en el mito de Psique, para prevenirse a sí mismo de lo que debe forzosamente saber o conocer.

Si lo que le ocurre es que se convierte en dueño de la intuición, entonces confunde angustia con premonición. En tal caso efectivamente, se trata de sus deseos, ambiciones, miedos y esperanzas, los cuales dictan sus pensamientos más íntimos, no de la intuición, que ya ha perdido.

En cambio, quien deja manifestar libremente los efectos de su memoria, como sus intuiciones, atada al pasado, busca los medios para explotar todas las riquezas que contiene para advertirse y prevenirse de acontecimientos o de la evolución natural de las cosas de la vida. Entonces tiene una conciencia del futuro y de su futuro en particular. Por ello, está en condiciones de vivir mejor su presente, donde pasado y futuro se encuentran, se mezclan en una suerte de alquimia espiritual y le informan.


martes, 4 de junio de 2019

La videncia


¿Podemos ver más allá de las apariencias, lo que resulta desconocido para los demás? ¿Puede verse y conocerse el pasado y el futuro de un ser? ¿Podemos ser videntes?

Para entender el complejo fenómeno de la videncia, es indispensable aclarar el sentido de esta palabra, tan desprestigiada actualmente. Para muchos, la videncia se resume a un don de ver los acontecimientos o hechos que ocurrirán fatalmente en nuestra vida, en un futuro más o menos lejano.

El vidente -sobrentiéndase hombre o mujer, aunque aquí solo se emplee con el artículo masculino por motivos de economía del lenguaje- predice el porvenir, como solemos decir. Para un vidente ver es prever. Sin embargo, observamos que para apoyar sus predicciones, el vidente empieza a menudo por revelarnos situaciones o circunstancias relativas a nuestro pasado, aludiendo a unos seres que hemos tratado y que, presentes o ausentes en nuestra vida, permanecen cerca de nosotros. Por tanto, el vidente no se contenta con predecir o prever, sino que opera mediante una especie de auscultación de nuestra memoria, en la cual parece buscar imágenes íntimas, extraídas de nuestra vida pasada que, a primera instancia, él ignora. Nos encontramos en el campo de lo que se ha llamado retrocognición, es decir, el conocimiento del pasado, que se opone a la precognición, término que proviene de las palabras latinas prae (previamente) y cognoscere (conocer), es decir, conocer de antemano. Tal es la facultad del vidente: ver y prever, sin que lo sepamos, unos acontecimientos futuros que nos conciernen. ¿Cómo es posible que se dé este fenómeno?

"Videncia" y "vidente" proceden del latín videre, que significaba "ver". De la misma raíz provienen las palabras "visitar" (que originalmente quería decir ver con frecuencia), "visión" (que se entendía tanto como aparición o ensueño) y "evidente" (término con lo que se designa lo que, por patente, salta a la vista).




EL FENÓMENO DE LA VIDENCIA

Por muy extraño que pueda parecer, en consideración al número de videntes que ejercen más o menos en todas partes del mundo, y teniendo en cuenta las múltiples investigaciones que los hombres de ciencia emprenden actualmente al respecto, jamás han sido estudiados seriamente los mecanismos de la videncia. Es un principio que está relegado al pasado y asimilado a las supersticiones y a la ignorancia. No obstante, la videncia existe hoy y siempre ha existido. Este fenómeno está relacionado con las investigaciones sobre el inconsciente, del cual, quizá, sea tan solo un producto. Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, demostró que, en el inconsciente, el tiempo no existía. O, con mayor precisión, que en esta zona oscura de nuestra personalidad, el pasado y el presente podían confundirse y surgir en cada momento. Recordemos que el análisis se basa en una serie de asociaciones de ideas que pueden permitirnos devolver a nuestra conciencia actual hechos, acontecimientos o situaciones, y también sentimientos y emociones, de nuestro pasado. De hecho, según el principio enunciado por el psicoanálisis freudiano, el inconsciente es el lugar desconocido de la consciencia, habitado por contenidos reprimidos que escapan a lo consciente.

Años después, Carl Gustav Jung, discípulo y colaborador de Freud, y cuyos trabajos no obtuvieron la aprobación de su maestro, demostró que en el inconsciente el pasado, el presente y también el futuro se combinaban, se interpretaban, se mezclaban hasta contener a veces respuestas o soluciones intuitivas a nuestros problemas sin resolver. Después de largas investigaciones y estudios profundos sobre el lenguaje de los mitos y de los símbolos, Jung reveló que la intuición no era más que el producto de la memoria inconsciente del sujeto, la cual se manifiesta en horas de vigilia o durante el sueño.

Podemos concluir que todo lo que hemos vivido está inscrito en nuestra memoria inconsciente, pero también que algunos acontecimientos venideros ya están inscritos en nosotros, a modo de germen.

Por lo tanto, ciertos seres que están dotados de una percepción inconsciente o psíquica más sensible que la de otros deberían ser capaces de captar estas imágenes inscritas en nuestra memoria sin que seamos conscientes de ellas. Pero este fenómeno resulta extremadamente raro y muy pocos son los que lo dominan. Sí, la videncia existe; pero, ¿para qué sirve y qué uso hacemos de ella? ¿No sería más acertado aprender a descubrir y a explotar nuestra memoria inconsciente intuitiva con el fin de ser más conscientes de nuestras verdaderas motivaciones y de los acontecimientos venideros, cuyas causas se encuentran, a menudo, en nuestros actos pasados o actuales? "Si supiera cómo un árbol se contrae en una semilla, podría también predecir cómo el árbol se desarrollará a partir de ésta. Si conociéramos el núcleo central de una situación, podríamos predecir sus consecuencias", ha escrito Marie-Louise von Franz.




¿POR QUÉ ES TAN RARO ESTE FENÓMENO?

Porque la memoria inconsciente intuitiva no actúa por encargo. No basta con tener, un poco más que los demás, la facultad de ver, para ver sistemáticamente y en cada momento.

Así en la Antigüedad, se distinguía la adivinación intuitiva o espontánea de la adivinación inductiva o razonada.

La primera la practicaban unos cuantos profetas, la segunda, mucho más común, resultaba de la interpretación de los signos y símbolos u oráculos, es decir, del uso de las artes adivinatorias.

Por otra parte, cabe subrayar que la memoria inconsciente intuitiva se expresa mediante el lenguaje de los mitos y de los símbolos..

Sin embargo, no solamente resulta rica y muy compleja, sino que además las interferencias de las experiencias vividas por el individuo en cuestión pueden añadir una interpretación inconsciente personal de los signos y de los símbolos cuyo significado exacto escapa a menudo al vidente.

A partir de esto, entenderemos que no basta con ver, sino que es necesario ser capaz de interpretar lo que se ve.

"De la misma manera que un físico no puede predecir un acontecimiento único con total exactitud, un oráculo no puede predecir un acontecimiento preciso. Pero puede dar una lista de probabilidades en las que se proyecta la imagen de un campo calificativo de acontecimientos, y puede predecir que algo se producirá en este campo", ha escrito Marie-Louise von Franz.

"Augurio" entronca con el latín auspicium, término que hace referencia a la observación de las aves. Con su derivado augur se designaba al sacerdote que efectuaba sus predicciones mediante esa técnica. En castellano, ha quedado la expresión "ser pájaro de mal agüero".

martes, 7 de mayo de 2019

Virtudes y poderes de los cristales, V

La crisólita, el ónice y el jaspe


LA CRISOLITA


CRISOLITA

En la Antigüedad, la crisolita o el peridoto designaban también al topacio. Por otro lado, es probable que la historia legendaria del descubrimiento de esta piedra se refiera en realidad a un peridoto. Sin embargo, hoy en día, la crisolita, el peridoto y el topacio se consideran, cada uno, como una piedra distinta con virtudes y poderes también específicos, mientras que en la Antigüedad a menudo se las confundía.

La crisolita o, literalmente, según su nombre griego, la piedra de oro fue llamada así no tanto por su color verde-amarillo y su brillo, que bien evocaba al metal precioso, sino por el poder que se le otorgaba de aportar honor y gloria a quien la llevase. Fue también bastante apreciada como amuleto protector capaz de alejar los demonios y los seres maléficos.

En la Edad Media, época en que las creencias se relacionaban con fantasmas (existen numerosos y frecuentes testimonios de ello), cuando podían,ponían una crisolita cerca de la cama para alejar a los espectros.

Sus poderes y virtudes terapéuticas

Famosa por actuar contra las angustias nocturnas, los ataques de melancolía y apaciguar los espíritus enfermos o nerviosos, la crisolita se utilizaba también para para combatir el estreñimiento crónico, curar las úlceras y favorecer la cauterización y cicatrización en caso de heridas. Pero parece que se utilizaba asimismo, y sobre todo, para curar las enfermedades del corazón y vencer las fiebres: "una persona que sufra del corazón debe mojar una crisolita en aceite de oliva. A continuación pasará esta piedra por la parte dolorosa del corazón y sentirá un alivio. [...] Una persona febril debe calentar vino y luego sostener encima una crisolita. Los vapores se mezclan con el vino caliente, que el enfermo beberá en seguida. Pondrá la piedra en su boca durante aproximadamente una hora. Al hacerlo varias veces, podrá constatar un bienestar", según un escrito medieval de santa Hildegarda de Eibingen.

EL ÓNICE

ÓNICE

Su nombre procede del griego onyx, que significa "uña, garra", ya que esta piedra de destello brillante tiene una forma y un aspecto que recuerdan a una uña. Sin embargo, todo deja suponer que esta palabra griega deriva del sánscrito nakkàh, que también significaba "uña" y "garra". En efecto, en la Antigüedad, era apreciada en la India y en Persia, donde se creía que volvía invisible quien la llevaba. Pero fue sobre todo en la Edad Media cuando más se habló de ella. Citemos especialmente una piedra de ónice a la que se le atribuían virtudes curativas milagrosas y que se encontraba en la iglesia de San Miguel de la abadía Saint Albans, en el noroeste de Londres, en Gran Bretaña, donde reposan los restos del filósofo y político inglés Francis Bacon.

Sin embargo, por sus colores -puede ser negra, marrón o roja-, se creía qie podía ejercer una mala influencia y, concretamente, provocar conflictos y rupturas, sobre todo en las parejas pero también entre vecinos.

Sus poderes y virtudes terapéuticas

No nos sorprenderá saber que se suponía que tenía excelentes efectos sobre el brillo y la tonicidad de la piel, de las uñas, por supuesto, y también de los cabellos. Hacía maravillas para estimular el sistema inmunitario y así proteger de las enfermedades contagiosas. Por otro lado, era muy útil en caso de problemas oculares. "Cuando una persona tiene los ojos débiles o siente que se le está formando una úlcera en los ojos, debe verter vino bueno en un recipiente de cuero. Debe colocar dentro una piedra de ónice para que se limpie durante quince o treinta días. Luego la sacará dejando el vino en el mismo recipiente. Todas las noches, el enfermo debe mojar sus ojos con el vino. De esta forma se le aclararán y se le curarán", escribió santa Hildegarda de Eibingen.

EL JASPE

JASPE

Al contrario que el ónice, el jaspe era muy célebre en la Antigüedad. Encontramos la raíz etimológica de su nombre, en Mesopotamia, en el término acadio yaspû, de donde derivó el hebreo yaspeh. Se trata de una piedra opaca con muchas marcas coloreadas. Además de resultar un remedio milagroso, los poderes que se le atribuían eran numerosos. Así pues, se suponía que favorecía las visiones y los estados propios de los mediums, y que los mismos indios la utilizaban en los rituales de la lluvia. Se usaba, pues, comúnmente, tanto en la magia como en la brujería. Además, parecía proteger de todos los males y plagas de la naturaleza, pero también de los accidentes, de las heridas e incluso de las mordeduras de serpiente y de las picaduras de escorpión y de grandes insectos.

Sus poderes y virtudes terapéuticas

Parece que en la más remota Antigüedad y durante la Edad Media, el jaspe se empleaba para cuidar y curar casi todas las enfermedades. Debemos decir que Galeno, Dioscórides y Plinio el Viejo alabaron sus virtudes. Según ellos, sus efectos contra los dolores de estómago, de hígado, de riñones y de corazón, eran inmediatos. Sus virtudes resultaban estimulantes, tonificantes, cauterizantes, cicatrizantes, inmunizantes y calmantes. "Quien sienta venir los dolores en su cuerpo, en las costillas o en un lado, es decir, una artritis, que ponga un jaspe en dicha parte del cuerpo y que presione fuertemente hasta que se caliente, el mal desparecerá porque el buen calor y la virtud del jaspe apaciguan y curan estos dolores irregularmente fríos y falsamente calientes. [...] Quien se despierte durante la noche con palpitaciones en el corazón o a quien, durante el día, le importune un dolor en el corazón o en un lado, casi siempre se sentirá aliviado con una piedra de jaspe aplicada sobre la piel y en el lugar del corazón. [...] Una persona que tiene pesadillas a menudo debe poner una piedra de jaspe cerca de su cuerpo, de modo que todos los fantasmas y todos los engaños del diablo huirán y desaparecerán", así lo contó santa Hildegarda de Eibingen



martes, 23 de abril de 2019

Virtudes y poderes de los cristales, IV

El ópalo, el ágata y la amatista


EL ÓPALO



ÓPALO

Su nombre viene del sánscrito upalah, que significa "piedra", y que ha dado en griego oppalios y luego en latín opalus. En castellano no se data esta palabra hasta el siglo XVII.

Fue, en primer lugar, en la India donde esta piedra resultó de gran estima por su brillo, su belleza y la fuerza protectora que se le concedía. Se atribuía a la Trimûrti, nombre que en sánscrito significa literalmente "que tiene tres formas", es decir la Trinidad hindú, compuesta por Brahma, el Creador; Vishnu, el Conservador: y Shiva, el Destructor. Los hindúes le concedían, pues, un poder divino.

Más tarde, los griegos y los romanos vieron también en ella numerosas virtudes. Existen muchas anécdotas relacionadas con esta piedra, la más preciosa de todas para los hombres de la Antigüedad. La anécdota más célebre nos habla de un senador romano llamado Nonius, que poseía un ópalo con un brillo azul incomparable. Ahora bien, también el fogoso Marco Antonio codiciaba dicha piedra, que deseaba con fervor ofrecer a la reina de Egipto, Cleopatra. Pero el senador optó por el exilio antes que ceder a la voluntad del político romano.

Por otro lado, sobre todo en Oriente, el ópalo tenía fama de guardar la virtud de potenciar el brillo y la tonicidad de los cabellos de las mujeres rubias y protegerlos del peligro del mal tiempo. Por eso, los apreciaban mucho y todas deseaban tener uno. Sin embargo, mientras en la Antigüedad esta piedra era célebre por los beneficios que aportaba, en Europa, en particular en la Edad Media, no sucedió lo mismo. Esta piedra tuvo fama de gema maléfica. Considerada por griegos y romanos una piedra que traía suerte, en cambio desde el siglo X se le llamó la piedra de las lágrimas y los joyeros la desdeñaron.

Sus poderes y virtudes terapéuticas

Sin embargo, el ópalo no carecía ni de atractivos, ni de poderes. Se creía concretamente que llevar un ópalo ayudaba a mantener la tranquilidad, a no dejarse atrapar por las emociones, volvía al individuo más confiado, más sereno y también más tierno. En cuanto a sus virtudes terapéuticas, son innumerables. En efecto, las creencias al respecto revelan que se supone que preservaba de las enfermedades cardíacas, las infecciones de todo tipo, los problemas oftálmicos y hepáticos, que estimulaba la capacidad cerebral, los presentimientos positivos, la reflexión, la meditación, la vista. La propiedad más evidente que dicha piedra parece albergar es la del sosiego del espíritu.

EL ÁGATA



ÁGATA

De esta piedra no podemos decir que sea rara, pues existe muchas variedades en todo el mundo. Contrariamente al ópalo, tuvo una excelente reputación durante toda la cristiandad, y no era excepcional oír a los obispos alabar sus virtudes. Entonces se creía que favorecía la longevidad y la obtención de riquezas. Su nombre, derivado del griego akhatês, designaba simplemente cualquier variedad de calcedonia. En la Antigüedad, los campesinos pensaban que llevando un ágata tendrían más oportunidades de obtener una cosecha abundante; esta creencia perduró durante mucho tiempo. Era frecuente ver un ágata colgando de la yunta de una carreta. Hoy en día, todavía está considerada la piedra de la suerte de los jardineros.

Pero hay otras creencias que tienen que ver con ella desde hace milenios.

Tal vez las más arraigada es la que le atribuye el poder de proteger del rayo a quien la lleve. En la Edad Media, se creía también que preservaba de los sortilegios, los demonios, los venenos así como de todos los males y desgracias provocados o generados por los autores de maleficios.

Sus poderes y virtudes terapéuticas

En la Antigüedad, el ágata tenía fama de curar y aliviar a cualquier persona víctima de una picadura de escorpión o de una mordedura de serpiente y ser contaminado por su veneno. Parece que, una vez más, esta virtud ha sussistido en la mentalidad de nuestros antepasados.

En efecto, en la segunda mitad del sigo XII, en plena Edad Media, santa Hildegarda, abadesa de Eibingen, escribía: "Cuando una araña u otro insecto pica a una persona y el veneno todavía no ha penetrado en la circulación de la sangre, hay que calentar mucho un ágata al sol o sobre un ladrillo ardiente. Una vez caliente, se coloca la piedra en el lugar del dolor. El ágata extrae el veneno. Hay que calentar la piedra de nuevo de la misma forma y luego mantenerla encima del vapor caliente del agua; en seguida se deja reposar la piedra durante una horita en agua caliente. Luego, se sumerge en dicha agua un trapo de lino, con el que se rodea el lugar de la picadura de araña. De esta forma la persona se curará".

Pero esto no es todo. El ágata gozaba también de la reputación de hacer milagros en casos de sonambulismo, parece que muy frecuentes en la Edad Media, ya que numerosos testimonios lo atestiguan. Leamos lo que escribió al respecto nuestra abadesa: "Una persona afectada de sonambulismo debe poner una piedra de ágata durante tres días en agua y tres días antes del trastorno mental, luego debe calentarse dicha agua sin la piedra poco a poco. Todos los alimentos consumidos  por el enfermo deben ser preparados con esta agua y en todas las bebidas se debe colocar una piedra de ágata. Esta práctica debe seguirse durante cinco plenilunios, de forma que el enfermo vuelva a su equilibrio y se cure, excepto si Dios no lo quiere."

LA AMATISTA


AMATISTA

Se trata de una piedra de cuarzo cristalino coloreado por el óxido de hierro, cuyo nombre posee ya en sí mismo todas las virtudes y poderes que se le atribuían en la Antigüedad.

"Amatista", en el sentido literal significa "el que no está borracho", viene del griego amethustos, cuyo origen etimológico se encuentra en el término, también el griego, methuien, que significa "emborracharse". En efecto, probablemente por el color violeta de esta piedra, que recuerda el color de las heces del vino, se le atribuía el poder de preservar a los hombres de la embriaguez o de curar a los alcohólicos.

Al igual que las creencias relacionadas con las virtudes y poderes del ágata respecto a las cosechas, las creencias que se relacionan con los efectos salvadores que produce sobre quienes beben alcohol todavía siguen presentes en la actualidad.

Pero éste no es el único encanto, ni mucho menos, que se atribuía a esa gema. En efecto, representaba también la autoridad bajo todas sus formas, especialmente y sobre todo, la autoridad eclesiástica, la humildad, la moderación, la pureza moral, la verdad y la nobleza de corazón.

Como vemos, se trata de grandes virtudes que le valieron a dicha piedra una buena reputación en la Edad Media y se recomendaba mucho llevarla.

Se confeccionaban también rosarios de amatista con poderes protectores y mágicos y los obispos celebraban a menudo la santa misa con copas con engastes de amatista.

Sus poderes y virtudes terapéuticas

Hay que saber que, en la Antigüedad, a menudo se designaba a una variedad violeta de zafiro con el nombre de amatista.

Por eso, numerosas virtudes terapéuticas atribuidas al zafiro pueden también aplicarse a la amatista. También actuaba como remedio milagroso para curar casi todos los males.

Sin embargo, es única en su género para poder preservar contra la embriaguez y curar a los alcohólicos de su debilidad.

Parece también que tuvo ciertas especialidades en sus poderes para proporcionar un sueño profundo, sin trastornos, para tranquilizar a los espíritus tumultuosos, para favorecer el equilibrio de todo el sistema nervioso, aun siendo un euforizante, un fortificante y un excelente estimulante para el sistema inmunitario.




miércoles, 17 de abril de 2019

Virtudes y poderes de los cristales, III

El carbunclo, el zafiro y el diamante


EL CARBUNCLO


CARBUNCLO

Es un nombre que, ocasionalmente, se le da al rubí, ya que el brillo de esta piedra a menudo ha sido comparado con los destellos del carbón ardiente. En efecto, "carbunclo", o carbunculus en latín, significa pequeño carbón. En cuanto al nombre rubí, viene del latín rubeus, que significa "pelirrojo· o "rojizo".

Según una leyenda de origen indio, el corindón rojo, otro de los nombres del rubí, nació de la sangre de una maharani, es decir, la esposa de un maharajá, cobardemente apuñalada por un cortesano malévolo o una rival celosa.

Para los hindúes, Kshapanaka, el rubí, es asimismo uno de los nueve poetas de la corte del célebre rey antiguo, Vikramâditya, llamados las "nueve joyas". Es cierto que, durante la Antigüedad, esta piedra preciosa era muy apreciada por su brillo rojo y su belleza.

Así pues, los griegos hicieron de ella un atributo de Ares (Marte), el astro-dios de la guerra, precisamente por su color similar a la sangre y al fuego y, consecuentemente, relacionado con la vitalidad, la energía y la vida. Sin embargo, a pesar de su relación con Marte, al rubí se le atribuían virtudes más protectoras y benéficas que energéticas. Así como se creía que esta gema de fuego estimulaba o excitaba todavía más los temperamentos ardientes y apasionados, también se creía que tenía el poder de eliminar la melancolía, de suavizar las costumbres y los espíritus exaltados, de reforzar la pureza y la fidelidad de sentimientos, de volver a la persona enamorada y leal, de aportar un poco de sensatez y reflexión a aquél que carecía de ellas y, por último, de favorecer la felicidad y la prosperidad.

Este magnífico corindón se utilizaba como ornamento para las coronas y las joyas reales o los ornamentos dedicados a los santos. En cuanto al carbunclo en sí, aparece a menudo en los cuentos de hadas o cuentos de la abuela. En este caso está en el centro de un misterio y simboliza en sí mismo un tesoro inestimable que el héroe o la heroína encontrará después de un recorrido repleto de obstáculos.

Sus poderes y virtudes terapéuticas

Supuestamente, el rubí, hacía maravillas para calmar las fiebres, alejar los recalentamientos y las infecciones de la sangre, y especialmente, aliviar los dolores de muelas y de cabeza. "Cuando una persona sufre dolor de cabeza, debe colocar un rubí encima de su cabeza, durante algunos segundos, justo el tiempo que necesita para calentarse. A continuación, debe sacarlo porque su fuerza es tan intensa que penetra más rápidamente que cualquier crema. De manera que los dolores de cabeza desaparecerán. [...]. Cuando se utiliza correctamente el rubí puede eliminar todas las enfermedades infecciosas." (Extracto de las obras de santa Hildegarda de Eibingen.)

EL ZAFIRO


ZAFIRO

Ya la etimología del nombre de este otro corindón es de una gran riqueza simbólica. En efecto, viene a la vez del árabe, safir, y del griego, sapheiros, que estaría relacionado con el hebreo Sepher, el libro, Ophereth, que designaba a la vez el plomo y Saturno, y sappîr, la piedra azul, también en hebreo. Ahora bien, en la Biblia (Ezequiel 1,26) leemos que: "Por encima de la plataforma que estaba sobre su cabeza, tenía el aspecto de una especie de piedra de zafiro, una forma de trono como una apariencia de hombre, encima, hacia arriba". En este caso se trata de una alusión al hecho de que el trono de Dios podría estar compuesto de zafiros, tal como cuenta una leyenda judía según la cual las Tablas de la Ley, escritas por la mano de Yahvé y entregadas a Moisés, estarían hechas de piedras de zafiro. Por último, siempre según las leyendas judías, pero también las musulmanas, el famoso sello de Salomón era de zafiro.

Pero esta piedra preciosa no fue exclusivamente glorificada por los hebreos. Los persas también la honraban. Le atribuían poderes de inmortalidad y de eterna juventud.

Más cercanos a nuestro tiempo, por decirlo de alguna manera, a principios del siglo XIII, el papa Inocencio III, que por desgracia se hizo célebre por las cruzadas contra los albigense, decretó que los obispos deberían llevar desde aquel momento un zafiro en el dedo para protegerse de las malas influencias. Casi cuatro siglos más tarde, el papa Gregorio XV, que fue el precursor del decreto que regularía las formas y las reglas para elegir al sumo pontífice, hizo del zafiro la piedra oficial de los cardenales.

Sus poderes y virtudes terapéuticas

Aparte de que esta gema favoreciese la nobleza de corazón y de espíritu, las buenas costumbres, las cualidades morales y de que pudiese hacer feliz y valiente al que la llevase, tenía la reputación de alejar los malos espíritus y sortilegios, frecuentes y numerosos en la Edad Media. Pero no solo es esto, puesto que desde la Antigüedad, era la piedra-remedio milagrosa, que parecía curarlo casi todo. "Cuando una persona está excitada por la cólera, debe ponerse un zafiro en la boca y la cólera desaparecerá. [...] Cuando una persona desea mejorar su comprensión y su inteligencia, debe ponerse todas las mañanas, y en ayunas, un zafiro en la boca. [...] Cuando una persona tiene problemas visuales, debe coger un zafiro con la mano para calentarla. Luego debe tocar los ojos con esta piedra durante tres mañanas y tres noches. Así sus ojos se curarán. [...] Si alguien está impedido por culpa del reúma hasta el punto de no poder soportar el dolor, que ponga un zafiro en su boca y sus dolores cesarán." (Extractos de las obras de santa Hildegarda de Eibingen.)

EL DIAMANTE


DIAMANTE

¿Por qué el diamante siempre ha sido tan apreciado por la gente? Porque es escaso, misterioso, se esconde en lo más profundo de la tierra -hasta más de 150 km-,  está sometido a presiones y a temperaturas extremas que hacen que tenga una pureza inigualable, pero también porque posee una resistencia sorprendente. Así pues, es como se convirtió en símbolo de la pureza y de la perfección.

De ahí que todo lo que tiene que ver con la fe, la inocencia, la luz divina y las virtudes más nobles del espíritu y del corazón, siempre ha estado unido a esta piedra, la más bella de todas.

Tan lejos como queramos remontarnos, el diamante ha sido portador de virtudes benéficas y salvadoras. Proporciona la fuerza, la armonía, el amor, la rectitud, la lealtad, la fidelidad, la serenidad, la sensatez, la felicidad las riquezas, la firmeza y el poder absoluto.

Sus poderes y virtudes terapéuticas

Por supuesto, sus cualidades protectoras fueron también principales.
Aquélla o aquél que llevase un diamante se suponía que era casi invulnerable. Todo lo que que pudiera haber de maléfico o perjudicial en la naturaleza humana o en los fenómenos de la naturaleza, ya no le podría alcanzar. En cuanto a los efectos terapéuticos que se podían esperar de él, tampoco tenían límites. Al igual que el zafiro, y aun más que él, el diamante era una auténtica piedra milagrosa. Se creía que podía curar todos los dolores del cuerpo y del espíritu, y además proteger de las epidemias como por ejemplo la peste. El diamante, utilizado correctamente, podía incluso volver fecunda a una mujer estéril. Por último, también tenía la virtud de corregir las malas tendencias de los seres. "Cuando una persona es fanática, mentirosa e irascible, debe ponerse un diamante en la boca. El poder del diamante puede evitar tales defectos. [...] Existen personas malas y taciturnas. Desde el momento en que empiezan a hablar, tienen una mirada oscura y se enfadan en seguida, pero rápidamente entran en razón. Estas personas deberían ponerse también un diamante en la boca. El efecto de dicha piedra es tan fuerte que es capaz de ahogar la maldad que duerme en una persona." (Extractos de las obras de santa Hildegarda de Eibingen.)





martes, 2 de abril de 2019

Virtudes y poderes de los cristales, II

La sardónice, el topacio y la esmeralda

A continuación descubrirás las virtudes y los poderes mágicos y terapéuticos que nuestros antepasados atribuían a las 12 piedras preciosas citadas en la Biblia por los redactores del Éxodo.

LA SARDÓNICE

Éste es el nombre que se daba a esa piedra en la Antigüedad para designar lo que hoy se conoce comúnmente con los términos de calcedonia o cornalina.

"Sardónice" deriva del griego sardonux, que a su vez está formado por sardion, que designaba la piedra de Sardes, y por onux, que significaba uña. Sandonux, o la sardónice, es efectivamente una piedra, cuya forma nos recuerda la de una uña. Sardes era la capital de Lidia, situada en Asia Menor, en la confluencia de los ríos Pactolos y Hermos. Esta ciudad era famosa por su prosperidad, ya que el río Pactolos iba cargado de pepitas de oro, y se la llegó a llamar la segunda Roma. Por tal razón el término pactole ha entrado en algunos idiomas, como el francés, para designar una importante suma de dinero.

Actualmente, la palabra "sardónice" ya no se utiliza, y la calcedonia y la cornalina -que no deja de ser una especie de calcedonia- se han introducido en el lenguaje habitual de los minerólogos.


CALCEDONIA

El nombre de calcedonia procede de la antigua ciudad de Khalkedon, o Calcedonia, lugar de Bitinia de origen tracio, situado en el Bósforo. Actualmente se llama Kadi Coci. Debemos saber que el ágata, el jaspe, el ónice, el heliotropo y el sílex, entre otras, son variedades del cuarzo microcristalino. Sin embargo, esta piedra, que se puede considerar la más representativa de la especie, tiene un bello aspecto translúcido, azul y gris. Se le atribuía el poder de estimular, fortalecer y hacer más resistente al que la llevaba. Se creía también que protegía de la tormenta, que tenía efectos terapéuticos y curativos contra la depresión, aniquilaba los pensamientos oscuros, el mal humor, las pesadillas, que ahuyentaba a los fantasmas o a los espíritus tristes y preservaba de las mordeduras de serpientes o picaduras de insectos.


CORNALINA

En cuanto a la cornalina, cuyo nombre le viene de su transparencia córnea, es una calcedonia de color rojo carne.

A causa de este color, por aliteración, se la ha llamado a veces "carneliana", haciendo alusión al término carne.

Así pues, el mineral fue asociado a la pasión, a la sensualidad, a la posesión. a la carne y a la sangre, pero también al corazón sagrado y al amor absoluto.

Sus poderes y virtudes terapéuticas

Era la piedra mágica de la diosa Isis, de la cual se creía que tenía el poder de traer el amor a las mujeres, de volverlas fecundas y curarles todos los problemas relativos a la sangre: menstruaciones, heridas sangrantes, hemorragias nasales, calentamiento de la sangre, que son la cólera y las pasiones.

"La cornalina nace más bien del aire caliente que del aire frío y se encuentra en la arena. Cuando a una persona le sangra la nariz, debe calentar vino y poner dentro una cornalina. Esta persona debe beber este líquido; las hemorragias nasales se pararán en seguida", escribió, a orillas del Rhin, la abadesa benedictina santa Hildegard von Bingen (Hildegarda de Eibingen), en el siglo XII.

EL TOPACIO



Según una leyenda contada por Plinio el Viejo en su Historia natural, del siglo I de nuestra era, el nombre griego del topacio, topazus, topazion o topazon, derivaría de una palabra tomada de un dialecto africano, el de los trogloditas, antiguo pueblo del que no conocemos casi nada. Esta voz designaba una isla en el mar Rojo, llamada actualmente isla de San Juan y situada frente a las costas egipcias, lugar donde se debió encontrar la piedra por primera vez. Si nos atenemos a la leyenda, esta isla estaba infestada de serpientes, guardadoras de estas piedras. Los fuegos de dichas piedras iluminaban la noche, dando a la isla, que casi siempre estaba cubierta por una espesa niebla, una claridad sobrenatural. A veces amarillo dorado, azul pálido o verde, el topacio es en realidad casi siempre incoloro. Sin embargo, esta famosa claridad que desafiaba a la noche y a las fuerzas de las tinieblas lo ha convertido en una piedra simbólica de la fe, la honestidad, la pureza, la rectitud y la lealtad.

Sus poderes y virtudes terapéuticas

También se suponía que aportaba riqueza, prosperidad, reconocimiento de los propios méritos, honor o gloria al que la llevaba.

Se creía igualmente que protegía contra la venganza o los espíritus maléficos. Sus virtudes terapéuticas eran muchas. Decían que hacía maravillas en todas las afecciones gripales, procedentes de virus, hepáticas y sanguíneas, pero también y sobre todo, en las enfermedades oculares.

"Cuando alguien note que sus ojos se ensombrecen, debe dejar una piedra de topacio en vino durante tres días y tres noches. Por la noche, antes de acostarse, debe tocar sus ojos con dicho topacio rutilante para que penetre todo el líquido. La persona puede utilizar también este vino durante los cinco días siguientes de haber lavado la piedra. Cuando por la noche quiera tocar sus ojos con el vino, debe devolver la piedra al líquido. Debe realizar una nueva preparación con el vino y la piedra. Éste es el mejor remedio para los ojos. Después de esta curación, volverá a tener claridad", escribió santa Hildegard von Bingen.

LA ESMERALDA





El término griego smaragdos, de donde proviene el latino smaragus, y que ha dado "esmeralda", tiene su origen en la palabra sánscrita samaraka, probablemente emparentada con la que da nombre a la mítica ciudad de Samarkanda, en el Uzbekistán. En todo caso, se trata de una voz de origen semítico que significaba "brillante". En el siglo XIX, Víctor Hugo bautizó con el nombre de Esmeralda a la heroína de su novela Nuestra Señora de París. Esta piedra preciosa, casi siempre de un bello color verde, fue muy estimada por su belleza durante toda la Antigüedad. Era el atributo de la Deméter griega que los romanos llamaron Ceres, nombre cuya raíz etimológica significa "crecer". Ambas eran diosas de la vegetación, la fertilidad y la abundancia. siendo Deméter, por supuesto, la gran diosa maternal de la Tierra.

Sus poderes y virtudes terapéuticas

La esmeralda fue también conocida como la piedra que concedía el conocimiento de los misterios, que favorecía la sabiduría y que otorgaba la iluminación al que la llevaba. De ahí que se le atribuyeran los poderes de proteger contra todos los sortilegios, los maleficios y demonios; por lo cual, como es de suponer, resultaría bastante útil durante la Antigüedad y la Edad Media. Por otro lado, el gran sacerdote de los hebreos, Aarón, utilizaba las esmeraldas con fines adivinatorios. Llevaba el ourîm y el toummîn en su pecho y los utilizaba como dados para interrogar al oráculo. La esmeralda también poseía muchas otras virtudes benéficas para nuestros antepasados, y se creía realmente que podía aportar todos los placeres, toda la alegría y felicidad de la existencia. Como podemos imaginar, sus virtudes terapéuticas y curativas eran también muy numerosas. Prácticamente, desempeñaba la función de remedio y de piedra milagrosa.

En su Lapidario (o libro de las piedras) del siglo XIII, el rey de Castilla Alfonso X el Sabio anotó que el hombre que llevara consigo una esmeralda "no tiene ganas ningunas de unirse con mujeres y, aunque lo intente, no puede acabar ninguna cosa mientras la piedra tuviere consigo, por eso los sabios antiguos dábanla a los religiosos, a los ermitaños y a aquellos que prometían de tener castidad. Y algunos de los gentiles que tenían porley de no yacer con sus mujeres sino en tiempos señalados, por deseo de empreñarlas más pronto y hacerlos hijos más recios y más fuertes, traíanlas siempre consigo en todo otro tiempo, menos cuando querían engendrar. Y si dieren de esta piedra molida a beber a algún hombre, peso de tres dracmas, nunca jamás tendrá poder de yacer con mujeres".



martes, 26 de marzo de 2019

Virtudes y poderes de los cristales, I

Las 12 gemas oraculares y los 7 sistemas cristalinos


Al hombre siempre le han fascinado las gemas o piedras preciosas, los cristales de roca o de cuarzo, y le han cautivado e influenciado probablemente por su capacidad de recibir y reflejar la luz del sol.


El cristal de roca no brilla. Pero al fraccionar y refractar la luz del sol toma apariencias sorprendentes, atractivas y fascinantes. Produce efectos de transparencia que dan a la luz un aspecto irreal e inmaterial. No debe sorprendernos, pues, que nuestros antepasados hayan visto en tales fenómenos cierta magia, unas fuerzas celestes que se les manifestaban, que les entregaban mensajes y presagios.

Por ello, sin duda, desde tiempos inmemoriales los emplazamientos funerarios estaban recubiertos o rodeados de piedras, de las cuales no todas eran preciosas en el sentido en que las entendemos ahora, pero tenían la particularidad de no parecer piedras vulgares. Más adelante, a veces se creía que estas piedras tenían poderes y efectos protectores y se deducía que algunas de ellas poseían virtudes terapéuticas o curativas.

LAS 12 GEMAS ORACULARES

Vamos a ver las virtudes y los poderes de los 12 cristales o piedras preciosas más conocidas.



Aquí están, tal como las presenta la Biblia, tal como los redactores del Éxodo ya las conocían, Yahvé, dirigiéndose a Moisés respecto al pectoral que Aarón deberá llevar para ejercer el sacerdocio, se lo describe con los términos siguientes: "harás un pectoral del juicio, artísticamente trabajado" (el pectoral era un trozo de tela , casi siempre bordada con hilos preciosos, que el Gran Sacerdote de los hebreos llevaba en su pecho. El faraón egipcio también llevaba uno, así como ciertas divinidades egipcias, pero estaba suspendido de una cadena que rodeaba el cuello.) "Lo guarnecerás de pedrería en cuatro filas. En la primera fila pondrás una sardónice, un topacio y una esmeralda; en la segunda: un rubí, un zafiro y un diamante; en la tercera: un ópalo, un ágata y una amatista; en la cuarta: un crisólito, un ónice y un jaspe. Todas estas piedras irán engarzadas en oro, doce en número según el número de los hijos de Israel; como se graban los sellos, así se grabará en cada una el nombre de una de las doce tribus" (Éxodo 28-15 y 17 a 21).

Enumeradas así, las 12 gemas que se correspondían con las 12 tribus de Israel, se asocian a los 12 signos del zodíaco.

No olvidemos que los primeros redactores de la Biblia vivieron durante una época en que la religión astrológica dominaba en Babilonia.

Ahora bien, los asiriobabilónicos fueron los iniciadores de la leconomancia (o adivinación a través de las piedras preciosas), que practicaban habitualmente.

Este arte adivinatoria fue retomada por los egipcios y los persas y, evidentemente, por los hebreos.

De manera que las gemas que servían de adorno para el pectoral de Aarón, el Gran Sacerdote de los hebreos, eran utilizadas para fines oraculares y adivinatorios.

LOS 7 SISTEMAS CRISTALINOS

En este caso vamos a realizar una pura extrapolación para demostrar cómo nuestros antepasados enfocaban el gran principio del zodíaco, al reunir, según un procedimiento de asociaciones, todos los componentes, formas y estructuras  de la naturaleza, tan diversas y variadas , en un todo coherente. De manera que cada una de las 12 gemas preciosas se ha puesto en correspondencia  con cada uno de los 12 signos del zodíaco. Podemos considerar que los 7 sistemas cristalinos establecidos  en cristalografía o ciencia de las leyes, que condicionan la formación, estructura, propiedades geométricas, físicas y químicas de la materia cristalizada, están en correspondencia  con los 7 astros que rigen el zodíaco, He aquí las correspondencias entre los astros y las gemas, según el principio basado en las asociaciones establecidas entre ciertos datos científicos y criterios astrológicos.

SOL

Se atribuyen a este astro el ámbar, la crisolita, el diamante, el ónice, el rubí, el topacio y el sistema cristalino llamado cúbico, que presenta una forma cúbica, como su nombre indica. Sin embargo, la piedra más representativa de este sistemas es, sin duda, la fluorita o fluoruro de calcio, muy apreciada por los romanos. Numerosos jarrones y objetos de todo tipo eran esculpidos con esta piedra. Tenía la reputación de fortalecer los pensamientos, el poder de concentración y reflexión, y aportar tranquilidad y paz al espíritu de aquél o aquella que lo llevase.

FLUORITA

LUNA

El aguamarina, el cristal, el diamante, la esmeralda, el ópalo, la perla, la piedra lunar y la selenita se atribuían tradicionalmente al satélite de la Tierra.
El sistema cristalino hexagonal es el que se corresponde con la Luna , es decir el cuarto en la lista, siendo la esmeralda una de sus más bellas representantes. La esmeralda o silicato de aluminio y de berilo siempre tuvo un carácter sagrado en la Antigüedad. Sus virtudes oftálmicas, hepáticas, antihemorrágicas y antisépticas eran célebres, así como su facultad para estimular la memoria.

ESMERALDA

MERCURIO

El ágata, la azurita, el berilo, el coral, el yeso, el jaspe, la marquesita, el ojo de gato y la sardónica son las piedras atribuidas a este astro. El berilo pertenece también al sistema cristalino hexagonal, que se asocia a Mercurio. Sin embargo, parece que Mercurio está en correspondencia  sobre todo con el séptimo sistema cristalino, llamado monoclínico o clinorrómbico, es decir, provisto de un prisma oblicuo con base romboidal, cuya más bella representante es la azurita o hidrocarburo de cobre. Tenía la fama de ejercer sanos efectos sobre los problemas de tiroides y las enfermedades de la piel.

AZURITA

VENUS

Se le atribuyen el ágata, el aguamarina, la albita, la amazonita, el berilo y también la esmeralda, el coral rosa, el lapislázuli, la perla y el zafiro claro. El sexto cristalino, triclínico, es decir, provisto de un paralelepípedo con base romboidal, puede parecérsele; por tal motivo, la amazonita o silicato doble de aluminio y potasio es una magnífica representante. No nos debe sorprender que sus virtudes sean esencialmente las de procurar esperanza y amor a aquél o aquella que lo llevase.

AMAZONITA

MARTE

Se le atribuyen el imán, la amatista, la cornalina, el granate, el rubí, la sanguinaria y el topacio. Se trata del sistema cristalino ortorrómbico -es decir, provisto de un paralelepípedo rectángulo-, el tercero de la lista, que le corresponde. Su más bello representante es el topacio, que era célebre por traer buena suerte a la persona que lo llevase, pero también por sus virtudes terapéuticas, sobre todo en lo referente a los problemas oculares.

TOPACIO AZUL

JÚPITER

La amatista, una vez más el berilo y la esmeralda, el zafiro oscuro y la turquesa son las piedras que se le atribuyen. Es el quinto sistema cristalino, llamado sistema romboédrico, es decir, provisto de un paralelepípedo cuyas 6 caras son romboides iguales, cuyo representante ideal es la rodocrosita o carbonato de magnesio. De ésta se decía que tenía una acción curativa para los problemas hepáticos, las úlceras, el asma y la congestión.

RODOCROSITA

SATURNO

Se le atribuyen el coral negro, la cornalina, el azabache, el ónice y la perla negra. Parece que le corresponde el segundo sistema cristalino, llamado tetragonal, es decir, provisto de un prisma recto con base cuadrada. En efecto, la piedra más representativa de este sistema es la wulfenita, que no es otra cosa que molibdato de plomo y que se asocia con este astro. Al haber sido descubierta hace poco, no se le conocen ni virtudes ni poderes específicos.

WULFENITA