domingo, 24 de abril de 2016

La telepatía


¿Podemos captar el pensamiento de los demás o transmitir el nuestro a otra persona? Sin duda. ¿Pero somos dignos de ejercer tal poder?

Un inglés llamado Myers fue el primero, hacia el siglo XIX, en bautizar los fenómenos de transmisión de pensamientos con el nombre de telepathy, es decir, "telepatía", formada a partir del griego tele, "lejos", y pathos, que podemos traducir por "experiencia padecida, afección, emoción del alma, malestar, lo que sucede".

De manera que la telepatía designó, en un principio, un fenómeno -que podemos llamar pseudo-científico porque sólo se verifica parcialmente desde un pinto de vista científico- que se halla muy cerca de lo que Carl Gustav Jung llamó la sincronicidad, es decir, "simultaneidad entre dos acontecimientos o hechos reales".

Por lo que a la telepatía se refiere en su concepto original, se trata, pues, de sensaciones o emociones que dos seres pueden experimentar a distancia, exactamente en el mismo momento, y que se transmiten tal vez a través del pensamiento.

LA TELEPATÍA Y LA CIENCIA



Se han realizado muchas experiencias para estudiar este fenómeno que algunos científicos se han tomado muy en serio por razones obvias: si los hombres poseen cualquier capacidad para poder comunicarse solamente con el pensamiento, don que podrían eventualmente cultivar y explotar, su vida podría transformarse. En efecto, imaginemos que, desde nuestra más tierna infancia, fuéramos capaces de utilizar nuestro pensamiento para comunicarnos entre nosotros al mismo tiempo que aprendemos a leer y escribir. 

No haremos aquí una  enumeración de todas las experiencias, algunas de las cuales están marcadas por el mayor rigor y otras por la mayor fantasía, que han tenido lugar desde principios del siglo XX, y que todavía hoy suceden, sobre este famoso fenómeno de la transmisión de pensamiento. Citaremos como anécdota, la que fue realizada por la NASA durante el vuelo del Apolo 14, en febrero de 1971, todo hay que decirlo, después de que los norteamericanos estuvieran bajo el impacto del vuelo Apolo 13, que casi costó la vida a los tres cosmonautas de la cápsula espacial.

Así pues, EDgar D. Mitchell, capitán de esta expedición lunar, se sometió al conocido test de las cartas, llamadas de Zerner, por el nombre del inventor de un juego constituido de 25 cartas o 5 veces 5 cartas blancas, en las que figuran una cruz, un cuadrado, un círculo, una estrella de 5 puntas y 3 líneas curvas superpuestas en forma de olas. Este test, que se realiza muy a menudo, es muy sencillo: dos personas, suficientemente alejadas como para que no tengan ninguna posibilidad de comunicarse y, preferentemente, desconocidas, disponen de las 25 cartas en cuestión. Por turnos, cada una de ellas escoge una carta que lleva uno de los 5 símbolos y que el otro debe adivinar, hasta que se agote el juego. La prueba del astronauta del Apolo 14 parece que fue totalmente convincente. Pero la NASA nunca dijo nada y no se sabe las conclusiones a las que llegaron, ni qué eventuales aplicaciones se han llevado a cabo. Otras observaciones científicas se han realizado con electroencefalogramas, detectando y midiendo las ondas alfa, que se manifiestan con mucha intensidad cuando un ser está muy concentrado, pero también cuando sueña. Hoy día, esto es todo lo que la ciencia puede enseñarnos en cuanto al fenómeno de transmisión de pensamientos, que, sin embargo, forma parte de esas creencias empíricas a las que muchos de nosotros nos acogemos sin buscar necesariamente pruebas tangibles que las sostengan.

Así, pues, una gran encuesta realizada por una revista muy seria, revelaba que más del 40% de las personas encuestadas creían en fenómenos de telepatía y de radiestesia, disciplinas a las cuales parece que encontraban puntos en común.

LA TRANSMISIÓN DEL PENSAMIENTO

Sin embargo, es interesante observar que el término "telepatía" fue designado para un fenómeno que se traduce, según algunos testimonios dignos de creer, por el hecho de experimentar un mal, un dolor, un sufrimiento que físicamente realmente siente otro individuo en el mismo momento. En casi todos los casos, se trataba de dos seres suficientemente cercanos el uno del otro, no en el espacio, sino de corazón, para que a uno le afectase lo que pudiera ocurrirle al otro. Ahora bien, las experiencias y estudios científicos que se han hecho hasta la fecha nunca han tenido en cuenta los sentimientos que podían sentir el uno por el otro, el vínculo entre los dos seres escogidos para efectuar el test de las cartas de Zerner. La cuestión está aquí: ¿se puede medir científicamente la intensidad de sentimientos profundos que unen a dos seres? Sin duda, no.

Podemos objetar que algunos fenómenos telepáticos a veces se han producido entre individuos que no se conocían, por consiguiente, que no tenían ningún lazo ni afinidad entre ellos. Es cierto. Pero ello no excluye que los sentimientos sutiles que unen a ciertas personas por el juego de las afinidades, y aún más cuando no han tenido ninguna oportunidad de conocerse físicamente, entran en juego, intervienen e interfieren en este tipo de fenómenos. Es lo que demostró Carl Gustav Jung al exponer su ley de  



la sincronización. No podemos decir que dichas leyes sean totalmente científicas, es decir, medibles y verificables de forma sistemática. Pero ello no significa que no existan. Por otro lado, creemos que es bueno precisar que nada nos permite asegurar que la mentalidad de los hombres de hoy es lo suficientemente generosa y evolucionada como para dominar el fenómeno de la transmisión de pensamiento y poder ejercerlo libremente. En efecto, ¿te imaginas lo que pasaría si algunos seres malintencionados, cuya intensidad y poder de pensamiento fuese mayor o dominante, tuvieran la posibilidad de influir en las elecciones, las ideas, las convicciones y los actos de otros seres provistos de un pensamiento más débil, influenciable o maleable? De manera que, antes de preocuparnos por dominar y comunicar nuestros pensamientos, pensemos antes en conocerlos mejor.


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