La crisólita, el ónice y el jaspe
LA CRISOLITA
En la Antigüedad, la crisolita o el peridoto designaban también al topacio. Por otro lado, es probable que la historia legendaria del descubrimiento de esta piedra se refiera en realidad a un peridoto. Sin embargo, hoy en día, la crisolita, el peridoto y el topacio se consideran, cada uno, como una piedra distinta con virtudes y poderes también específicos, mientras que en la Antigüedad a menudo se las confundía.
La crisolita o, literalmente, según su nombre griego, la piedra de oro fue llamada así no tanto por su color verde-amarillo y su brillo, que bien evocaba al metal precioso, sino por el poder que se le otorgaba de aportar honor y gloria a quien la llevase. Fue también bastante apreciada como amuleto protector capaz de alejar los demonios y los seres maléficos.
En la Edad Media, época en que las creencias se relacionaban con fantasmas (existen numerosos y frecuentes testimonios de ello), cuando podían,ponían una crisolita cerca de la cama para alejar a los espectros.
Sus poderes y virtudes terapéuticas
Famosa por actuar contra las angustias nocturnas, los ataques de melancolía y apaciguar los espíritus enfermos o nerviosos, la crisolita se utilizaba también para para combatir el estreñimiento crónico, curar las úlceras y favorecer la cauterización y cicatrización en caso de heridas. Pero parece que se utilizaba asimismo, y sobre todo, para curar las enfermedades del corazón y vencer las fiebres: "una persona que sufra del corazón debe mojar una crisolita en aceite de oliva. A continuación pasará esta piedra por la parte dolorosa del corazón y sentirá un alivio. [...] Una persona febril debe calentar vino y luego sostener encima una crisolita. Los vapores se mezclan con el vino caliente, que el enfermo beberá en seguida. Pondrá la piedra en su boca durante aproximadamente una hora. Al hacerlo varias veces, podrá constatar un bienestar", según un escrito medieval de santa Hildegarda de Eibingen.
Su nombre procede del griego onyx, que significa "uña, garra", ya que esta piedra de destello brillante tiene una forma y un aspecto que recuerdan a una uña. Sin embargo, todo deja suponer que esta palabra griega deriva del sánscrito nakkàh, que también significaba "uña" y "garra". En efecto, en la Antigüedad, era apreciada en la India y en Persia, donde se creía que volvía invisible quien la llevaba. Pero fue sobre todo en la Edad Media cuando más se habló de ella. Citemos especialmente una piedra de ónice a la que se le atribuían virtudes curativas milagrosas y que se encontraba en la iglesia de San Miguel de la abadía Saint Albans, en el noroeste de Londres, en Gran Bretaña, donde reposan los restos del filósofo y político inglés Francis Bacon.
Sin embargo, por sus colores -puede ser negra, marrón o roja-, se creía qie podía ejercer una mala influencia y, concretamente, provocar conflictos y rupturas, sobre todo en las parejas pero también entre vecinos.
Sus poderes y virtudes terapéuticas
No nos sorprenderá saber que se suponía que tenía excelentes efectos sobre el brillo y la tonicidad de la piel, de las uñas, por supuesto, y también de los cabellos. Hacía maravillas para estimular el sistema inmunitario y así proteger de las enfermedades contagiosas. Por otro lado, era muy útil en caso de problemas oculares. "Cuando una persona tiene los ojos débiles o siente que se le está formando una úlcera en los ojos, debe verter vino bueno en un recipiente de cuero. Debe colocar dentro una piedra de ónice para que se limpie durante quince o treinta días. Luego la sacará dejando el vino en el mismo recipiente. Todas las noches, el enfermo debe mojar sus ojos con el vino. De esta forma se le aclararán y se le curarán", escribió santa Hildegarda de Eibingen.
Al contrario que el ónice, el jaspe era muy célebre en la Antigüedad. Encontramos la raíz etimológica de su nombre, en Mesopotamia, en el término acadio yaspû, de donde derivó el hebreo yaspeh. Se trata de una piedra opaca con muchas marcas coloreadas. Además de resultar un remedio milagroso, los poderes que se le atribuían eran numerosos. Así pues, se suponía que favorecía las visiones y los estados propios de los mediums, y que los mismos indios la utilizaban en los rituales de la lluvia. Se usaba, pues, comúnmente, tanto en la magia como en la brujería. Además, parecía proteger de todos los males y plagas de la naturaleza, pero también de los accidentes, de las heridas e incluso de las mordeduras de serpiente y de las picaduras de escorpión y de grandes insectos.
Sus poderes y virtudes terapéuticas
Parece que en la más remota Antigüedad y durante la Edad Media, el jaspe se empleaba para cuidar y curar casi todas las enfermedades. Debemos decir que Galeno, Dioscórides y Plinio el Viejo alabaron sus virtudes. Según ellos, sus efectos contra los dolores de estómago, de hígado, de riñones y de corazón, eran inmediatos. Sus virtudes resultaban estimulantes, tonificantes, cauterizantes, cicatrizantes, inmunizantes y calmantes. "Quien sienta venir los dolores en su cuerpo, en las costillas o en un lado, es decir, una artritis, que ponga un jaspe en dicha parte del cuerpo y que presione fuertemente hasta que se caliente, el mal desparecerá porque el buen calor y la virtud del jaspe apaciguan y curan estos dolores irregularmente fríos y falsamente calientes. [...] Quien se despierte durante la noche con palpitaciones en el corazón o a quien, durante el día, le importune un dolor en el corazón o en un lado, casi siempre se sentirá aliviado con una piedra de jaspe aplicada sobre la piel y en el lugar del corazón. [...] Una persona que tiene pesadillas a menudo debe poner una piedra de jaspe cerca de su cuerpo, de modo que todos los fantasmas y todos los engaños del diablo huirán y desaparecerán", así lo contó santa Hildegarda de Eibingen
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