domingo, 4 de agosto de 2019

Visiones y Apariciones


Todos nos hallamos sujetos a visiones y apariciones. ¿Son fenómenos naturales? ¿Estamos dispuestos a creerlas?

Una atenta observación a los fenómenos llamados sobrenaturales, objeto de los seres que han tenido visiones y apariciones, nos permite constatar que, casi siempre, no nos hallamos ante individuos de carácter soñador o etéreo, totalmente alejados de la realidad del mundo, sino todo lo contrario, se trata de personalidades que poseen gran lucidez, realistas, bien anclados en la vida material. También con frecuencia, este tipo de fenómenos se manifiesta normalmente de repente y sin ninguna señal de aviso, en individuos  fundamentalmente escépticos o incrédulos.

LOS FENÓMENOS NATURALES

A lo largo de los siglos, en todas partes y en todas las civilizaciones, hombres y mujeres de todos los tiempos han tenido visiones y apariciones. Los testimonios al respecto abundan. Todavía hoy, existen numerosos testimonios. Sin embargo, la mayor parte de las veces, no lo revelan por miedo a que sus interlocutores , incluso sus seres más íntimos, no les tomen en serio.

Casi siempre, al ser los únicos en saber lo que han visto creen haber sido víctimas de una o varias alucinaciones.

La naturaleza humana posee, sin duda alguna, la facultad de ver más allá de lo que su agudeza visual permite ver. ¿El hecho de no ver, no ya la electricidad o los campos magnéticos a simple vista, sino únicamente los efectos físicos que se producen en la realidad material, significa que no existan? En verdad, todo hace pensar que tenemos mucho miedo de ver espontáneamente lo que presentimos o experimentamos intuitivamente.

La historia de la humanidad, desde el principio de los tiempos, al menos por lo que sabemos hoy día, nos demuestra que el hombre siempre ha intentado tener seguridad, ha querido asegurarse, imponerse límites para conjurar una especie de angustia indecible que provoca en él la perspectiva inefable y común  a todos de la muerte, es decir, el desaparecer, el caer en el olvido, el ya no ser nada de lo que somos cuando estamos vivos, no ser nada de nada. Lo queramos o no, todos estamos apegados a la vida, a nosotros mismos, por supuesto, a nuestro cuerpo, pero, sobre todo, a nuestras ideas, nuestras costumbres, a todo lo que hace que seamos lo que somos: un individuo distinto de nuestros semejantes.

Por eso, algo nos impide ver más allá de nuestro campo visual; algo que nos hace temer ahogarnos, perdernos, aniquilarnos en una especie de caos original, al que todas las cosmogonías antiguas hacen alusión.

Por ello las visiones y las apariciones no se controlan, sino que nos son impuestas en contra de nuestra voluntad. También ésta es la razón por la que atribuimos a tales fenómenos un carácter sobrenatural.

Sin embargo, consideramos que no hay nada más natural que ver lo que, normalmente, no está hecho para que la vista lo distinga. ¿No vemos hoy cada día imágenes, fotografías sobre las que se han fijado unos acontecimientos, escenas, a veces incluso seres que hemos conocido y que ya no existen? El mundo en el que vivimos y evolucionamos cada día, una vez más, ¿no está lleno de objetos, instrumentos, estructuras, formas que, al principio, no existían y que, consecuentemente, no son reales sino que son el resultado de visiones y de la imaginación de los hombres, y que hemos hecho realidad? Tomemos el sencillo ejemplo de la línea recta: es una total ilusión, puesto que en la naturaleza y en el universo, la única línea que existe es la curva. Y sin embargo, la línea recta está omnipresente en nuestro universo cotidiano.



¿CÓMO DISTINGUIR ESTOS FENÓMENOS?

¿Podemos o debemos creer en lo que vemos? Solo el que  tiene fe en sí mismo no se lo pregunta. Pero, casi siempre, tal como es la vida actualmente, la duda nos invade. Ahora bien, una constante se revela en todos los visionarios: para ver hay que creer. Hay que encontrar esta fe en uno mismo y esta fe en la vida, sin las cuales esta última no vale la pena ser vivida, pero ninguna enseñanza, hoy en día, nos enseña a buscar, a descubrir y a cultivar. Como ayuda a distinguir la naturaleza de los fenómenos propios de las visiones y las apariciones, a continuación una lista exhaustiva.

  • APARICIÓN: apparitio se empleó en latín para traducir la palabra griega epiphaneia, epifanía", que significaba "que aparece", la cual viene de phanein, "hacer brillar". La epifanía es la manifestación de lo que está oculto, de lo que, normalmente, no se ve a simple vista.

  • CLARIVIDENCIA: del latín calare, "llamar", clamare, "clamar", y veant, "vista", significa  "que tiene la vista aguda", perspicaz, que ve y anuncia (al instante) lo que ve". 
  • EXTRALÚCIDO: es un sinónimo de "vidente" y significa "brillante, luminoso", pues viene del latín lux, "luz". Una persona extralúcida o vidente es susceptible de poseer un don de doble vista brillante y luminosa.
  • INTUICIÓN: del latín intuitio, "imagen reflejada en un espejo", deriva de intueri, que significa "mirar atentamente, representarse a través del pensamiento".
  • PREDICCIÓN: del latín prae, "de antemano", y dicere, "decir", significa "decir o anunciar de antemano".
  • PREMONICIÓN: del latín prae, "de antemano", y monitio, "advertencia, consejo", significa dar  un consejo o una advertencia de antemano".
  • PRESAGIO: del latín prae, "de antemano", y sagire, "tener olfato, sentir con agudeza", que también ha dado "sagaz", es una predicción realizada a partir de los signos que permiten prever el futuro.
  • PRESENTIMIENTO: del latín prae, "de antemano", y sentire, "sentir", se trata de un sentimiento irracional que hace prever un acontecimiento futuro.
  • PROFECÍA: del latín propheta, "adivino que predice el futuro", viene de prophanai, que significa "anuncia de antemano", es decir, prae, "de antemano", y phanal, "hacer visible a través de la palabra", que encontramos en "fonema" y "fonética". Todas estas palabras vienen del griego prophestes, "profeta o intérprete de Dios".
  • VISIÓN: Se trata de algo que normalmente no se ve a simple vista y que se impone al espíritu o la vista. Distinguimos entonces, entre la visión intuitiva (véase intuición) que se impone al espíritu y la visión premonitoria (véase premonición), que se impone a la vista.


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