martes, 16 de febrero de 2021

La clarividencia y la audiencia psicofónica


Tener visiones es clarividencia. Oír voces pertenece al terreno de la audiencia psicofónica. Pero no todo el mundo que se lo proponga tiene visiones u oye voces.


A menudo hay que denunciar ideas preconcebidas y tópicos, que nunca morirán y que  perjudican seriamente la reputación de las diferentes ciencias o de las artes adivinatorias. De manera que trataremos la clarividencia y la audiencia psicofónica con la intención de precisar cuáles son sus principios y sus causas.


LA VIDENCIA, LA ADIVINACIÓN, LOS PRESAGIOS Y EL LENGUAJE DE LA NATURALEZA.

Antaño "videncia" solamente se refería a profetas y visionarios, de los que hay testimonios en los relatos bíblicos. Lo que hoy en día llamamos "videncia" no tiene nada que ver con lo que nuestros antepasados designaban con el mismo nombre. Sabemos también que los sacerdotes del pueblo hebreo utilizaban la adivinación. Basta con tomar como ejemplo las 12 gemas oraculares que figuran en el pectoral de Aaron, que Yahvé le había recomendado llevar.

Sin embargo, la videncia y la adivinación se distinguen una de otra en que la primera es un estado de hecho y la segunda una práctica o técnica basada en la atenta observación de la naturaleza. En cuanto a eso, nunca insistiremos lo bastante sobre el hecho de que todas las artes adivinatorias, incluida la astrología, que es una especie organización casi científica de presagios, se basan en una atenta observación de la naturaleza y en el uso de su lenguaje. En efecto, imitando el lenguaje de la naturaleza el hombre ha creado el suyo propio; puesto que, en primer lugar invocando, a continuación dibujando, y por último nombrando los elementos de la naturaleza, los ha organizado y ha tomado posesión de ellos.

CLARIVIDENCIA Y AUDIENCIA PSICOFÓNICA



Parece que el término "clarividente" nació a finales del siglo XII o justo al principio del siglo siguiente, en un contexto religioso, para designar a los seres creyentes, por supuesto, que se revelaban perspicaces y cuya vista era aguda, tal como indica la interpretación etimológica de este nombre. Este periodo es el de Hildegarda de Bingen, de Francisco y Clara de Asís, de Bernardo de Claraval y de Joaquín de Fiore, de toda una mística visionaria que ejercería una gran influencia sobre la evolución de las conciencias, del pensamiento y de la mentalidad del Occidente cristiano.
Sin embargo, el término "clarividencia" apareció mucho más tarde, parece que hacia finales del siglo XVI. Aunque el clarividente, según la acepción medieval, se halla muy cerca del vidente en el sentido bíblico y profético de la palabra, el clarividente en el Renacimiento solo se dedica a la adivinación. De ahí se deduce que la clarividencia aparece en el contexto de popularidad que de nuevo gozaban las artes adivinatorias, las mancias y los oráculos, sobre todo tal como se utilizaban en la Antigüedad, entre los intelectuales del Renacimiento.

En otros términos, lo que hoy llamamos normalmente un vidente, de hecho es un clarividente, el vidente era un ser que inspiraba exclusivamente en una fuerza divina, y más preocupado o dedicado a intereses de orden colectivo que particular. Por otro lado, en el sentido en que se entiende actualmente fuera de toda consideración religiosa o esotérica, debemos subrayar que el o la vidente es lo contrario del ciego, mientras que la clarividencia revela una calidad de discernimiento.

En cuanto lo que aquí se llama audiencia de fenómenos pertenecientes al ámbito de la psicofonía, en algunos lugares, ello ha sido conocido con el nombre de "clariaudiencia". Tal palabra consiste, a la vez, en una extrapolación e interpretación de un término mucho más antiguo, cuyo origen se encuentra en la raíz sánscrita avih, que significaba "evidencia, evidentemente". En español, esta palabra ha dado "oír", tras pasar por el latín audire, que significaba tanto "oír y escuchar" como "comprender". También en sánscrito, avih, es el conocimiento, el saber, el discernimiento, mientras que para los hindúes, avidyâ, es la ignorancia. Aquí es donde comprendemos la evidente analogía con la clarividencia.



Así pues, mientras la clarividencia está en relación con las visiones interiores, la clarividencia está en relación con las visiones interiores, la clariaudiencia implica que oímos voces o una sola voz. Un vez más, los profetas de ls Biblia se nos presentan como clarioyentes. Oyen la voz de Yavhé que les guía. Si la leyenda de Juana de Arco tiene algunas bases reales, la podemos considerar una clarioyente. En la clariaudiencia, la voz que se manifiesta es una voz ajena a la nuestra y la oímos dirigirse a nosotros exclusivamente.

LAS CHAKRAS DE LA CLARIVIDENCIA Y LA CLARIAUDIENCIA



Las técnicas del hatha-yoga, que se basan en los principios del despertar y de la armonización de nuestras facultades innatas, permiten desarrollar la clarividencia y la clariaudiencia. Sin embargo, se deben emplear con mucha prudencia, ya que es indispensable encontrarse en una relativa serenidad para ejercerlas.

Así pues, existen dos chakras que están en estrecha relación, el primero con la facultad de clarividencia, el segundo con el don de la clariaudiencia. El primero es el Ajnâ-Chakra, situado en las cejas, en la base de la frente, llamado en Occidente "el tercer ojo". El segundo es el Vishudda-Chakra, situado al nivel de la garganta, en la base del cuello.

Si te sientes totalmente relajado, tranquilo, túmbate en el suelo, con los brazos a lo largo del cuerpo, después de haber expulsado todas las tensiones de tu espíritu, y respira profundamente con los ojos cerrados. Al inspirar, concentra tu espíritu en el Vishudda-Chakra, es decir, en tu garganta. Y al expirar, concéntralo en el Ajnâ-Chakra, entre tus cejas. Entre cada inspiración y expiración, haz una corta retención. Si haces este ejercicio aunque solo sea 10 minutos cada semana, favorecerás el despertar de tus facultades innatas de clarividencia y clariaudiencia. 




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