¿Nacer o renacer? He aquí la cuestión, podríamos decir. Buscando comprender de dónde viene el alma, sabremos quizá si ésta vuelve y adónde va...
Sobre todo en la India, la creencia en la transmigración de las almas está muy extendida, hasta el punto de haberse convertido en una verdadera doctrina. Muchas culturas, entre las cuales se hallan las de los antiguos griegos, los primeros cristianos y los gnósticos, fueron sensibles a este asunto. Se encuentran alusiones al respecto en las obras de Pitágoras, Platón y Plotino. No obstante, los pueblos de Mesopotamia -sumerios, acadios, caldeos, hebreos,etc.-, eran demasiado pragmáticos y realistas, y con una interpretación de la existencia humana muy fatalista, como para creer en una supervivencia del alma y en su posible reaparición bajo una nueva envoltura carnal. Así mismo, si bien los egipcios creían con certeza en otra vida después de la muerte -El libro de los muertos, las tumbas de los faraones y los ritos realizados en Egipto son pruebas tangibles de ello-, en sus creencias nunca aludían a una nueva manifestación del alma en otro cuerpo. Por lo tanto, fuera de los sistemas elaborados por el hinduismo, por una parte, y por el budismo, por otra, no existe ninguna reflexión seria y profunda que se base en el principio de la reencarnación. Cierto es que por dondequiera que se escuche, se cuentan y se revelan testimonios, relatos o anécdotas a partir de las cuales podrían elaborarse hipótesis relativas a dicho principio. Pero en ninguna parte encontramos, como en la India o en el Tibet, una convicción profunda y serena, referida a apariciones en la Tierra de la misma alma a lo largo de los siglos y de los milenios.
LOS POSTULADOS DE LA REENCARNACIÓN
La creencia en la reencarnación implica el planteamiento de ciertos postulados. En primer lugar, hay que creer en la realidad del alma, considerarla como una entidad más o menos autónoma, que podría existir sin el cuerpo o fuera de él. Por lo tanto, se trata de creer en su supervivencia después de la vida sobre la Tierra y tras la existencia corporal. También se trata de creer en un lugar donde el alma prosigue su evolución, donde se encuentra a la espera de una envoltura carnal. A continuación, se hace necesaria la creencia en un principio según el cual, en la vida intrauterina o en el instante mismo del nacimiento, se produce un fenómeno que favorece la impregnación de un alma (un ánima) en un cuerpo para darle vida, es decir, para animarlo. De este modo, ya que todo esto debe tener un sentido, una justificación, una razón de ser, hay que creer en el destino del alma y, por lo tanto, postular que nada se pierde ni nada se olvida totalmente y que, de este modo, el alma reencarnada tiene la misión de realizar una tarea determinada y debe someterse a unas pruebas que le permitirán acceder a un nivel de evolución o de consciencia superior. Resta un último postulado: la trascendencia del ser cuya alma es potencialmente capaz. Resumamos estos seis postulados, que hemos de tomar en consideración si queremos entender los criterios de esta creencia:
- El alma existe.
- El alma sobrevive después de la muerte del cuerpo físico y fuera de él.
- Existe una especie de purgatorio, de lugar donde van las almas que han dejado el cuerpo físico y donde se preparan para una nueva reencarnación.
- Una misma alma reaparece en un nuevo cuerpo. Incluso puede producirse este fenómeno numerosas veces, a lo largo de los siglos y los milenios.
- El alma memoriza las experiencias que ha vivido durante sus diferentes reencarnaciones. Por tanto, existe una tarea, una misión, un destino para cada alma.
- Las reencarnaciones sucesivas de una misma alma en diferentes cuerpos tiene un fin; pues éstas solo son pretextos para elevar al alma a un nivel de consciencia superior.
Sin embargo, todo esto no responde a otras preguntas esenciales que nacen evidentemente de tales principios. Éstas son: ¿de dónde viene el alma? ¿Es eterna? Y, en caso de una respuesta afirmativa, ¿por qué y cómo lo es? ¿Según qué criterios deja de reencarnarse? Cuándo ya no necesita reencarnarse en un cuerpo físico, ¿qué hace, y a dónde va?
Iremos viendo cómo los hinduistas y los budistas justificaron tales postulados y respondieron a estas preguntas, y también cómo algunos testimonios, ajenos a estas religiones, coinciden a veces con ellas.
UNA BREVE HISTORIA DEL ALMA
La creencia en la existencia del alma es sin duda muy antigua. Coincide con la creencia en un más allá, que sobrentiende la idea de la supervivencia del alma después de la muerte del cuerpo, es decir, de una parte que no muere del todo. Nuestros antepasados neandertales, hace aproximadamente 80.000 años, acostumbraban a entregarse a unos ritos funerarios más o menos elaborados, por lo cual puede decirse que "creían ya en algo, en cualquier otra parte...". Más cerca de nosotros, podemos leer en el antiguo catecismo de la doctrina cristiana esta definición sibilina, que podríamos considerar moderna, de la existencia del alma: "El hombre es un animal racional constituido por u alma y un cuerpo".
¿PODEMOS CONOCER NUESTRAS VIDAS ANTERIORES?
Que el alma se reencarne implica, evidentemente, que antes ha estado encarnada. ¿Podemos, debemos y, en caso afirmativo, descubrir y conocer nuestras vidas anteriores? ¿Se puede hacer?
Sí, afirman algunos mediums, los cuales pretenden poseer el poder o el don de leer en el gran libro de las almas, de ver, de revelar bajo hipnosis, normalmente, las sucesivas manifestaciones de tal o cual alma. Un método astrológico permite también, con la ayuda de una carta astral, examinar de dónde viene el alma de la persona interesada, adónde va y cuál es su cometido. Se trata de la astrología kármica que últimamente está experimentando un gran éxito y cuyo principio se basa en la teoría de los nodos lunares y de los planetas retrógrados.
¿Debemos averiguarlo? Esta pregunta debe ser respondida por la conciencia individual y la elección personal de cada uno. Pero cabe recalcar que una interpretación de la vida en la Tierra puede conducir a ciertas personas, psicológicamente más frágiles que otras, hacia un fatalismo, un abandono, un dejarse llevar, que se opone a las verdaderas creencias en la reencarnación y a las lecciones de vida que los verdaderos creyentes obtienen de ellas.
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